Por Maximiliano Montenegro.
Hace rato que Axel Kicillof duerme sobre un colchón demasiado delgado. El joven ministro está resignado a soportar esa posición incómoda y dolorosa hasta el final del mandato de Cristina. Todo indica que el ministro de Economía del próximo Gobierno deberá acostumbrarse a dormir en el suelo.
Al llegar al poder en mayo de 2003, Kirchner disfrutó de un colchón de competitividad muy mullido. Tras el derrumbe de la convertibilidad, el dólar se estabilizó un 200% más alto (de $ 1 a $ 3) y la inflación de 2002 fue de solo 40%. Argentina quedó muy barata en dólares, un incentivo fenomenal que impulsó la producción nacional, la radicación de inversiones en sectores exportables y la creación de empleo.
La inflación se fue comiendo al dólar, primero lentamente entre 2003 y 2006 y a paso más veloz a partir de 2007. Aún así Cristina asumió su primera gestión, en diciembre de 2007, en una situación confortable: el dólar real (descontada la inflación) todavía alcanzaba para que las exportaciones no exhibieran dificultades para competir en el mundo y no fuera necesario atajar importaciones en la Aduana para evitar que barrieran con la producción nacional.
Desde entonces la inflación desplumó el colchón. Según datos de M&S Consultores, el tipo de cambio real (frente a Estados Unidos), con base 1998=100, era en junio de 2003 de 250; en diciembre de 2007 de 183 y en noviembre de 2013 había caído a 115. Con la devaluación de enero pasado, el dólar real se recuperó hasta 132. Pero con la inflación experimentada en los primeros 5 meses (15,4% para el Estudio Bein) a más tardar en julio o agosto estará de nuevo como antes de la devaluación.
El atraso cambiario del final del ciclo K es una amenaza para las economías regionales, el empleo industrial y la estabilidad de la moneda. Pero además golpea a las exportaciones, que se encuentran estancadas desde 2012. El fenómeno afecta a las manufacturas de origen industrial (MOI), las de mayor valor agregado. El año pasado crecieron solo 3%, pese al fuerte aumento de las ventas de autos a Brasil. Y en el primer cuatrimestre 2014 caen 14%, lo cual no se explica solo por la retracción del mercado de vehículos brasileño sino que el bajón es generalizado en casi todos los rubros.
Descartadas las exportaciones, ¿cuál será el motor que arrastre a la economía nuevamente a la senda del crecimiento?
El consumo fue la estrella del crecimiento en la década K: explicó el 70% de la expansión del PBI, según la consultora Abeceb. Pero ese motor también está fallando. Ya en 2013 el Gobierno lo alimentó con anabólicos en el año electoral: tasas de interés del 12%, inflación del 26% y cepo al dólar fue el coctail que impulsó el boom de ventas de bienes durables (autos, electrodomésticos), vistos como un refugio de los ahorros y una oportunidad de acceder a productos intensivos en dólares baratos.
En 2014, con la devaluación, la disparada de precios y la suba de tasas, el enfriamiento llegó más rápido de los esperado. El patentamiento de autos cayó 22% en los primeros 5 meses del año; y la venta de electrodomésticos disminuyó en cantidades 8,6%. Mientras que las ventas en supermercados durante el primer cuatrimestre se estancaron en términos reales.
En el corto plazo es difícil que el consumo reviva como en los viejos tiempos. Los salarios en blanco corren este año 5 puntos detrás de la inflación. Los haberes reales de 7 millones de jubilados este mes son 15% inferiores a los de septiembre último y seguirán perdiendo poder de compra hasta septiembre próximo. Tampoco existe creación de empleo que incorpore más consumidores. El crédito personal y de tarjetas, en tanto, se ajustó 4%. No volverá a expandirse hasta que no bajen las tasas, algo difícil para el Banco Central mientras no se desarme el círculo vicioso de emisión récord para financiar al Tesoro, inflación, atraso cambiario y fuga al dólar.
A diferencia de 2009, esta vez el Estado no cuenta con instrumentos potentes para inyectar demanda. Según Dante Sica, el plan Progresar y la mejora en asignaciones familiares y la AUH, aunque puede moderar el impacto del ajuste en los sectores más vulnerables, no tendrá un efecto relevante en la economía: supone una transferencia de ingresos de solo 0,5% del PBI (frente a una masa de consumo 100 veces mayor).
Que se mantengan ciertos niveles de empleo es lo que suaviza la magnitud de la recesión. Pero la ausencia de un motor potente para la demanda tal vez demore la recuperación.
Kicillof y los principales dirigentes de la oposición coinciden en que en el futuro habrá que encender el motor de la inversión. Imaginan que el cambio de ciclo político en el horizonte, apurará una lluvia de dólares en financiamiento para proyectos públicos y privados, e inversión directa en Vaca Muerta, la minería y el sector agrícola.
Axel piensa que con esos dólares llegará planeando a diciembre de 2015. Quienes aspiran a sucederlo creen que ofrecerán tiempo a la próxima administración para corregir errores y desequilibrios de los últimos años.
Semejante optimismo compartido pareciera una nueva versión de aquella famosa frase del ex presidente en tiempos de crisis: Estamos condenados al éxito.