La recuperación en el nivel de actividad económica experimentada en los últimos años generó una mayor demanda de energía, tanto desde el sector productivo como del residencial. En paralelo, como resultado de los bajos precios regulados entre otros factores, hubo una significativa reducción en la inversión en exploración en petróleo y gas. Esto, sumado a la caída en los rendimientos de algunas cuencas por el progresivo agotamiento, generó como natural consecuencia la declinación de producción y la pérdida de reservas de hidrocarburos y sus derivados. El resultado es la necesidad de importación de energía requerida para sostener los actuales niveles de demanda.
Por otra parte, la exploración y explotación de nuevos recursos requiere no sólo de tiempo, sino también de inversiones de dinero con sus riesgos geológicos asociados. El anunciado acuerdo entre YPF y Dow Argentina, o el suscripto hace dos meses por Chevron e YPF son sólo algunos ejemplos de la intención de las empresas, en avanzar mediante acuerdos, en la construcción de confianza entre firmas privadas para la exploración de los recursos no convencionales de nuestro país.
La producción que se logre permitirá recuperar parcialmente en el mediano plazo, las reservas de gas y petróleo, comenzar el proceso de reducción del déficit energético y eliminar las crecientes importaciones de gas natural y combustibles líquidos, que de acuerdo con datos del Indec, en agosto registraron un crecimiento del 103% interanual, por un total de UU$ 1548 millones. En los primeros ocho meses del año, el país desembolsó US$ 9029 millones para satisfacer el consumo interno, 29% más que los U$S 7020 millones acumulados en igual período de 2012, lo que marca una tendencia preocupante.
Entendemos que para estimular y consolidar estos acuerdos es necesario establecer de condiciones que garanticen un escenario legal previsible, mediante la revisión de un marco regulatorio. Esta norma debería asegurar los siguientes aspectos: una política de precios que permita generar niveles de rentabilidad adecuados y el repago de la inversión; la facilitación de las operaciones de pagos a proveedores del exterior; la eliminación progresiva de los derechos de exportación; la implementación de regulaciones específicas para el cuidado del medio ambiente; la libre importación de equipamiento y suministros requeridos para incrementar la competitividad y la mejora en la capacidad de servicio instalada en el país. A eso debería sumarse el consenso formal con los sindicatos tanto en el proceso de construcción como desarrollo de las exploraciones que mitiguen las contingencias de paradas.
En este escenario, los recursos no convencionales representan hoy una oportunidad para la Argentina que, según un informe por la Agencia de Energía de los Estados Unidos, contaría con la segunda ubicación a nivel mundial en recursos globales de shale gas (tan sólo después de China) y cuarta en recursos de shale oil, (por detrás de Rusia, Estados Unidos, y China).
Como ejemplo sirve mencionar el impacto que tiene en la matriz energética en los Estados Unidos este tipo de producción no convencional, para la cual es un requisito indispensable la tecnología de estimulación de pozos por fractura hidráulica, que si bien sus primeros usos se remontan hacia principios del siglo XX, fue perfeccionada entre 1943 y 1947 y patentada y empleada comercialmente por primera vez en 1949 en Texas.
A mediados de los 90, Estados Unidos empleaba a un millón de personas y este año llegara a los 2,5 millones de personas dedicadas a la explotación no convencional de hidrocarburos. En 2011, los no convencionales representaban 34% de la producción y los cálculos para 2015 indican que ese porcentual treparía al 43%, llegando al 60% en 2035.
El desafío es entender la oportunidad que representa para el país, y comprender que su aprovechamiento dependerá de la generación de un escenario propicio para la llegada de inversiones de largo plazo tan necesarias para estos desarrollos. Todo esto, sin desatender una explotación eficiente, responsable y sustentable, que con adecuados niveles de control garantice minimizar el impacto socioambiental. Una oportunidad hoy que, de la mano de un ambiente de negocios adecuado, podrá asegurar un horizonte energético optimo convirtiéndose en fuente de riqueza genuina y crecimiento.