Los cambios se vivieron aceleradamente.
El directorio de Repsol aprobó ayer en Madrid la propuesta de indemnización del gobierno argentino por la expropiación del51% de las acciones de YPF.
Al mismo tiempo, en Buenos Aires, el Banco Central le ofrecía al mercado bonos dolarizados (Bonar 2017) para bajar a $ 8,60 el dólar conocido como “contado con liquidación” y presionar un descenso del paralelo que terminaba en torno a $ 9,68.
En lo que pareció un vuelco de campana para los operadores del mercado cambiario, todo lo que hasta hacía poco subía, ahora empezaba a bajar.
Esa sería la primera respuesta a una creencia que, con el paso de las horas, se fue apoderando de los operadores: el Gobierno no hará una devaluación brusca del peso, ni un desdoblamiento cambiario, y abrazaría la ruta ya elegida de acelerar el ritmo de aumento del dólar oficial en el intento de superar el atraso cambiario.
Casi como por arte de magia, en la última semana se dejó de hablar de la posibilidad de gravar los viajes al exterior (dicen que la Presidenta no quiere porque eso podría dañar la actividad de Aerolíneas) así como tambiéndesaparecieron del vocabulario oficial siglas como los bonos Cedin, destinados a reaminar la actividad inmobiliaria, o los Baade, para inversión en energía, que hasta hace poco eran una fuente de esperanza de divisas para el Gobierno.
Dejar de lado la posibilidad de una devaluación brusca, una definición nunca escrita, pero sí ratificada por la Presidenta, llega en un momento particular de la historia económica argentina.
Ocurre después de dos años en que tanto los ahorristas pequeños, medianos y grandes, las empresas y los bancos no hicieran otra cosa que comprar dólares o bonos dolarizados tras la idea de que el dólar estaba atrasado y en algún momento sobrevendería un salto cambiario.
El paralelo de $ 10 fue un reflejo de esa carrera en la búsqueda de cobertura de los tenedores de pesos.
Pasó el cambio de gabinete, se fueron sin pena ni gloria Abal Medina, Mercedes Marcó del Pont y Guillermo Moreno y llegaron Jorge Capitanich, Axel Kicillof y Juan Carlos Fábrega.
Pasó el fin de semana largo y a cambio de un salto del dólar llegó la ratificación de la política de acelerar el ritmo de suba del oficial.
Además, la noticia de que estaba avanzado un acuerdo con Repsol por YPF despertó la expectativa en que, finalmente, el mismo gobierno que había dicho que nunca compensaría a la petrolera española, ahora está dispuesto a pagar para superar un conflicto que le dificultaba conseguir inversiones nuevas para explotar lo que se considera sería la principal fuente de riqueza para el país en los próximos 20 años: el yacimiento de gas no tradicional de Vaca Muerta, en Neuquén.
Y que ese mismo gobierno que había jurado que nunca emitiría un bono más ni buscaría acceder a los mercados, ahora podría llegar a emitirlos, valuados en dólares, con garantía y por el equivalente a US$ 5.000 millones y a una tasa que, según las versiones, no sería inferior al 7% anual.
Bingo, gritaron algunos operadores que esperan celebrar un retorno del Gobierno a los mercados en la búsqueda de divisas especulando con que en la Argentina existen precios retrasados de muchos activos que son fuente de ganancia potencial.
La suba de las acciones en la Bolsa de Comercio en los últimos tiempos son un antecedente.
También lo serían el aumento de las consultas y ofertas en algunas inmobiliarias. Todo incipiente y selectivo pero algo se mueve.
La acción de YPF lleva subido 32% en el mes y 159% en un año. La de Edenor lleva trepado 50% en noviembre y acumula 413% de ganancia en los últimos doce meses.
La apuesta a que el Gobierno arregle con Repsol por YPF y que la petrolera sirva de vía para la obtención de divisas que le permitan dar vuelta el sentido declinante a las reservas del Banco Central es una especulación que circula con fuerza entre los operadores.
También está la que indica que la montaña de subsidios para mantener congeladas las tarifas de la luz, el gas y el transporte, se le hará insostenible al Gobierno.
Al ritmo que van, esa masa de subsidios superaría los $ 100.000 millones este año y seguir como hasta ahora implicaría profundizar la diferencia entre tarifas congeladas por años y una inflación que no baja del 20% anual.
Es por eso que la apuesta de algunos inversores es que finalmente el Gobierno terminará autorizando aumentos en las tarifas y eso, a su vez, mejoraría el balance de las empresas.
A partir de esa expectativa es que se explica lo de la acción de Edenor.
La apuesta de banqueros y empresarios es a que el Gobierno irá a la búsqueda de dólares para financiar la transición sin devaluar ni comerse las reservas del Central.
Y a que, también, buscará evitar una baja del gasto público en el intento de que no decline la actividad en el mercado interno.
La duda es si podrá hacerlo.
También está el interrogante relacionado a cómo piensa solucionar el atraso del dólar que viene desde 2010, a partir de que la suba del dólar oficial fue sensiblemente menor a la inflación.
Según los primeros pasos de Fábrega en el Central, la intención es que el dólar suba a un ritmo anual de 30% este año, con lo que el dólar terminaría en diciembre en torno a $ 6,34.
De repetirse en 2014 la estrategia de igualar la devaluación a la inflación, el oficial concluiría el año próximo en $ 8,25.
Pero un problema que tiene la aceleración del dólar oficial es que los importadores tratarán de adelantar sus pagos, mientras que los exportadores intentarán demorarsus operaciones.
El Bando Central seguirá frente al mismo dilema que en los últimos meses: todos quieren comprarle dólares baratos y demoran vendérselos esperando una suba.
Si se cree que el dólar oficial subirá entre 25 y 30 por ciento en un año, ¿por qué un tenedor de dólares habría de venderlos si los bancos le ofrecen una tasa de 21% por un plazo fijo de 30 días que no lo cubre la inflación?
Dicen que el flamante presidente del Central sería partidario de subir la tasa para agregarle atractivos a quienes quieran ahorrar en pesos y para favorecer la oferta de dólares de los particulares. Pero Kicillof está en otra sintonía.
En Economía dejan trascender que uno de los pedidos de la Presidenta fue trabajar para mantener el nivel de actividad y eso refuerza la posición del ministro de rechazar una suba de las tasas. La duda es si podrá mantenerla en caso de que las reservas del Banco Central sigan en la pendiente.
La nueva gestión económica arrancó con novedades: decisión para pagarle a Repsol y para emitir bonos. Un aumento de impuesto para los autos caros y aceleración del ritmo de suba del dólar oficial. A eso se adicionó la suba del precio de la nafta.
Cualquier semejanza con un ajuste es pura coincidencia.