El Gobierno emitió ayer bonos por 6.150 millones de dólares para indemnizar a Repsol por la expropiación del 51% de las acciones de YPF. Es decir, el país se endeudó para cumplir el acuerdo y remover así el principal contencioso con España. Las relaciones bilaterales volverán paulatinamente al nivel de fluidez y amistad que siempre debieron existir entre Madrid y Buenos Aires.
La primera señal del nuevo tiempo post Repsol será la visita a España del canciller Héctor Timerman. En junio o julio (aún no está confirmada), el canciller argentino viajará como prólogo a la visita que realizaría después a la Argentina el jefe de Gobierno Mariano Rajoy.
El símbolo del deshielo con la visita del ministro de Relaciones Exteriores a Madrid supera, por supuesto, la estatura política del enviado del Gobierno argentino.
Ya se sabe que las orientaciones de ambas administraciones no coinciden ideológicamente. Cristina se sentía más cómoda cuando el socialista Rodríguez Zapatero atendía en el Palacio de la Moncloa, sede del gobierno español. La Presidenta le dio públicamente clases a Rajoy de cómo atender la crisis que sacudió a España, en ese tono condescendiente que solía usar Cristina, que para oídos entrenados –y otros no tanto– era una gastada.
La expropiación de Repsol y las retaliaciones españolas, básicamente en el bloqueo a la compra de biodiésel, provocaron más fricciones, que ahora han comenzado a disolverse con el arreglo del problema mayor.
Pero aún cuando los socialistas parecían más abiertos a los arrebatos izquierdistas de los funcionarios argentinos, fue Néstor Kirchner quien le serruchó el piso al entonces embajador de España en la Argentina, Carmelo Angulo. El diplomático, que luego recaló en México, fue reemplazado después de un pedido expreso de la Argentina para que lo removieran, un hecho insólito en la diplomacia. Se lo acusaba, extraoficialmente, de recibir a periodistas argentinos y darle información sobre cuestiones que Kirchner prefería ocultar. La forma en que Kirchner habría obtenido esos datos se desconoce, pero hay quienes sostienen todavía que habría habido escuchas telefónicas al embajador. Angulo, estuvo en el PNUD, era muy conocido por políticos y periodistas, y disponía de fluidos contactos locales.
Tumbado Angulo, fue reemplazado por Rafael Estrella, un ex senador socialista, que por seis años representó a su país en Buenos Aires y atravesó la última parte del gobierno de Néstor y todo el período posterior de Cristina. Fue testigo de una fuerte frase de la Presidenta al príncipe de Asturias sobre Repsol. Luego de Estrella, pasó Román Oyarzún, de bajo perfil, que atravesó el peor período.
Ahora llegó Estanislao de Grandes Pascual, un diplomático de carrera, para intentar reconstruir los vínculos dañados. Igual tarea tiene el embajador argentino en Madrid, Carlos Bettini.