En la película Back to the Future su protagonista, Mc Fly, vuelve 30 años al pasado. Al verla una vez más recordé qué hacía yo en 1984, en el retorno de la democracia, y advertí las coincidencias con el modelo kirchnerista en el manejo de la economía y las empresas públicas.
Recordé, por ejemplo, las dificultades para encarar obras de infraestructura importante, la tablita administrada del Plan Primavera y a presidentes de las compa-ñías eléctricas, abogados que me hablaban de 40 voltios en vez de 40 watts.
Retrocediendo algo más, unos 60 años, podemos llegar a 1926. Todo era pujante. Los servicios públicos eran privados, gerenciados por CADE y CEP. El Estado sólo se preocupaba por dar gratuitamente enseñanza, seguridad y salud.
Volviendo a los 80, los políticos decían que formaban parte de un círculo virtuoso, pero en realidad al aumentar los costos a la industria, éstos fabricaban productos más caros perdiendo competitividad. Los ciudadanos, lo que no pagaban en su boleta de luz o de gas, lo terminaban pagando en los productos elaborados a partir de una energía más cara, en especial los alimenticios, perjudicando por consiguiente a los que menos tenían.
Es la misma percepción que hay ahora sobre Aerolíneas, YPF, AySA, Edenor, Edesur y Metrogas. No siempre el crecimiento económico va de la mano con el crecimiento de los privados.
Pensemos que Edenor estuvo operada por la estatal Electricité de France (los franceses, los padres de la desregulación económica) y Edesur controlada ahora por otra empresa estatal ENEL. Evidentemente se puede ser exitoso tanto en la gestión estatal como en la privado.
¿Qué separa entonces a Electricité de France y Enel de la vieja SEGBA y AyEE? En 1995, tanto Edenor como Edesur ganaban aproximadamente $ 80.000.000 millones, invertían $/u$s 130.000.000, la Tarifa R1A era de $ 42 por bimestre y la Tarifa Industrial era de $ 1.388 por mes. En 2012, ajustado por el índice de precios mayoristas para ajustar al equivalente de pesos de 1995; tanto Edenor como Edesur pierden aproximadamente $ 150.000.000 millones, invierten $ 90.000.000, la Tarifa R1A es de $ 8 por bimestre y la Tarifa Industrial es de $ 540 por mes.
A nivel residencial estamos pagando 6 veces menos en términos reales la energía consumida y a nivel industrial 2,5 veces. Las empresas muestran un quebranto a nivel operativo Ebitda y los ingresos no alcanzan a cubrir los costos de explotación. Al igual que en los 80 la capacidad de financiar inversiones con recursos propios o de terceros resulta imposible en términos reales.
Las empresas estatales Electricitè de France y Enel no pierden plata y llevan adelante sus planes de inversión, porque tienen tarifas concordantes con la prestación de un servicio de calidad. Por eso SEGBA estaba condenada al fracaso y Edenor y Edesur están próximas a la estatización, habiendo en ellas representantes del Estado Nacional que conocen la situación hasta el último detalle.
La clave está en la sociedad de la que formamos parte y las condiciones del país. Tanto Electricitè de France y Enel consiguen fondos para hacer obras de infraestructura porque tienen el respaldo tarifario y el propio país genera recursos propios bajo el axioma que disponer de energía significa expansión económica, para producir cada vez más bienes y servicios. En la Argentina de hoy, que no tiene ni consigue grandes capitales, para hacer las obras de infraestructura necesarias se debe recurrir al capital privado, como lo hizo YPF con Chevron.
Cuando las reglas y los controles del Estado funcionan, la gestión privada es superior a la pública. Ello es debido a la mayor claridad en la gestión, porque las empresas son controladas por la Secretaría de Energía, la AFIP, las asociaciones de consumidores, la IGJ y el ENRE. En cambio, en la gestión pública, el control es una profusa y rígida legislación administrativa y el resultado operativo no tiene tanta importancia.
Las empresas privadas son más ágiles y es su propio capital el que corre riesgo, pudiendo perder la concesión si no cumple con la calidad exigida. En cambio en la empresa pública la administración se realiza con un presupuesto asegurado, y si no da el servicio que corresponde sólo recibe un cuestionamiento ético y moral.
En los países con nuestras características e idiosincrasia, al estar carentes de recursos, la gestión se politiza y se disponen de los fondos de la empresa pública para otras actividades. La empresa privada corre con ventaja: está obligada a invertir en su propio negocio para mantener la calidad de servicio. El problema somos nosotros mismos y por lo tanto debemos concentrarnos en lo que debemos hacer prioritariamente.
* Ex Responsable de Mercados Eléctricos ENRE Ex Pte de Sodigas Pampeana y Sur