IAPG ENCABEZADOPAN AMERICAN ENERGY (CABECERA
CINTER ENCABEZADOTGN
SACDE ENCABEZADOSECCO ENCABEZADO
KNIGHT PIÉSOLD ENCABEZADO
SERVICIOS VIALES SANTA FE ENCABEZADO MININGTGS ENCABEZADO
WEGRUCAPANEL
Induser ENCABEZADOSAXUM ENGINEERED SOLUTIONS ENCABEZADO
GSB CABECERA ROTATIVOFERMA ENCABEZADO
METROGAS monoxidoMilicic ENCABEZADO
INFA ENCABEZADOPIPE GROUP ENCABEZAD
cgc encabezadoGenneia ENCABEZADO
EMERGENCIAS ENCABEZDOPWC ENCABEZADO ENER
WIRING ENCABEZADOWICHI TOLEDO ENCABEZADO
METSO CABECERACRISTIAN COACH ENCABEZADO
BERTOTTO ENCABEZADOOMBU CONFECATJOFRE
Argentina lithium energyALEPH ENERGY ENCABEZADONATURGY (GAS NATURAL FENOSA) encabezado
DEBATE
Morales Solá: Sola y con un equipo agotado. Scibona: Malos diagnósticos, peores tratamientos
06/01/2014

Sola y con un equipo agotado

La Nación. Por Joaquín Morales Solá

La Presidenta tiene un problema: se ha quedado sin gobierno. Su larga ausencia, obligada primero y voluntaria después, y los graves conflictos que padeció su país mostraron funcionarios gastados, incapaces de resolver los problemas, desprovistos de cualquier sensibilidad política. Ya es casi palpable la necesidad política de Cristina Kirchner de hacer cambios profundos en su equipo de gobierno para enfrentar los últimos dos años, que son los más difíciles de todas las administraciones. Podrá negarse a hacerlos, como se negó siempre, pero es una alternativa que la condenará a irse acompañada por el mal recuerdo de los argentinos.

El ministro más popular por su ineficacia es, sin duda, Julio De Vido. Lleva diez años sentado en la misma poltrona y los problemas de su cartera no han hecho más que agravarse. Es su responsabilidad, por ejemplo, la caída vertical del stock energético del país. En sus manos, y en las de Alicia Kirchner, está la mayor parte del presupuesto del gobierno nacional. Es tan automática como previsible la reacción de De Vido con cada corte masivo de electricidad: todo es culpa de las empresas distribuidoras de electricidad. O de gas o de petróleo, según lo que falte. Aunque eso fuera cierto, es también su culpa no haber controlado la gestión de las empresas de servicios públicos durante más de una década.

De Vido es el autor intelectual de un sistema confuso de subsidios para las tarifas. Los usuarios pagan poco y nada.

En el caso de la electricidad, el Estado reemplaza ese dinero con subsidios que van a parar a Cammesa, la compañía administradora del comercio mayorista eléctrico, que debería entregarles a las empresas la diferencia entre lo que cobran y lo que deberían cobrar. Esos recursos nunca llegan en tiempo y forma. Las inversiones, por lo tanto, se demoran o directamente no se hacen.

El mecanismo en sí mismo, subsidios del Estado en lugar de tarifas razonables, es ya oscuro y permeable a la corrupción. Ni siquiera existen tarifas sociales para asistir a los más pobres. El Gobierno prefirió subsidiar a todos los usuarios de las grandes empresas eléctricas. El conflicto de 2008 con el campo, por la resolución 125 sobre retenciones a la soja, se originó precisamente en la necesidad del Gobierno de seguir subsidiando los servicios públicos en un mundo que ingresaba en una de sus grandes crisis económicas.

En el ministerio de De Vido se concesionaron todas las obras públicas de la década kirchnerista, las grandes y las pequeñas. Las denuncias de corrupción han sido constantes y esos supuestos hechos provocaron la renuncia de un gobernador de Santa Cruz, Sergio Acevedo, que no aceptó avalar un sistema sospechoso de inmoralidad. Dos años después del acceso del kirchnerismo al poder, varias embajadas importantes recibieron denuncias de empresas extranjeras de que en la cartera de De Vido se pedían retornos. Esa información fue consignada en esta columna. De Vido confeccionó entonces una carpeta con cartas de empresas de capitales externos en las que aseguraban que no habían recibido pedidos de sobornos. El ministro se aprestaba a dar una conferencia de prensa con esa carpeta cuando un funcionario de Kirchner lo apartó del ridículo.

