No puede ser más inquietante el momento político y económico para el Gobierno y para el país, después de la delirante idea que probó el Poder Ejecutivo sin éxito, sugiriendo que se intentaría dolarizar los impuestos a las viviendas y propiedades en general.
Además de la comedia entre ministros, en términos de caja se va probando que el oficialismo carece de fuerza política para seguir aumentando impuestos, mientras que los gastos se indexan por inflación. La emisión piso que promete el reputado Juan Carlos Fábrega para este año orilla 30%. Algo menos si lo logra que en 2013, como festejar que se cae de un piso séptimo en lugar del piso 12. Más gastos con menos recaudación significan más emisión, más inflación y más devaluación. La inflación anualizada de noviembre, diciembre y el proyectado de enero acaricia 50% anual. La devaluación del dólar oficial en diciembre, anualizada, supera 100%.
También surgen elementos que revelan claramente fatiga de combate en el equipo de Gobierno. Ni siquiera se les ocurre desempolvar viejas ideas, como subir el precio de los cigarrillos que por la inflación se retrasaron a valores ridículos contra los precios de países limítrofes (medida que afecta al 25% de la población y lo aplauden los médicos), que les hubiera aportado unos $ 5.000 millones al año, casi el triple de lo que se hubiera recaudado con el insólito impuestazo a las propiedades, Un desastre que hubiera, además, partido definitivamente el bloque oficialista en el Congreso.
Toda la estrategia del Gobierno en materia económica ahora vuelve a estar amenazada por el trotecito veraniego del dólar y las expectativas inflacionarias para 2014 que se aceleraron y se ubican piso entre 35% y 40%. Hay muchas expectativas puestas en lo que pueda lograr Fábrega al frente del Banco Central. Pero a pesar de una tibia corrección, todavía las tasas de interés siguen siendo muy negativas respecto de la inflación. La estrategia de achicar la brecha acelerando la devaluación del oficial no ha dado resultado. Se duplicó la inflación y se mantiene firma la pérdida de reservas. Ni siquiera tiene la independencia el Banco Central para disponer una medida del más absoluto sentido común: la emisión de billetes de 200 y 500 pesos.
Sin ajuste de gastos, con inflación, devaluación y pérdida de reservas que se aceleran, la inquietud del establishment político y económico no da tregua y complica el descanso en vacaciones. En las empresas a niveles de alta dirección ejecutiva, nadie puede irse más de una semana. A nivel político, la novedad entre empresas es la híper actividad de Daniel Scioli, mucho más en Buenos Aires que en Mar del Plata, su habitual bunker del verano. Almuerza cada vez más seguido con economistas y dirigentes políticos en pleno micro centro, en las oficinas frente al Banco Provincia. Dice que se está preparando para ser Presidente, y junta especialistas para formular un plan de gobierno. Acaba de sumar a Mario Blejer a su equipo de asesores económicos y también a Miguel Bein, un experimentado economista que conoce hace años al sector público y mantiene fluidos vínculos con el mundo financiero. Fue, en rigor, uno de los especialistas que más acertó los últimos años en términos de pronósticos macro y de finanzas. Ahora cree que el modelo aguanta hasta 2015, solo que con bajo o nulo crecimiento, conflicto social, alta inflación y fuerte restricción externa por la falta de dólares. Una agonía lenta que desespera a Scioli y a todos los que gestionan, como oficialistas, bajo los colores de peronismo. La gente sabe que Daniel es otra cosa, dicen a su lado y aspiran a poder demostrar caminos de gestión diferentes en la provincia que a nivel nacional.
Sergio Massa, se sabe, intenta devaluar a Scioli y quedarse con el apoyo de los barones del conurbano, viejos y renovados. Supone que la crisis económica y social no solo se lleva puesta a Cristina, sino también a Scioli. Y se presenta como el único peronista que garantiza un triunfo en el ballotage contra la nueva Alianza UCR-Socialistas. Después de su impactante triunfo en Buenos Aires, logró importantes adhesiones fotográficas de dirigentes reputados y moderados del PJ, pero no termina de fraguar un espacio donde confluya todo el peronismo detrás de su figura. Sergio cree que los votos son de él, y no del voto útil contra los Kirchner que una vez fue para De Narváez y ahora para Massa, insisten los que pretenden bajarle el precio al intendente de Tigre.
Todo bastante paralizado, a la espera del próximo experimento presidencial. Desde que perdió las elecciones el año pasado, la Jefa de Estado parece inmersa en un proceso de prueba y error, afectado desde luego por su obligada ausencia durante su recuperación. Con resultados catastróficos: más inflación, más devaluación, menos reservas, menos confianza, peor empleo, y elevada crispación social por los cortes de luz y la extrema inseguridad. Las últimas horas muestran a un Gobierno que ya no puede sostener sus argumentos, ni siquiera los que se presentaron hace 48 horas.
Claro que lo que está en freno es el modelo, no Cristina. La Presidenta seguirá dando batalla en tanto la acompañe la salud. Los infortunios de la gente y su Gobierno, para ella, solo confirman su convicción de que existe un eje del mal trabajando para voltearla.
De modo que a prepararse para el próximo disparate ya anunciado: el intento de reformar los códigos Civil, Comercial y sobre todo Penal, capítulos que prometen para los argentinos tremendas emociones en las semanas por venir.