El apoyo del Tesoro de los Estados Unidos, a través de su delegado en Francia, fue crucial para que la Argentina pudiera cerrar el acuerdo financiero con el Club de París.
Clarín confirmó que fue el representante de Washington el que dio un aval clave en las negociaciones y el que logró torcer la intransigencia inicial de representantes de Alemania, los Países Bajos y Japón. Después, acompañaron la posición que lideró EE.UU. los directores de Francia, España e Inglaterra. La jugada de los Estados Unidos obedece a la intención de darle cobertura política a la estrategia de ajuste ortodoxo que Axel Kicillof lleva adelante y agrada a Wall Street.
El ministro –en forma desprolija– instrumentó un programa de estabilización clásico y con entusiasmo intenta resolver las exigencias de la Casa Blanca: Repsol, Club de París, Ciadi y aparecer dócil en caso holdouts.
Kevin Sullivan, el encargado de la Embajada de EE.UU. en Buenos Aires, adelantó el desenlace de las tratativas con el Club de París a sus interlocutores domésticos, privados y oficiales. Jorge Capitanich lo contó hace unas jornadas.
El acercamiento fue secreto y se produjo en negociaciones realizadas desde enero. En los informes que recibió el secretario del Tesoro, Jack Lew, ponderan la voluntad de Kicillof para cumplir con Washington.
Luego, Cristina autorizó a aplicar la receta del FMI: devaluación, aumento de tasas, tarifazos y caída del salario. Precisamente la instrumentación de esa receta hizo viable una cuestión política para la Casa Rosada: que el Club de París no insistiera con la auditoría del FMI, dado que Kicillof lleva adelante su tradicional programa.
El aval a esas políticas que aplica Kicillof quedó explícito en el breve comunicado de la organización: “Los acreedores del Club de París celebraran los progresos realizados por la República Argentina para normalizar relaciones con sus acreedores.” Como adelantó Clarín, el ministro viajó a Francia con una actitud ampliamente contemporizadora para facilitar el acuerdo. Por eso, aceptó varios condicionamientos de los acreedores, aunque obtuvo un importante logro: transferir la responsabilidad de pago a la oposición, porque el 90% de los compromisos los deberá afrontar el gobierno que suceda a Cristina.
Kicillof también obtuvo oxígeno político después de los múltiples traspiés de su gestión. Desde que asumió, cayó la actividad y la inflación se aceleró. Ahora puede mostrar un logro: cerró un convenio que no pudieron terminar Roberto Lavagna, Amado Boudou y Hernán Lorenzino. En su equipo afirman que el aval de los acreedores permitirá a Kicillof intentar avances contra Juan Fábrega y Miguel Galuccio. En el camino, aceptó exigencias frente a Ramón Fernández, el titular del Club de París. Estas son: – Hará un pago a cuenta por un total de 1.150 millones de dólares, sin que el acuerdo final se encuentre totalmente cerrado. El comunicado oficial fue muy explícito sobre esta exigencia: “La realización de un pago inicial bajo un compromiso formal de Argentina es necesario e importante.” – Reconoció que el monto de la deuda asciende a 9.700 millones de dólares, cuando los registros del propio Palacio de Hacienda hablan de una cifra muy inferior.
El último trabajo oficial, de comienzos del 2007, señala que las obligaciones con el Club de París eran de solo 5.562 millones de dólares.
Una diferencia del 74%, que no justifica ningún punitorio.
La última estadística, de diciembre del 2013, dice que la deuda trepaba a 6.089 millones de dólares. Una diferencia del 59%.
El incremento no está justificado y podría incluir maniobras irregulares durante la gestión de Boudou.
Según fuentes del Banco Central, la diferencia estaría justificada por la inclusión de deudas de privados con garantía estatal y también sin cobertura del Estado. La estatización de estas deudas podrían constituir un delito.
Ya hay denuncias del senador Fernando Solanas contra el vicepresidente.
–No es obligatoria la apertura de líneas de crédito de las naciones del Club de París hacia la Argentina. Sólo lo harán los países “que lo deseen”. Esta cláusula desvanece el relato oficial, porque el acuerdo ayuda pero no habilita los préstamos, los cuales no se destrabarán hasta que cese la incertidumbre económica. Fue un requisito de los acreedores más duros y el Club de París lo incluyó explícitamente en su comunicado: habló de deseo de los países, y no de apertura irrestricta de créditos para invertir.
Kicillof aceptó todas las exigencias de los acreedores, porque el plan del Gobierno no es buscar fondos para la inversión productiva. El ministro sabe que necesita dinero financiero, para evitar que haya turbulencias cambiarias en el segundo semestre del año.
El programa que desempolvó es el llamado dentro del cristinismo “Plan Boudou”. El vicepresidente se lo presentó a Cristina a fines del 2011, pero Guillermo Moreno lo tumbó.
La intención era hacer lo que ahora copió Kicillof: salir a endeudar otra vez a la Argentina. El ministro ya habló con Goldman Sachs, JP Morgan y el Deutsche. Pero enfrenta un problema: aun con el acuerdo de ayer la tasa seguirá alta.
En cambio no tendrá el freno político de Moreno. El ex secretario mantuvo un encuentro secreto con Carlos Za-nnini y le pidió protección judicial en la causa por enriquecimiento ilícito y la demanda de Jorge Todesca. Pero Moreno volvió a Italia malhumorado. Za-nnini habló con los jueces de Cámara y le comunicó lo peor: los tribunales no lo pueden salvar frente a la avalancha de pruebas en su contra.
Es probable que el acuerdo de refinanciación de la deuda con el Club de París alcanzado la madrugada de ayer sea la medida de gobierno kirchnerista que más consenso haya logrado, por lo menos en los últimos tiempos. Sólo la izquierda más radicalizada se manifestó en contra. Desde Pro hasta el socialismo santafecino expresaron su apoyo.
