Si se presta atención a la actitud y a las palabras de la discursante, y al estado de ánimo del raleado auditorio presente en el tardío mensaje de Cristina, el test electoral de ayer parece haber sido demoledor para el gobierno.
Tres de cuatro argentinos no votaron por el FPV, tal cual se ufanaba anoche su mayor antagonista, el Grupo Clarín. Pero no es el único, por todo el territorio nacional, las PASO 2013 han desflecado novedades que podrían describir un primer umbral de lo que unos temen y otros tantos desean: el supuesto fin del kirchnerismo.
En sus erráticas palabras, la presidente de la Nación dejó dos perlas para politólogos “este gobierno hizo cosas que jamás prometió en las campañas” y “este gobierno jamás le mintió a la gente”.
Tal vez en estos derrames verbales hayan claves de lo que pasó ayer en las urnas. Buena parte de la sociedad ha votado versus la falta de credibilidad, la improvisación económica, el torniquete fiscal y el camuflaje de problemas a estas alturas inocultables.
En las antípodas, el carilindo de Sergio Massa se ha mostrado eufórico y atado a un casette, que en sus lados A y B repiten una música afín a una amplísima franja de la sociedad. “Unidad en la diversidad, no confrontar, dejar de mirar al pasado para mirar al futuro, crecer juntos con todos los sectores”, ha dicho en su discurso y ante los medios el beneficiario del intendentazo bonaerense. Ni la mano de Daniel Scioli, no la cuantiosa billetera de obras y subsidios de Julio De Vido han podido esta vez para contener el cambio de humor del electorado en feudos hegemonizados por el justicialismo.
Pero el futuro que tanto invoca el ganador de ayer es tan impredecible como lo ha sido el último lustro de gestión kirchnerista. ¿Cómo salir del atolladero económico?¿Cómo abatir la agobiante inflación? ¿Cómo resolver la inseguridad? ¿Cómo volver a tejer consensos que impulsen al país más allá de la soja, la emisión monetaria y el pulmotor al consumo? ¿cómo se dará el juego político de acá a octubre y de octubre en adelante, en el largo año y medio que le queda a CFK?
Si se verifica el 27 O la mutación de agendas en el poder, la otra pregunta del concurso es cuánto tardará el peronismo en abandonar el bote K, tal como lo hizo en su momento con el bote M, que condujo también por una década con muchísimos avales el hoy anciano y condenado Carlos Menem.
Los gobernadores de las provincias petroleras y mineras, que hace unos días fueron a Buenos Aires a sacarse la foto de apoyo a Martín Insaurralde saben que ha comenzado un complicado tiempo de descuento, en el que la tecno burocracia kirchnerista les exigirá las mayores fidelidades y pasará factura por toda defección.
Y entre los empresarios pueden verse hoy tantas muecas de satisfacción como de preocupación. Los comicios no admiten por lo general una sola lectura. Las buenas performances de Guillermo Pereyra, en Neuquén, y de Pino Solanas, en Capital Federal, no son precisamente buenas nuevas para petroleros y mineros.
¿Qué viene ahora? ¿Se cumplirá el “Si ganan te aplastan y si pierden te destruyen” que tantos temen tanto de Cristina y su troupe?
Es paradójico, pese a haber soportados reveses y sorpresas, el FPV puede acreditar hoy que, con estos resultados, en octubre mantendría diputados y sumaría senadores. Pero la historia parece ir por otro carril, el del agotamiento de un modelo autárquico, unipolar, negador de los disensos, que no alcanza a sostener con fuerzas La Cámpora ni con lealtades fiables y duraderas del peronismo tradicional.
Los días y meses sucesivos destejerán la madeja de las preguntas, los temores y los deseos con la exhibición de la cruda realidad. “La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es la suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser. Es el porvenir el que debe imperar sobre el pretérito”, decía Ortega y Gasset.