De Vido fue preciso en una sola cosa: nunca se hizo cargo de los funcionarios de su ministerio acusados de hechos corruptos. Siempre dejó trascender que tanto Ricardo Jaime como Claudio Uberti, para poner dos ejemplos, no le respondían a él, sino a Néstor Kirchner. Con todo, el silencio es su actitud más permanente. Sólo habla cuando los problemas estallan en sus narices y enfurecen a la sociedad. Habla, eso sí, para señalar un culpable que no es él o para denunciar una conspiración inverosímil. De Vido es, según todas las encuestas, la voz menos creíble del Gabinete.

Durante los recientes cortes de luz, que todavía afectan a muchos argentinos, la Presidenta pudo entregar la cabeza del secretario de Energía, Daniel Cameron. A Cameron lo pescaron jugando al golf en medio del vasto sufrimiento social. Cristina Kirchner sabe, no obstante, que Cameron es el único funcionario de De Vido que anticipó, hace ya muchos años, que la política de subsidios a las tarifas terminaría en un colapso del sistema energético. "Es culpa de tu amigo", le decía a Néstor Kirchner, aludiendo a De Vido, cuando comenzaron los problemas con la energía.

A pesar de todo, el silencio y la lejanía actuales de Cameron no lo eximen de su propia culpa, aun cuando haya hecho lo que no quería hacer. Su renuncia no habría resuelto ahora ningún problema, pero hubiera sido un gesto de la Presidenta de solidaridad con los miles de argentinos condenados al peor fin de año desde la gran crisis de 2001.

Puede ser que a Ricardo Echegaray, el duro jefe de la AFIP, le deban más de doscientos días de licencia, como él asegura. El problema de Echegaray es más grande que un lujoso viaje a Río de Janeiro. Es el primer jefe de la AFIP de la democracia que rompió el secreto fiscal y colocó los datos personales de los ciudadanos en manos del poder político. Es también el primer jefe de la agencia impositiva que usó a ésta para la persecución política de adversarios y disidentes. De hecho, en su pobre explicación del caso de Río de Janeiro deslizó párrafos sugestivos sobre su conocimiento de las declaraciones de bienes de varios dirigentes políticos.

Es poco frecuente, de todos modos, que un funcionario común y corriente compre pasajes de avión en clase ejecutiva, para él y su familia, para hacer un viaje de sólo dos horas. Mucho menos lo es que ese mismo funcionario se aloje en uno de los hoteles más caros de Río de Janeiro durante las fiestas de fin de año, los días con tarifas más elevadas en esa ciudad brasileña. Tampoco puede ser casual que sean padres de compañeros de escuela de sus hijos los que integraban su comitiva, padres que, además, están vinculados al negocio aduanero, que depende de Echegaray.

De esa comitiva salió la cruel golpiza a un equipo periodístico de televisión, paliza que, para peor, Echegaray insinuó que podría no haber existido. En su increíble justificación de todo lo que sucedió en Brasil, llena de supuestas conspiraciones promovidas por enemigos presidenciales, pareció repetir el esquema de todos los funcionarios cristinistas: le hablan en público a la Presidenta. Tratan de frenar el despido diciendo las cosas que Cristina quiere oír. Hizo también aseveraciones que no son ciertas, como que la autorización de compra de dólares para los viajeros se hace de acuerdo con la capacidad contributiva de cada solicitante. La AFIP fijó, en rigor, un tope de 60 dólares por día para cualquier contribuyente.

Una lástima: Echegaray es, a pesar de sus prepotencias y de sus métodos ilegales, uno de los pocos funcionarios económicos que tiene algunas ideas sensatas sobre la economía. Ya no es suficiente. Ha cometido demasiados errores políticos y convoca demasiada impopularidad como para seguir siendo funcionario de un gobierno débil.

Axel Kiciloff no hubiera sido ministro de Economía de ningún presidente, desde Raúl Alfonsín hasta Néstor Kirchner. La incubación de la injustificada crisis económica actual lo tuvo a él como un decisivo funcionario de Economía, incluido el cargo de poderoso viceministro que ocupó hasta que lo desbancó del todo a Hernán Lorenzino. Héctor Timerman es una anomalía en la conducción de las relaciones exteriores argentinas. Jamás el país estuvo tan aislado como ahora ni se llevó peor hasta con sus vecinos más imprescindibles, como Brasil, Chile y Uruguay. Timerman es un capricho de la Presidenta, porque hasta ella misma sabe que es un canciller que el país no se merece.

