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Debate
(Opinión) VAN DER KOOY: ÚLTIMOS MALOS PRESAGIOS PARA EL GOBIERNO
23/10/2013

Ultimos malos presagios para el Gobierno

Clarín. Por Eduardo Van der Kooy

Daniel Scioli, a cinco días de las elecciones, pudo haber abierto el paraguas. Tal vez, lo traicionó el inconsciente o padeció de un desliz verbal. En cualquier caso, el gobernador de Buenos Aire s anticipó que los pronósticos para el cristinismo no serían buenos.

“Hay una orientación del voto a plantear quejas y mostrar disconformidad”, afirmó. Instó a su tropa a buscar el voto de los indecisos y los independientes. Esa porción no sería, a esta altura, significativa. No cambiaría el escenario del día después aunque, al menos, acortaría la distancia con su principal, adversario, Sergio Massa, que desde el fin de semana –según todas las encuestas—se habría vuelto a despegar con holgura en esta competencia.

¿Podría estar incidiendo en el electorado, recién ahora, el efecto del escándalo que protagonizó Juan Cabandié? ¿Habrá tenido un impacto inmediato y letal el tercer accidente ferroviario, en 20 meses, en la línea Sarmiento? ¿Estarán influyendo también los brotes de violencia delictiva, política y de los narcotraficantes, que atraviesan la nación? Esos son interrogantes de difícil respuesta, más allá de la conmoción colectiva que generan todos los episodios. En cambio, aquella conducta de Scioli podría estar marcando el nuevo posible sesgo electoral.

También las palabras de Massa y hasta de Francisco De Narváez.

El intendente de Tigre pareció extraviar en las últimas horas algo de su compostura. Dejó de lado por un instante un libreto que vino respetando con rigurosidad. Le venía esquivando a cualquier definición en torno a su hipotético proyecto presidencial para el 2015. Ayer proclamó que le sobraría coraje para hacer frente, en apenas un par de años, a un desafío semejante. De poco le sirvió aclarar que lo que verdaderamente importa es la tarea legislativa del tiempo que vendrá.

Con seguridad, Massa tendría la misma información que posee Scioli.

El intendente fue ofensivo y el gobernador se replegó. A ese juego táctico se incorporó De Narváez. El giro en la campaña en las últimas horas del peronista disidente trasuntaría también que algún movimiento subterráneo se estaría registrando en las voluntades colectivas.

De Narváez ha tenido, nítidamente, cuatro tiempos. Radicalizó su campaña antes de las primarias, mientras la candidatura de Massa formó sólo parte del universo del rumor. Fue su sonado eslogan “Ella o vos”. La postulación del intendente lo indujo a querer identificar al massismo con el kirchnerismo. Más de lo mismo, fue la síntesis. La estrategia no funcionó. Para la campaña de octubre se focalizó exclusivamente en la cuestión de la inseguridad. Su verdadero caballito de batalla desde aquella victoria del 2009. Pero a partir del fin de semana pasado volvió contra Massa. La ecuación parece simple: el nuevo despegue del alcalde de Tigre sería a costa de una sangría de votos de De Narváez. El peronista disidente se sentía estabilizado en las últimas semanas.

A Scioli habría comenzado a carcomerlo la duda sobre el papel de los intendentes del conurbano. En la primera sección electoral, que Massa ganó en las primarias, la mayoría de los jefes municipales tendieron puentes con el líder del Frente Renovador. Aun en las secciones donde el FPV se impuso, se estarían distribuyendo los sobres con la lista de concejales kirchneristas pero con el resto de las candidaturas colgadas del massismo.

El domingo no hay ningún ensayo como ocurrió en agosto. Los jefes comunales juegan el control de sus Concejos Deliberantes.

Juegan, en suma, la gobernabilidad de los próximos dos años. Algunos de ellos, opacados por la falta de transparencia en sus gestiones, temerían lo peor: una destitución, en caso de perder a manos de la oposición. Ese miedo se extiende, incluso, en el conurbano profundo. Hay quienes aseguran que el intendente de Merlo, Raúl Othacehé ya habría hecho flamear la bandera blanca.

Scioli pudo haber recordado, en estas horas de incertidumbre, el sufrimiento de Néstor Kirchner. En el 2009 culpó a muchos barones por su derrota en las legislativas a manos de De Narváez y los acusó de traidores. El gobernador tiene otro estilo. Salió en las últimas horas de peregrinación por Buenos Aires. Trasegó nueve distritos en 48 horas. “Vamos a fortalecer los municipios. Vamos a corregir los errores y las desigualdades. Por eso les pido el voto para el FPV”, expresó, casi a modo de súplica.

Los esfuerzos de Scioli se estrellan también contra un clima general enrarecido, surcado por acontecimientos que estarían denunciando anomalías en el humor y en las conductas sociales. “Hay cansancio. La gente está harta de las peleas. Es difícil hacer campaña de esta forma”, confesó, con resignación y tristeza, un ladero del gobernador.

La violencia en la campaña no ha sido sólo patrimonio bonaerense. Allí sucedieron las agresiones a Massa y Karina Rabollini, la mujer de Scioli. Además, el robo a la casa del intendente de Tigre, algunos de cuyos pormenores se conocerán después del domingo. Se auguran malas noticias, en ese terreno, para el Gobierno.

En los últimos tres días, dos dependencia públicas fueron incendiadas en Santa Cruz. Una de ellas, el hospital público de Río Gallegos, un orgullo de Kirchner gobernador, aunque muy venido a menos en los últimos años. Daniel Peralta, el titular provincial, relacionó los hechos con la desesperación K.

Peralta no está bien en la consideración pública. Pero a La Cámpora le va mucho peor.

En esa ciudad extrema reside su jefe, Máximo.

En Jujuy, la jefa de Tupac Amaru, Milagro Sala, fue atacada por una decena de encapuchados que le habrían disparado a matar.

Se salvó. Sala culpó por el episodio a su rival, el radical Gerardo Morales. El senador habló de una lucha interna de mafias en la Tupac Amaru. El kirchnerismo puede perder Jujuy. Tampoco la tuvo fácil en Catamarca Lucía Corpacci. La gobernadora fue hotilizada por un grupo de mujeres. Lo negó. El kirchnerismo ya perdió allí en agosto.

En la postrimería electoral pareciera estallar la imprudente acumulación de prepotencia y rencor de estos largos años.


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