Por Roberto Cachanosky.
Durante el fin de semana, la ministra de Industria, Débora Giorgi reaccionó frente a un pedido de ajuste de la UIA utilizando la misma línea de argumentación que la Presidenta unos días atrás. Sostuvo que los subsidios son "uno de los factores que hacen a la competitividad de la industria". Paralelamente, el secretario de Política Económica, Emmanuel Álvarez Agis, preguntó: "¿Quién va a comprar los productos de la industria si el Gobierno hace el ajuste que muchos reclaman?".
Realmente llaman la atención los razonamientos de ambos funcionarios. Si fuera como dice Giorgi, llegaríamos al ridículo de afirmar que si todo el transporte público, la energía, el gas y el agua potable fueran "gratis", la industria tendría la productividad de la de Alemania. Afirmar que la productividad de la industria es función de los subsidios de las tarifas públicas es algo que, habiendo pasado tanto ella como yo por la UCA, no nos enseñaron en ninguna materia. Pero vaya uno a saber, en una de esas tenemos una nueva teoría económica desconocida hasta el momento.
Pero Giorgi fue más temeraria en su razonamiento y afirmó: "El monto de subsidios que llegan a las familias argentinas para pagar sus distintas cuentas de servicios públicos o abaratar el costo del transporte indirectamente o más bien directamente está beneficiando a los industriales porque si no la gente reclamaría más salario". Esta frase deja en claro que si las empresas pagan menos salarios porque existen los subsidios, entonces, por carácter transitivo, la cuenta de los subsidios la pagan los trabajadores. A confesión de parte...
Lo de Emmanuel Álvarez Agis luce todavía más increíble. Lo que nos dice es que como la gente paga tarifas artificialmente bajas de luz, gas, energía, transporte y agua, las empresas tienen demanda. Si su razonamiento fuera válido, entonces que directamente la gente no pague ninguno de esos servicios y tiene una explosión de consumo que reactivaría la economía de un día para otro. ¿Para qué hacer tanto lío arreglando con el Club de París si la solución a la recesión es tan sencilla?
Claro, en esos razonamientos pareciera ser que no existe la escasez en la economía, cuando, justamente, la economía existe porque hay escasez. Dado que los recursos son escasos es que hay que optar cómo asignar los mismos.
Ahora, si porque la industria paga tarifas artificialmente baratas por la energía creen que son más productivas, entonces descubrimos que no es el stock de capital el que mejora la productividad de la economía, ni la calidad de sus instituciones, sino las tarifas de los servicios públicos.
Pero profundicemos un poco más estas insólitas teorías económicas. Supongamos que el precio por transportar a una persona en colectivo es de $ 5, el pasajero paga $ 1 cuando sube y los otros cuatro se financian con subsidios. La pregunta es: ¿de dónde salen los $ 4 de los subsidios? Una opción es que los colectivos se caigan a pedazos, en ese caso, los $ 4 salen del deterioro del stock de capital. Para decirlo en castellano básico, la gente viaja cada vez peor con riesgo para su vida, pero eso sí, paga solo $ 1 cuando sube al colectivo. Algo de esto ocurrió en estos años y lo demuestra el estado del sistema energético y las tragedias ferroviarias que hemos visto.
Pero no fue este el caso que señalaron ambos funcionarios. Hablaron de los subsidios. Y los subsidios son dinero que le entrega el Estado a alguien, remarco este punto porque si no pareciera ser que no hubiese escasez. Que los bienes surgen por arte de magia. Como eso no ocurre en la realidad, la pregunta es: ¿quién paga los subsidios realmente?
Una forma de financiar los subsidios para tener tarifas artificialmente bajas es que no se aumente el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, como sistemáticamente se resiste el oficialismo, porque necesita recursos para financiar los subsidios. En ese caso, el empleado cobra un salario más bajo para pagar el subsidio, en consecuencia, una parte del boleto del colectivo la paga cuando sube y la otra con el impuesto a las ganancias, de lo cual se desprendería que la no suba del mínimo no imponible de ganancias es una conquista social de los trabajadores según la visión oficial. Pero la realidad es que, si esta fuera la forma de financiar los subsidios, el que termina pagando todo el costo del colectivo es el que viaja.
Una tercera opción, la que luce más progre, consiste en decir: le cobramos más impuesto a las ganancias a las empresas y con eso bancamos los $ 4 de subsidio. El trabajador sale ganando porque paga $ 1 cuando sube al colectivo y el resto lo paga la empresa vía ganancias. Sin embargo, tanto Giorgi como el secretario de Política Económica dijeron que si no existieran los subsidios, las empresas tendrían que pagar salarios más altos para que los trabajadores de las empresas pudieran afrontar el mayor costo del colectivo, ergo, la realidad es que lo vuelven a embocar al trabajador porque le pagan un salario menor al que le correspondería en condiciones de libre mercado. El que paga el subsidio es el trabajador vía un salario menor de acuerdo a la política de Estado de mantener artificialmente bajas las tarifas y los salarios. Curiosa forma de progresismo.
Finalmente, queda una última opción, que el subsidio se financie con emisión monetaria. En este caso tenemos inflación y como la inflación es un impuesto sobre los sectores de menores ingresos, el que termina pagando la cuenta nuevamente es el trabajador. Le cobran $ 1 cuando sube al colectivo y el resto se lo quitan vía el impuesto inflacionario.
La realidad es que hoy los subsidios son una mezcla de todas estas opciones: deterioro de la infraestructura del país, inflación y alta presión impositiva para los trabajadores y las empresas. En todos los casos tenemos baja inversión en el sector privado, lo cual afecta la demanda de trabajo, su productividad y el salario real, más una tenaza sobre la gente entre el impuesto inflacionario y ganancias.
Me parece que de tanto repetir el relato, terminaron creyéndolo y ya caen en el ridículo en sus argumentos económicos.
Milton Friedman popularizó aquella frase de "no hay tal cosa como un almuerzo gratis". Alguien siempre lo paga. Y, en este caso, lo paga la gente por cualquiera de las opciones que comentamos, salvo que crean que el modelo ha obrado el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, tema que va más para Francisco que para los funcionarios de economía.