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Debate
SCIBONA CRÍTICO: "EL LADO OSCURO DE LA ESCASEZ DE GAS" Y "EL FRACASADO INTENTO DE CRISTÓBAL LÓPEZ"
26/05/2013

El lado oscuro de la escasez del gas

Por Néstor O. Scibona | LA NACION
La llegada de los primeros fríos sacó a relucir una crónica anormalidad, convertida ya en un clásico de la "década ganada" (para el oficialismo): los cortes de gas a industrias. La escasez de gas natural no es un problema que perciban los millones de consumidores residenciales (y votantes), en su gran mayoría con tarifas subsidiadas, que tienen prioridad para sus estufas, calefones u hornallas, al igual que los autos equipados con GNC. En todo caso, el problema para todos es que, como la producción nacional viene cayendo desde hace nueve años (y resulta 13,4% más baja que en 2003), obliga a importar volúmenes crecientes y costosos de gas, natural y licuado (GNL), así como de combustibles sustitutos. Y, por si fuera poco, con precios y condiciones muy poco transparentes y sospechadas de corrupción estatal, que sólo en los últimos meses comenzaron a encarrilarse.

Contra lo que muchos suponen, las importaciones de GNL ya no se realizan para cubrir faltantes en la época invernal, sino que se extienden a casi todo el año. La razón es que el gas natural representa más de la mitad de la matriz energética argentina y es la principal fuente para generar electricidad. De ahí que las compras externas (desde Bolivia, más los barcos que traen GNL) cubran una cuarta parte de la demanda total. Una prueba de ello es que en 2008 llegaron a la Argentina ocho buques tanque con GNL importado y para 2013 se prevé el arribo de 83, según datos del Estudio Montamat. Otra es que a la primitiva planta flotante instalada en Bahía Blanca para regasificar GNL e inyectarlo a la red de gasoductos, debió sumarse otra en Escobar, para abastecer a dos centrales termoeléctricas en el Litoral y no se descarta el arriendo de una tercera.

Por lo tanto, estas crecientes importaciones son un problema "estructural y no coyuntural u ocasional", como lo plantearon los ocho ex secretarios de Energía en un documento que acaban de difundir, bajo el título La política energética 2003/2013: Diez años perdidos .

Si resulta contradictorio que ante la caída de la producción se subsidiaran las tarifas para impulsar el consumo, más aún es que los precios reconocidos a los productores locales desalentaran inversiones para aumentar la extracción y las reservas, que también cayeron. En números redondos (por millón de BTU, unidad de medida), las compañías reciben un promedio inferior a los tres dólares, elevado hace pocos meses a 7,5 dólares para la producción adicional que surja de nuevas inversiones. Pero las importaciones de gas de Bolivia se pagan unos 11 dólares y las de GNL, alrededor de 15,5 dólares. En 2011 y 2012, las importaciones de gas y combustibles promediaron los 9500 millones de dólares anuales. Y para 2013, se estiman en 12.000/14.000 millones, con lo cual el déficit comercial energético treparía de 2700 millones en 2012 a 8600 millones este año, según las consultoras Quantum y Econométrica.

Aunque estas importaciones crecientes y caras auguran controles cambiarios para rato, su combinación con subsidios que no dejan de crecer hace que su costo recaiga sobre todos los argentinos, incluso los no conectados a las redes de gas. No obstante, muchos usuarios con consumos medios y altos también pagan un cargo extra por el gas importado, que se hace sentir en las facturas -aún con subsidio- especialmente en invierno. Estos ingresos no llegan a las distribuidoras de gas, que acumulan crecientes déficits operativos. El caso más notorio es el de Metrogas, con tarifas congeladas desde hace once años, y que motivó la reciente decisión política de que YPF se haga cargo de su mayoría accionaria con una dispensa legal del Enargas.

El Gobierno no puede argumentar que alguien haya votado por un "proyecto nacional y popular" de dejar caer la producción y aumentar las importaciones de gas y combustibles, ya que Cristina Kirchner sólo exteriorizó voluntariamente el déficit energético a fin de 2011. Pero lo más grave es que tampoco controló a qué costo se concretaron. Días atrás, la renuncia de Exequiel Espinosa a la presidencia de Enarsa, reavivó las antiguas sospechas sobre el discrecional manejo de esta sociedad estatal, creada en 2004 para promover la exploración offshore de hidrocarburos y que terminó convirtiéndose en una trader para importar GNL y combustibles pesados y venderlos con subsidios, a través de una abultada caja fiscal.

Espinosa cobró notoriedad por haber fletado el avión que trajo de Venezuela a Guido Antonini Wilson, con el maletín con 800.000 dólares. Y su alejamiento se produjo cuando un funcionario de la empresa apareció vinculado con la financiera SGI en medio del escándalo por el lavado de 55 millones de euros que involucra a Lázaro Báez.

Sin embargo, esos montos son un vuelto en comparación con los que intermedió Enarsa por importaciones. Muchas compras de GNL, incluso, tuvieron como contratista privilegiado a YPF cuando era controlada por Repsol y el grupo Eskenazi no había caído en desgracia. Difícilmente esas operaciones -denunciadas en su momento por los ocho ex secretarios de Energía- pueden haber sido desconocidas por el Gobierno y menos por el ministro Julio De Vido.

