Nuestro país posee una rica historia en la construcción de grandes obras de infraestructura que abarcan al sector energético, al transporte; los ferrocarriles; los puertos y la propia construcción de ciudades que contrastan con la pobre performance del presente.
Hasta el último tercio del siglo XIX nuestro país era un desierto. La inmigración, la transformación de la estancia tradicional; la introducción del cultivo de los cereales en las provincias del litoral hicieron posible un cambio fisonómico; social; económico y político extraordinario que dio origen a la Argentina moderna tan distinta a la Argentina del siglo XIX. En esa modernización jugó un rol central la construcción eficaz la infraestructura.
Argentina, desde 1860 hasta 1930, fue capaz de construir y poner en funcionamiento una red ferroviaria eficiente de más de 30.000 Km. para transportar mercaderías y personas a lo largo y a lo ancho de la patria.
Es digna de mención la forma en que se construyó en Buenos Aires a principios del siglo XX una red de transporte ferroviario metropolitano que ya en el primer cuarto de siglo había llegado al Tigre (1916) y a Moreno (1924), con modernos trenes electrificados. Es bien elocuente la gran apuesta arquitectónica y urbanística que significó la construcción de las grandes terminales ferroviarias de Retiro; de Plaza Constitución y de Plaza Miserere. Las salidas ferroviarias desde las grandes estaciones ubicadas en las zonas densamente pobladas se realizan o bien por viaductos elevados; por túneles o por trincheras sin la existencia hasta el propio suburbio de aquel entonces de barreras y pasos a nivel. Argentina fue capaz de construir en apenas un poco más de un año el primer subterráneo de América Latina (1912).
El siglo XX ha tenido también obras emblemáticas: las grandes centrales hidroeléctricas realizadas en las décadas del 60, 70 y 80 con el Chocón como primera gran obra; la construcción de las centrales nucleares de Atucha (1974) y Embalse (1983); el puente Zárate-Brazo Largo (1974); el emprendimiento hidroeléctrico binacional de Salto Grande (1978). La construcción de la red de gasoductos troncales que le permitió a Argentina país ser el país líder en consumo de gas natural en América Latina y ser un país autoabastecido de energía.
No podemos dejar de mencionar la construcción de caminos y rutas nacio- nales que a partir de la década del 30 cobró un gran impulso bajo la Dirección Nacional de Vialidad y el rol que jugaron en esta expansión los impuestos sobre los combustibles destinados a la financiación de las obras viales.
Junto a esa muy rica historia se ex- hibe también la frustración de saberse hoy netamente perdedor al comparar la pobre performance actual de nuestra infraestructura con aquella propia de un país moderno y pujante.
Nuestro país tiene hoy una muy reducida red de autopistas que apenas une un puñado de ciudades importantes. No ha sido capaz en un siglo de extender las redes de los ferrocarriles metropolitanos construidos hace un siglo. La construcción de un tramo de red subterránea en Buenos Aires demanda para construir una estación lo que hace cien años demandaba construir una línea completa. La Central Nuclear de Atucha 2 lleva treinta años en construcción cuando hace 40 años la central nuclear de Atucha 1 de tecnología similar se construyó en apenas 5 años. Son ejemplos que nos interpelan como sociedad.
Ni qué hablar de los anuncios que se realizan en forma irresponsable, de obras que nunca comienzan a ser ejecutadas. Recuérdese el ejemplo del "Tren Bala"; el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento entre Plaza Once y Moreno; el Gasoducto del Noreste Argentino. No menos importante es la degradación y la decrepitud en la gestión de algunos sectores de nuestra infraestructura; los trágicos accidentes ferroviarios de los últimos años son muestra elocuente.
Cabría aquí ensayar una respuesta sobre las causas: 1) Argentina perdió su visión y su fe en el porvenir, la dirigencia dejó de imaginarse el país deseable del futuro para concentrarse en la satisfacción de demandas inmediatas; falta Planificación Estratégica; 2) El congelamiento tarifario de los servicios y la no retribución del costo total de construir, mantener y operar la infraestructura es una política irracional demagógica y de imprevisibles consecuencias.
