La Presidenta ha renovado la conducción del Banco Central, queriendo brindar una señal significativa dentro de un cambio de elenco más general orientado a transitar el camino a 2015. Resulta un momento oportuno, entonces, para recordar cómo llegamos a este complicado presente de la autoridad monetaria, con una dinámica que además de ser autoinflingida, se ha vuelto insostenible.
Puede decirse que con la utilización abusiva de las reservas se buscó apelar al desendeudamiento externo; con la expansión de la política monetaria se pretendió maximizar la reactivación económica y con el retraso impuesto por la política cambiaria, se intentó reducir la presión inflacionaria.
Ahora bien, como estas tres políticas parciales actuaron de manera conjunta, lo que se logró fue transformar un mercado cambiario holgado en dólares en otro deficitario.
Y con un mercado cambiario hiper-escaso en divisas, vino el cepo cambiario, otro nuevo error.
Perseguir la estabilidad monetaria y financiera dejó entonces de ser una decisión para transformarse en un mero deseo.
Desafortunadamente, se logró darle algo de probabilidad de ocurrencia al escenario de crisis financiera, en marcado contraste con la primera mitad de gobierno kirchnerista cuando esa probabilidad fue cero.
La solución en 2012 hubiera sido repetir 2009. En aquel año, el BCRA puso todos los dólares requeridos para el atesoramiento haciendo uso de su poder de fuego; la tasa de interés pasiva subió todo lo que hizo falta para proteger a los ahorristas; la inflación bajó casi 10 puntos anuales y se recuperó nominalmente (y en términos reales) el tipo de cambio.
En ese marco, el BCRA se hizo cargo de su rol y produjo un reacomodamiento de las variables económicas, lo que posibilitó el restablecimiento de las condiciones para que la Argentina vuelva a crecer.
Lamentablemente, ese no fue el camino que se eligió para atravesar esta coyuntura y el accionar de la autoridad monetaria terminó generando un círculo vicioso, el primero. Con la introducción del cepo se generó una brecha cambiaria la que provocó la caída de reservas internacionales.
Este descenso, combinado con un aumento sostenido de los pasivos monetarios, retroalimentó el incremento de la brecha, lo que postergó más aún las liquidaciones de exportaciones y aceleró las importaciones además de los viajes argentinos al exterior; profundizando nuevamente la sangría de reservas.
Este círculo vicioso somete al mercado cambiario retroalimentando su riesgo de manera creciente.
La estabilidad financiera, otro importante objetivo del ente monetario, existe hoy porque la liquidez del sistema financiero es elevada y la solvencia del mismo es buena.
Su dinámica, sin embargo, preocupa y puede generar un segundo círculo vicioso que se debe monitorear con cuidado en la medida en quela exposición al sector público de los bancos comerciales sea creciente.
Un mayor debilitamiento de la estabilidad financiera profundizaría el actual deterioro del mercado monetario, adicionando a una oferta de dinero ya abultada una menor demanda. En ese sentido, la retroalimentación de la inestabilidad financiera con la monetaria reafirmaría tanto la inflación como el estancamiento económico.
El BCRA está situado en un mal lugar.
Ha sido vaciado (su patrimonio neto económico es negativo) y ha perdido el manejo autónomo de los instrumentos para lograr los objetivos que debería resguardar.
Hay contundentes ejemplos de falta de autonomía. En 2011, la decisión de instalar el cepo cambiario fue de la AFIP, el BCRA sólo acompaño. En 2012, la inclusión de los AT “extraordinarios” no fue promovida desde el BCRA. En 2013, los Cedines terminaron saliendo más como medio de pago alternativo que como Títulos, y cuando se subía de a poco la tasa de interés, el flamante ministro de Economía puso un pie en la institución y se dio marcha atrás.
La condición necesaria para revertir esta trayectoria era generar un cambio en el Banco Centr al. Se hizo. Bienvenido sea.
Sin embargo, no alcanza.
La condición suficiente es que la autoridad monetaria pueda ostentar un manejo profesional y autónomo de sus instrumentos en el marco respetuoso de su Carta Orgánica, sin dejar de coordinar con otras áreas del PEN y de rendir cuentas al Congreso.
En definitiva, los extremos son definitivamente malos.
Así como el autismo en el manejo de la autoridad monetaria es un desatino, la subordinación es también otro disparate.
Resulta imprescindible que el BCRA abandone su figura de mera escribanía.
Nunca es tarde para rectificar lo que corresponda y sería imprescindible que sea nuestra Presidenta la que decida un cambio verdaderamente integral.
Afectada por un problema de salud, ¿qué hizo? Primero acudió a verdaderos profesionales, luego aceptó el diagnóstico y la acción de los médicos para concluir con el reposo y tratamiento pertinente, aun con los costos que pudo haber provocado su inactividad.
Si se quiere proteger la salud de los argentinos sería razonable que nuestra Presidenta replique su experiencia personal al ámbito nacional.