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Debate
Jorge Lapeña: Treinta años de democracia, pero también de vicios crónicos
21/11/2013

Treinta años de democracia, pero también de vicios crónicos

Clarín. Por Jorge Lapeña

Se cumplen 30 años del ciclo democrático más largo de la historia argentina. Hay un acuerdo tácito de considerar a Raúl Alfonsín el padre de la democracia. Es momento de celebrar, pero también plantear algunas cuestiones relevantes no suficientemente debatidas todavía:¿mejora o empeora nuestra democracia con el paso del tiempo?

Los festejos hasta ahora no han sido importantes ni reunieron a toda la sociedad; la apatía puede ser un síntoma.

Lo primero es la calidad institucional de la democracia que hemos alcanzado después de 30 años. Hay consensos en que hay una declinación institucional del sistema y ello está en gran parte asociado a la lucha política derivada del deseo de perpetración en el poder de quien lo ejerce circunstancialmente.

La idea de que una reelección indefinida es posible y además moralmente aceptable ha generado la repetición de conductas políticas reñidas con la ética republicana que no deben ser aceptadas. Son emblemáticos el intento de re-reelección del presidente Menem a fines de los 90, la sucesión presidencial mutua entre los miembros del matrimonio Kirchner y, más recientemente, la candidatura de la esposa del gobernador de Santiago del Estero apoyada por todo el aparato del Estado provincial. Todo vale para “gerenciar” una carrera política y no abandonar el poder una vez que se lo ha conseguido.

La flecha del tiempo indica que en esto estamos peor que hace treinta años.

Hay también declinación en el contenido mediático de las campañas electorales; en la demagogia de los candidatos que siguen encuestas en vez de elaborar y formular propuestas; en el bajo nivel de los debates políticos –particularmente los televisados-; y, muy importante, en la declinación de la institucionalidad de los partidos políticos que son reemplazados por candidatos proclamados por facciones sin que las diferencias entre propuestas sean dirimidas dentro de las instituciones partidarias.

¿Estamos entrando en el funcionamiento de una democracia sin partidos? Si fuera así, estaríamos yendo para atrás.

Cabria analizar también la eficiencia y eficacia de las decisiones que ha tomado la democracia en estos años. En esto tenemos algunas acciones netamente positivas que contrastan con otras negativas: entre las positivas remarco la firma definitiva de la paz con Chile; los acuerdos cooperativos con Brasil que dieron origen al Mercosur, la ley divorcio vincular; la subordinación de las fuerzas armadas al poder civil; el juicio y condena a las juntas militares responsables de los crímenes de la dictadura y del terrorismo de Estado.

Queda claro que hubo en estos años un Nunca Más que rompió definitivamente con el pasado autoritario y golpista.

Sin embargo, entre las negativas está el hecho que en estos 30 añosno se han podido resolver problemas centrales que hacen a la modernización económica y al crecimiento de la productividad y de la inversión genuina.

En democracia se tomaron decisiones estratégicas equivocadas -con fuerte apoyo popular- y sin debate que terminaron desnacionalizando gran parte de los sectores básicos de nuestra economía y destruido nuestros servicios públicos.

Argentina no pudo tampoco en estos años lograr una infraestructura moderna ni desterrar la corrupción en la obra pública.

En materia de transporte el área metropolitana, en la cual habita cerca de un tercio de la población, no ha podido resolver ninguno de los problemas heredados de la Argentina autoritaria que se fue en el 83. La electrificación de los trenes metropolitanos está aproximadamente en el mismo punto que hace 80 años y funciona peor; la infraestructura de vías y el material rodante son obsoletos; la incomodidad de los usuarios es mayor y la seguridad disminuye.

Nuestro país exhibe un déficit notable en la infraestructura vial.

A pocas ciudades capitales de interior se accede por autopistas y autovías modernas y seguras. El atraso es fenomenal: hacen falta no menos de 4.500 km de modernas autopistas y autovías para tener un transporte seguro y eficiente.

Argentina, que fue líder en energía en América Latina y que alcanzó el autoabastecimiento al finalizar el primer gobierno democrático en 1989, hoy exhibe penuria y dependencia energética mayúsculas que nos precipitan en el descalabro macroeconómico.

Llama la atención la falta de perspectiva estratégica de la dirigencia –oficialismo y oposición- de estos años.

Nuestra democracia no logra centrar el debate en las cuestiones de fondo, los argentinos evitamos pensar en el futuro. Sobran los ejemplos de una inexplicable declinación.

Cabria entonces abordar una última cuestión: ¿por qué Alfonsín es considerado el padre de la democracia?

Arriesgo una respuesta: fue un presidente ejemplar; no intentó ser reelegido; fue quien derogó la ley de autoamnistía; fue quien impulsó los juicios a las juntas que terminaron en condenas ejemplares. Fue honesto. Enfrentó la insubordinación castrense en el momento en que los militares eran todavía factor de poder. Tuvo prestigio mundial. Pero a mi juicio lo más importante es que gobernó con objetivos estratégicos coincidentes con el interés nacional – democracia, progreso, igualdad, respeto y tolerancia – con los que la ciudadanía se identificó plenamente.

Dicho esto creo que vale la pena reflexionar acerca de cómo resolver los vicios crónicos del sistema inaugurado en 1983 que no son pocos; sobre todo los que tienden a agravarse. 30 años no nos permitieron alcanzar todavía una República democrática de calidad. No nos queda otra. Hay que corregir muchos defectos y empezar a trabajar con otro enfoque, como lo hicimos en el primer día de aquel lejano 10 de diciembre del 83.


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