3) La ausencia de un sistema de control estatal eficiente del funciona- miento de la infraestructura es la pata en la que se asienta el funcionamiento defectuoso de todo el sistema.
4) El lanzamiento de proyectos inmaduros que terminan siendo de elevadísimo costo y sin retorno económico para permitir la reinversión de las ganancias en la ampliación de la infraestructura.
La infraestructura de un país es cla- ve para su funcionamiento económico y social. Argentina debe revertir la degradación. En este tema es necesario definir y acordar una Política de Estado y una vez aprobada ésta mantenerla por 30 años hacia adelante.
Este tema debe entrar en la Agenda Política. Es necesaria la racionalidad para concebir proyectos viables y maduros, que puedan afrontar una estudio de factibilidad integral exigente.
No se trata de contraponer el Estado al capital privado. Se trata, en cambio, de hacer un esfuerzo racionalmente coordinado entre lo público y lo privado logrando las sinergias necesarias para dar el gran salto hacia adelante que nuestro país necesita en este tema.
De esta manera, Baratta rechazó las expresiones vertidas por Lapeña en una columna que publica hoy el diario Clarín, bajo el título “Obras públicas: necesidad de un planteo político”.
“Es insólito -enfatizó Baratta- que uno de los responsables de la destrucción del sector energético argentino y la parálisis del sector nuclear, se exprese como comentarista de la realidad, sin hacer ninguna autocrítica por los desastres que dejó cuando fue funcionario y dé consejos sobre políticas de infraestructura”.
Recordó que “Lapeña fue responsable de la destrucción del parque generador cuando fue secretario de Energía, y su falta de gestión y planificación hizo que los argentinos soportaran largos meses de cortes de electricidad programados en un contexto de caída de la demanda, lo que sin dudas debe ser un caso único en el mundo”.
Al respecto, en un comunicado sostuvo que "el problema no era que la infraestructura no fuera suficiente, sino que la falta de planificación de la gestión de Lapeña no logró ni mantener la existente”.
Advirtió que “Lapeña habla de Atucha II y se escandaliza porque llevó 30 años construirla, cuando según dice debió tardar cinco, pero omite que él como secretario fue uno de los responsables de la primera parálisis del proyecto y cuando De La Rua lo premió con la presidencia de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la volvió a encontrar paralizada y tampoco hizo nada".
Le recordó que "desde 2003 el Gobierno Nacional impulsa una fuerte planificación de la infraestructura, como lo demuestra la creación de la Subsecretaría de Planificación Territorial, que elabora la planificación en consenso con las provincias”.
En ese sentido, el subsecretario recordó que "la política energética del Gobierno Nacional, tanto la que impulsó Néstor Kirchner como la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, hizo posible comenzar a saldar todas estas deudas y poner la energía al servicio de los argentinos".
Así lo evidencia "la terminación de Atucha II y Yacyretá para sumar junto con otras obras más de 8.700 megavatios, los 5.500 kilómetros de líneas de alta tensión tendidas para vincular todos los rincones del país y ampliar los gasoductos troncales, al tiempo que se recuperó el 51 por ciento de las acciones de YPF".
Destacó que además “se construyeron 1.500 kilómetros de autovías y autopistas, incluyendo obras emblemáticas para el interior como la autopista Rosario-Córdoba y la Ruta 14 que permiten unir Argentina, Brasil, Chile, generando miles de puestos de trabajo”.
Asimismo, hizo hincapié en que “existe una gestión de gobierno que en el año 2003 escuchó las necesidades de los argentinos y tomó las decisiones que las circunstancias históricas le exigían".
Por último señaló: "las industrias, el sector empresarial, los trabajadores, las instituciones, los argentinos que buscaban trabajo y la mayoría de la sociedad civil, entendieron que ese era el camino para la recuperación y aportaron su mejor esfuerzo”.