El país y la sociedad parecen no tener ley. Es la anomia. En los últimos días, la autopista Illia, uno de los principales accesos a la Capital, estuvo cortada por piquetes durante casi una semana. Era poca gente que le reclamaba al gobierno nacional un subsidio especial para comprar terrenos. Ni el ministerio de Alicia Kirchner ni el de Seguridad pudieron hacer algo para desbloquear ese acceso. Paralelamente, otro sector social, más bien de clase media, llenó la ciudad de protestas y de piquetes por cortes de luz que se extendieron durante más de dos semanas. Ni De Vido ni las empresas eléctricas pudieron hacer nada para restaurar cierto clima de serenidad en la ciudad conquistada por el caos.

Cristina creyó siempre, y sigue creyendo, que el despido de sus funcionarios es un acto de debilidad. Por eso los retiene, a pesar de que a veces estalla de furia contra muchos de ellos. Pero ¿qué mayor gesto de debilidad que la refinanciación de las deudas de las provincias a cambio de apoyo político de los gobernadores? ¿No era cristinista, acaso, la mayoría de esos gobernadores? Casi todos esos gobernadores están convencidos, ahora, de que Cristina Kirchner se ha quedado sola, al frente de un gobierno que se parece a los restos de un naufragio.

Malos diagnósticos, peores tratamientos

La Nación. Por Néstor Scibona

Las políticas populistas conducen a una alta inflación y a crecientes desequilibrios macroeconómicos cuando escasean los recursos. Esta máxima, repetida por economistas ortodoxos y heterodoxos racionales, se está haciendo realidad para el gobierno de Cristina Kirchner. Sólo que los propios ejecutores de esas políticas se encargan de negarlo y de buscar culpables ajenos para los errores propios. Con diagnósticos equivocados, los tratamientos para resolver los problemas no pueden ser acertados.

Si hubiera que atenerse a las inverosímiles estadísticas del Indec, el índice de precios al consumidor acumularía un aumento de apenas 82,7% en el período de casi siete años comprendido entre noviembre de 2013 (último dato disponible) y enero de 2007, cuando comenzó a falsificarse sistemáticamente el indicador. Para el rubro alimentos y bebidas, el alza sería algo inferior (73,8%). De ser cierto, la inflación de estos 83 meses habría promediado 9,9% anual (y 8,8% en alimentos) que, aún con ser alta para los actuales estándares internacionales y regionales, no habría justificado los rústicos controles de Guillermo Moreno, ni las multas y juicios a economistas por contradecirlo, ni haber homologado en paritarias aumentos salariales superiores al 20% anual a lo largo de casi todo el período. Tampoco que la recaudación impositiva haya subido 26,3% el año pasado, algo por debajo de la verdadera inflación que sufren los consumidores.

El "acuerdo" de precios que rige desde hoy para una canasta de 200 productos de consumo masivo, con ser algo más realista en su composición y civilizado en los modales, no escapa de la concepción morenista-kirchnerista de que el Estado debe controlar los precios para "defender la mesa de los argentinos", que en estos siete años tuvo un incremento acumulado no inferior a 400% pese a haber pulverizado exportaciones de trigo y de carnes, que hoy podrían aportar divisas a las alicaídas reservas del Banco Central.

No tiene por detrás un plan antiinflacionario que lo respalde y la aceleración del ritmo de devaluación del peso lo coloca prematuramente en jaque. De ahí que vaya más allá en dos cuestiones: la posibilidad de ajustar trimestralmente los precios fijados en función aumentos comprobables de costos y el control de márgenes en la cadena de producción y comercialización. En suma, una parafernalia de planillas y negociaciones que difícilmente aliente a las empresas incluidas a invertir más para aumentar la oferta y el empleo. Y, a las que no lo están, a contener los precios en una economía donde la inflación sube cada año uno o dos escalones, ahora más por la presión de los costos que de la demanda.