Algo parecido pasó con las entidades empresariales. Apoyaron las que siempre lo hacen y también algunas con las que el kirchnerismo en el poder tuvo amargas disputas.
Domingo Cavallo , quien negoció con el Club en 1992 y que se encuentra en París para una reunión del Grupo de los 30, respaldó la decisión, igual que el presidente del Banco Ciudad, el economista Rogelio Frigerio.
Los dos lamentaron que no se haya hecho antes, y los punitorios acumulados por esa demora serán seguramente motivo de debate. Como con cualquier deuda, mientras mayor es la demora en pagar, mayor es el costo. El economista José Luis Espert lo calculó en alrededor de US$ 3800 millones. La información oficial del Ministerio de Economía dice que al 30 de septiembre de 2013 los pasivos acumulados, sin punitorios, eran de US$ 5921,52 millones. Y dedujo que la diferencia con los US$ 9700 millones que el país se comprometió a pagar es por los punitorios.
"Está bien, es correcto, tendrían que haberlo hecho hace diez años; y festejar un acuerdo con el Club de París nunca lo vi; si uno reestructura la deuda exitosamente, el Club es luego un mero trámite, como pasó en 1992", dijo Cavallo. Para él, el verdadero partido de la deuda se juega con los bonistas que no entraron en los canjes y continúan litigando en los tribunales de Estados Unidos.
La presidenta Cristina Kirchner quiso dejar sin argumento a los litigantes, al decir anoche que "esto demuestra que la Argentina no es un deudor serial". Es un saludable cambio de actitud en la misma presidenta que en 2012 dijo que si los tribunales de Nueva York fallaban contra la Argentina, no acataría la decisión.
Cavallo atribuyó la demora en las negociaciones a la exigencia argentina de dejar afuera al FMI, lo que según la Presidenta ocurrió y lo presentó como un hecho histórico.
Frigerio señaló que "por no cerrar este acuerdo hace varios años los intereses son mucho mayores; además hasta 2015 se pagarán unos US$ 1150 millones, y el resto, antes de que termine el próximo gobierno".
Hay quienes piensan que haber logrado eludir al FMI es producto de concesiones hechas por Kicillof, como no discutir los intereses y punitorios reclamando una quita, y que el plazo sea corto.
El Gobierno deberá incluir los pagos en la ley de presupuesto del próximo año y convalidar el acuerdo. El Club habrá logrado cambiar una deuda por la que no recibió nada en 12 años y medio en un pagaré. La aprobación por el Congreso haría también difícil revisar las deudas, como proponen Pino Solanas e Itaí Hagman, que quieren repudiar pasivos supuestamente acumulados durante la última dictadura.
La próxima administración tendrá que pagar el costo político de hacer los esfuerzos fiscales para pagar o el costo de caer nuevamente en default. ¿Por qué los acreedores rechazarían una oferta así? ¿O tiene más peso una opinión del FMI que un compromiso asumido por el Congreso.
ESPERANZAS
La esperanza es que el acuerdo reabra créditos para compras de maquinaria y equipamiento a tasas y plazos preferenciales. La Argentina necesita fuertes inversiones. Hasta ahora es muy difícil acceder al crédito a tasas razonables. La del 3% del acuerdo es más baja que la de los bonos emitidos para recomprar parte de las acciones de YPF.
Pero falta despejar otras dudas. La situación ante la justicia de los Estados Unidos es una. También, la prohibición de repatriar utilidades. ¿Por qué alguien se endeudaría para invertir en un país así? Y también el tema cambiario. ¿Ingresar divisas al cambio oficial y afrontar costos que suben con el blue? La brasileña Vale abandonó un proyecto millonario justamente por eso.
Tira de nuevo. Avanza un casillero.
La negociación exitosa en París entre el Gobierno argentino y los países que componen el Club de París abre una ventana de oportunidad inmejorable. Por supuesto, estarán quienes se imaginan una rápida emisión de bonos que logre nutrir las reservas del Banco Central y, de esa forma, levantar las restricciones a las importaciones que han profundizado el parate de la actividad económica.
Sin embargo, en Economía aún no cantan victoria. La estrategia es mostrarse medidos, cautelosos, un poco como cuando un entrenador de fútbol va cosechando victorias que lo acercan a la idea de campeonato.
En rigor, con el acuerdo con el Club de París la Argentina no obtiene un laudo; apenas si conserva las chances de no irse al descenso financiero. Hay que recordar que el próximo 6 de junio el Fondo Monetario Internacional deberá poner una etiqueta de “aprobado” sobre las estadísticas del Indec. En la mochila, el peso no es menor: el Fondo dictó una moción de censura contra el país y claramente dio instrucciones para hacer una versión mejorada de los indicadores. Para quienes tienen bonos argentinos atados al CER, este dato será clave.
Pero sin duda el punto central es el 12 de ese mismo mes, cuando la Corte Suprema de Estados Unidos defina la suerte del juicio contra los holdouts por u$s 1.500 millones.
Ahí es adonde apuntan todas las expectativas. Es que ya hay quienes señalan que, de mediar alguna resolución “puente”, la Argentina podría emitir bonos y pagarle a fin de año a los holdouts, ya que es entonces cuando cae la cláusula RUFO que establece que el país no puede darles ventajas en la negociación a quienes no entraron al canje.
A sólo algunas semanas del Mundial, la Argentina se jugará el suyo: la Corte debe definir si acepta revisar el fallo que obliga al país a pagar u$s 1.500 millones a los fondos NML Capital y Aurelius, entre otros, por la cláusula paripassu (tratamiento igualitario) de sus títulos en default.