Después de complejas y trabajosas negociaciones mantenidas en Ginebra entre el grupo de naciones que son miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania, por una parte, e Irán, por la otra, acaba de alcanzarse un importante acuerdo interino sobre el peligroso programa nuclear iraní.
Para la paz y seguridad del mundo esto es claramente una excelente noticia, aunque, en rigor, lo cierto sea que sólo se trata del comienzo de una labor delicada que debe ahora profundizarse y continuar hasta alcanzar un acuerdo completo y de carácter permanente, que avente todas las dudas sobre la posibilidad de que Irán se convierta en una potencia militar nuclear, lo que es, desde hace rato, una pesadilla para la comunidad internacional.
Irán ha convenido en no enriquecer uranio por encima del 5 por ciento y ha aceptado una progresiva neutralización de sus inventarios de uranio enriquecido al 20%, es decir, de aquel que es apto para llegar rápidamente al nivel de enriquecimiento necesario para las armas nucleares. Además, ha convenido en desconectar los lazos entre sus distintas instalaciones donde funcionan simultáneamente cientos de centrífugas enriquecedoras de uranio. También en congelar, al menos por ahora, el funcionamiento de un reactor capaz de generar plutonio, que también podría usarse para producir armas atómicas y que aún está en proceso de construcción.
A cambio, ha logrado una primera flexibilización del duro régimen de sanciones económicas que parecería ser la razón principal de que Irán accediera a negociar, acuciado por una economía paralizada en grado sumo por efecto de esas sanciones. Particularmente en lo que se refiere a posibilidades de exportar petróleo.
El acuerdo alcanzado es un bienvenido éxito de la diplomacia y del coherente andar conjunto de la comunidad internacional. No obstante, queda claro que su viabilidad dependerá en el futuro de la eficiencia y efectividad con la que funcione el régimen de inspecciones, control y vigilancia que deberá edificarse.
Hay quienes ven en la amenaza de un Irán nuclear un desafío a su propia existencia. Éste es ciertamente el caso de Israel, y hay también otros que sospechan de la sinceridad de Irán, país al que sus reiteradas conductas pasadas incumplidoras y engañosas parecerían condenar a ser objeto de una desconfianza permanente. El segundo es el caso de los países del Golfo, incluyendo Arabia Saudita, Qatar y Kuwait.
Para un políticamente debilitado Barack Obama, el acuerdo, que supera 34 años de desconexión entre su país e Irán, es una oportuna bocanada de oxígeno. A su vez, para el presidente de la teocracia iraní, Hassan Rohani, debe considerarse un triunfo sobre el ala conservadora, intransigente, de los clérigos locales.
Para Medio Oriente se ha encendido una luz de esperanza que permite pensar en que ahora se pueda avanzar en algunos otros de los temas pendientes, como son el de Siria y las negociaciones entre Israel y Palestina. Para la paz y seguridad del mundo, como hemos dicho, significa un innegable paso adelante..