Aunque uno de los objetivos no declarados de este intento de poner paños fríos a un puñado de precios es moderar los reclamos salariales en las próximas paritarias, los ajustes trimestrales lo tornan más voluntarista. La idea de fijar una pauta salarial de 18% se hace imposible de sostener, aún para los gremios por ahora aliados al oficialismo. Y si las paritarias se reabrieran cada tres o seis meses, como lo insinúa el sindicalismo opositor, el remedio puede ser peor que la enfermedad.

Siempre para el gobierno de CFK estará a mano el recurso de atribuir la inflación a las empresas "formadoras" de precios y/o a los supermercados y comercios que los remarcan. Pero en los últimos años la estructura de producción y comercialización no cambió tanto como para suponer que las mismas empresas que eran "buenas" en el período 2003/2007, cuando Néstor Kirchner mantenía sólidos superávits fiscal y externo y un tipo de cambio real competitivo, se transformaron luego en "malas" cuando la inflación pasó a ser de dos dígitos anuales y en ascenso. Aunque muchas empresas puedan beneficiarse con alta inflación, lo que cambió fue la política macroeconómica con el viraje de 180 grados producido en noviembre de 2011.

ENDOSAR COSTOS

Todos los problemas macro que CFK podía haber encaminado gradualmente a un costo razonable tras el respaldo político que le aportaba la reelección con el 54% de los votos, se agudizaron en los últimos dos años. Y provocaron que la economía dejara de crecer a "tasas chinas", sin que la inflación dejara de subir.

Este error de diagnóstico nunca fue admitido, aunque haya sido camuflado bajo el discurso de "profundizar el modelo". Desde el cepo cambiario, el Banco Central perdió reservas por 17.000 millones de dólares, buena parte de los cuales se destinaron a pagos externos del Tesoro ante la desaparición del superávit fiscal. De ese total, 12.800 millones correspondieron a 2013, casi el mismo monto que insumieron las importaciones de gas natural y combustibles. El creciente déficit energético obligó además a endurecer las trabas a las importaciones de otros insumos, repuestos y equipos. En ese lapso, el dólar oficial fue ajustado 53,6% (32% el año pasado), mientras el paralelo subió 120% y la brecha cambiaria se ubica ahora en 55%. El déficit fiscal consolidado (Nación y provincias) trepó a 4% del PBI en 2013, pese a la presión tributaria récord y debe ser financiado con emisión del BCRA (más de $ 90.000 millones) y aportes de la Anses, ya que el aumento del gasto público mantuvo un piso de crecimiento superior a 32% anual. Una cuarta parte del gasto ($ 140.000 millones) corresponde a los crecientes subsidios a la energía, el transporte y las empresas públicas. Y si la emisión monetaria no fue mayor el año pasado (25%), fue porque el BCRA debió vender más dólares de los que compró en el mercado cambiario y absorbió pesos.

Todo este deterioro aumentó la desconfianza en la política económica. Una prueba fue el rotundo fracaso del blanqueo gratuito de dólares en negro (ingresaron poco más de 600 millones de dólares, frente a una expectativa oficial de 4000 millones), a pesar de lo cual a acaba de ser prorrogado hasta el 31 de marzo. Si bien revela la necesidad del Gobierno de hacerse de divisas mientras trata de gestionar créditos externos (a la inversa de la proclamada política de desendeudamiento), también indica la intención de manejar la economía trimestre a trimestre, como ocurre también con la refinanciación de la deuda de las provincias con la Nación.

La gran mayoría de los economistas que pronostica para este nuevo año un menor crecimiento del PBI (1%/2%) y una mayor inflación (cercana a 30%), parte de la base de que el gobierno de CFK no cambiará de rumbo ni de diagnóstico y tratará de emparchar los problemas como pueda hasta fin de 2015. De ahí que el sector privado también tratará de cubrirse como pueda.

Otra prueba -más patética- de esta presunción fue el insólito suplemento de cuatro páginas que el ministro Julio De Vido publicó con el título "Un año de grandes avances en materia energética", justo cuando arreciaban los cortes de luz de fin de año. Hasta el diario elegido -Tiempo Argentino (subsidiado por publicidad oficial)- tuvo la prudencia de editarlo como "espacio de promoción". No es menos autista que adjudicar toda la responsabilidad de los apagones a Edenor y Edesur después de una década de falta de planificación y precios disparatados para la energía. Casi lo mismo que culpar al almacenero por la inflación.


Vuelva a HOME

;