Pasó un Día de la Minería más, aunque en un momento especial, nadie puede dudarlo: el gigante del que todos querían ser padres cayó este año estrepitosamente al piso y, por lo que se ve, levantarlo no será nada fácil. En el Gobierno de San Juan insisten en que la minería no es sólo Pascua-Lama porque siguen y seguirán en pie las minas Casposo, Veladero y Gualcamayo. Y es cierto, pero también es real que desde la desaceleración del proyecto binacional a comienzos del año pasado hasta la fecha, han quedado más o menos 10 mil obreros -unos 6 mil sanjuaninos entre ellos- en la calle.
De un golpe en la cara la actividad nos enseñó que cuando los gobiernos -como el Nacional- y los empresarios no son respetuosos con lo que hacen, pasa esto. Un ejemplo en carne viva es el secretario de Minería de la Nación, Jorge Mayoral, quien en las celebraciones por el Día de la Minería en Catamarca, protagonizó un berrinche político de película que lo describe de pies a cabeza. Entonces: no importa que un obrero trabaje 12 horas por día, se capacite todo el tiempo, abandone su familia cada 15 días u opere con 30 grados bajo cero, mientras los gobiernos y las empresas sigan teniendo \'mayorales\' en sus filas, las cosas no van a andar.
Sólo para que el lector no olvide cuál es el impacto de la minería en la provincia: hasta 2013 la minería representó el 38% del PBG provincial; hoy las exportaciones mineras representan más del 80% del total; la inversión total acumulada entre 2003 y el 2012 en capital, bienes, servicios y sueldo del personal alcanza los $37.140.230.120,00; y la lista de bondades sigue. Como ya se ha dicho varias veces en estas columnas, todo lo anterior fue posible gracias a la Ley de Inversiones Mineras que se sancionó a mitad de los noventa y que entregó a las empresas las garantías de estabilidad fiscal y judicial necesarias para asegurar sus inversiones en este país.
Las distintas y sucesivas gestiones políticas conservaron los alcances de esa ley hasta que un buen día llegó Cristina Fernández. Mezcla de desesperación económica e ideología urgente, la gestión K se encargó de hurgar a destiempo y quitar valor a un sector que es volátil en su concepción misma: prohibieron girar divisas obligando -inútilmente- a reinvertir, no controlaron la inflación, sancionaron la Ley de Glaciares, no supieron darle al dólar un valor razonable -$8 para vender y $11 para comprar- y tantas otras maravillas administrativas, echaron por tierra aquella seguridad que la Ley de Inversiones Mineras otorgó alguna vez. Mayoral no habla de todo eso en sus discursos, por supuesto. En Catamarca el funcionario destacó que en su gestión se pasó de 18 a 704 proyectos, de $660 millones invertidos a $14.024 millones, de 466 mil a 6,7 millones de metros perforados y de exportar $2.900 millones a $33.056 millones en la actualidad. No dijo tampoco que en su mandato siete provincias sancionaron leyes que prohiben la actividad y que Potasio Río Colorado y Pascua-Lama, las inversiones más grandes que alguna vez el país soñó tener, se fugaron mientras él estuvo sentado en el sillón de Secretario de Minería.
Para colmo se animó a protagonizar un berrinche que quedará en los libros de historia: armó un escándalo cuando se enteró que quien iba a cerrar los discursos del Día de la Minería era el gobernador de Buenos Aires y no él mismo. Fuentes de la gobernación de Catamarca indicaron que el funcionario se comunicó inmediatamente con su ministro Julio De Vido y que éste llamó a la gobernadora Lucía Corpacci para impedir a Daniel Scioli cerrar las celebraciones. Al final Mayoral cerró, pero a un costo altísimo: evidenció ante los medios y los empresarios la interna entre Scioli y el kirchnerismo. Testimonial.
Pero ojo que Mayoral no está solo. En el Gobierno tildan a Mauro Marinero, intendente de Iglesia, como otro que mete la pata seguido. Si bien el intendente nada tiene que ver con la caída de Lama, obvio, el hombre parece no medir el tamaño de las oportunidades que está desperdiciando. Para esta fecha del año pasado, por ejemplo, el jefe comunal respondía a este diario que con la plata de las regalías ha hecho en su departamento unas "600 obras chicas". Eso, por las críticas del ministro de Minería Felipe Saavedra, quien lo había cuestionado al decir que le gustaría que en Iglesia haya obras más estructurales con la plata de la minería. Marinero respondió con cordón cuneta, veredas, un Concejo Deliberante nuevo y otras construcciones parecidas. Huelgan las aclaraciones.
Igual, Marinero y Mayoral también están acompañados de otros: los exejecutivos de la minera canadiense Barrick que operaron en Chile mientras construían Lama hicieron su parte, hay que decirlo. Con la excusa de la urgencia, triplicaron los costos operativos del proyecto hasta hacerlo inviable, y lo hicieron en tiempo récord. Hoy algunos no están.
Para resumir: Mayoral, CFK, los exconductores de Barrick y el intendente de Iglesia, entre otros, deberían pedir disculpas a todos los sanjuaninos que creyeron en ellos, y que apostaron a la minería, pero que hoy están orando frente a la imagen de San Cayetano, esperando que Mayoral acabe su mandato.
