Tradicionalmente, por motivo de las fiestas de fin de año y el comienzo de las vacaciones, en diciembre la gente aumenta la tenencia de pesos en su poder.
Una contracara es que también las empresas, por tener que pagar sueldos, aguinaldos y compensaciones, suelen desprenderse de dólares para conseguir pesos que, en el último mes de año, resultan un bien escaso al punto que hace subir fuerte la tasa de interés.
Esa búsqueda de pesos determina un escenario de tranquilidad para el dólar paralelo y el diciembre pasado no fue una excepción: se mantuvo estable.
Claro que, también tradicionalmente, en enero, cuando los pesos vuelven al mercado y algunas empresas y ahorristas deciden recomponer su tenencia de divisas, la realidad es otra. En esta ocasión ese cambio de escenario tiene como trasfondo y fundamento el ajusteque puso en marcha la Presidenta con el nuevo equipo de Capitanich, Kicillof y Fábrega.
Con la aceleración vertiginosa de la devaluación del peso en diciembre (el dólar oficial subió 6,5 por ciento en el mes, que proyectado da un ritmo de 100 por ciento anual), el aumento de 66 por ciento en las tarifas del transporte, la suba de las naftas y el aumento de los alimentos, el ajuste se empezó a sentir con intensidad. Ahora pareciera que el dólar paralelo, que ayer tocó 10,93 pesos, no quiere perder terreno en la carrera.
El resultado tiene una lógica: desde comienzos de diciembre se desató en el país una fuerte puja por la distribución del ingreso y el árbitro aparece difuso.
Las Policías de varias provincias pararon, protestaron y lograron aumentos importantes. Intendentes y gobernadores anunciarontarifazos e impuestazos para poder hacer frente a los gastos y hasta uno de ellos llegó a amenazar con la posibilidad de emitir cuasimonedas.
El Gobierno, entre tanto, acelera la devaluación para darle “competitividad” a las empresas. Y, aunque nunca lo reconocerá públicamente, para hacerle ganar pesos al Banco Central al valuar las reservas de divisas a un tipo de cambio mayor. Y, por otra parte, vía inflación, hace caer el poder de compra de los salarios para achicar el consumo.
La puja es acelerada y cobró relevancia cuando los jefes de Gabinete y de la AFIP anunciaron que se buscaría aumentar en forma significativa la recaudación del impuesto a los Bienes Personales revaluando el precio de las propiedades.
La Presidenta los frenó y los dejó dando vueltas en el aire. Hubiese sido otro golpe de gracia para el ya alicaído mercado inmobiliario pero, además, puso muy en evidencia que al Tesoro no sólo le escasean los dólares, sino también los pesos.
Mientras tanto, el paralelo vuelve a ser un indicador de que ante un ajuste intenso, hay quienes buscan protección. Y la política económica parece no encontrarle una respuesta, por lo menos en un corto plazo, a tanto parche económico.