El primer indicio de esto surgió a poco de la reestatización de YPF, cuando se encomendó a la compañía comandada por Miguel Galuccio la gestión de licitaciones más abiertas y transparentes para importar gasoil (en agosto de 2012) y luego (en noviembre) de GNL, por cuenta y orden de Enarsa, pero con equipos técnicos propios, mecanismos de contratación más exigentes y una comisión ligada a ahorros de costos.
Enarsa, muy cuestionada

Por entonces, la Auditoría General de la Nación (AGN) había elaborado un informe sobre la gestión de Enarsa en el período 2008/2010 con lapidarias conclusiones. Entre ellas que no dictó normas de procedimiento; que los precios del gasoil incluían un "premio" que excedía los valores de flete y seguro; que las compras a YPF-Repsol se realizaban por encima de los valores de mercado (aún cuando Enarsa solicitaba mejoras de oferta) y que las compras de GNL no establecían fórmulas de precio, ni valores de referencia, ni costos relacionados con la entrega. También que Enarsa percibía del Estado una comisión de 1,5%, pero subcontrataba compras con comisiones de 0,5% que generaban mayores costos y que existían diferencias no aclaradas entre sus ingresos y egresos.

Mientras De Vido y La Cámpora, por medio de Axel Kicillof disputan entre bambalinas la designación del reemplazante de Espinosa, la enorme masa de subsidios estatales que maneja Enarsa no dejó de crecer. Según la Asap, recibió 10.500 millones de pesos en 2011; 19.200 millones en 2012 (82% más) y 4700 millones en el primer cuatrimestre de 2013 (46% más que en el mismo período del año anterior). Quizás esto explique por qué De Vido no avanzó con el proyecto -anunciado oficialmente hace dos años- de construir en conjunto con Uruguay una planta fija de regasificación de GNL en Montevideo para los dos países y que el presidente José Mujica llevará adelante unilateralmente. Aunque la inversión inicial es significativa, a más largo plazo resulta más conveniente que alquilar dos -o tres- plantas flotantes.

El fracasado intento de Cristóbal López

Río Negro/ Néstor O. Scibona

El escueto comunicado de escasas 25 palabras emitido por Petrobras desde Río de Janeiro, bien avanzada la noche del último viernes, sepultó repentinamente las miles de palabras que, bajo la forma de expectativas y conjeturas, había generado la ahora frustrada oferta de Cristóbal López para quedarse con el control de la filial en la Argentina de la petrolera brasileña.

La operación finalmente no llegó a buen puerto; pero aún no se sabe por qué. La comunicación oficial de Petrobras sólo se limitó a consignar que sus directivos habían rechazado las propuestas de compra de activos en la Argentina, que incluían la formulada por el empresario patagónico estrechamente relacionado con la Casa Rosada, pero sin siquiera mencionarlo. Y aunque este desenlace estaba dentro de las posibilidades, evidentemente tomó por s sorpresa al grupo empresario comandado por López. A tal punto que en la emisión sabatina del canal de noticias C5N (controlado por el mismo grupo) y que se caracteriza por la lectura de las tapas de todos los diarios de circulación nacional, los conductores omitieron la mención de los títulos que aludían al fracaso de la compra.

A partir de este punto se abre otro abanico de conjeturas y especulaciones, que tienen que ver con la fuerte vinculación de López con el gobierno de Cristina Kirchner y con el progresivo deterioro de la relación política, económica y diplomática entre la Argentina y Brasil. Quizás en este terreno puedan encontrarse las pistas que expliquen los motivos del rechazo de la oferta.

Para ello hay que tener en cuenta que el Estado brasileño es dueño del 51% de Petrobras (que además cotiza en mercados internacionales) y que el anuncio se produjo a menos de un mes del encuentro que celebraron en Buenos Aires, sin resultados concretos, las presidentas Cristina Kirchner y Dilma Rousseff. Aunque la venta del 51% de las acciones de Petrobras Energía en la Argentina no fue el tema excluyente de la agenda, es difícil suponer que no haya sido considerado por ambas mandatarias.

Desde hace tiempo la gigantesca compañía petrolera había anunciado que planeaba desinvertir en la región para concentrarse en la explotación off shore de hidrocarburos, especialmente en la plataforma submarina brasileña, cuyas reservas serían comparables con Vaca Muerta en la Argentina. Incluso el propio comunicado del viernes ratifica esa decisión para el período 2013/17, durante el cual prevé vender activos por casi 10.000 millones de dólares.

Dentro de esta estrategia, hace pocas semanas Petrobras había vendido a la empresa estatal uruguaya Ancap el 51% de su distribuidora de gas en Montevideo y se descontaba que la oferta de Cristóbal López calzaba perfectamente dentro de esos planes. De hecho, un paso elocuente había sido venderle en 2010 la refinería de San Lorenzo (Santa Fe) y una red de 360 estaciones de servicio, que hoy opera con su marca Oil, por unos 110 millones de dólares. Además, implicaba que la petrolera brasileña retendría el 49% restante, ya sea para compartir el negocio de exploración y explotación (upstream) o venderlo por separado.

Si esta secuencia era lógica, lo verdaderamente desconcertante fue que el propio gobierno de CFK dejara trascender que era un hecho la compra por parte de Cristóbal López. Por si esta estrategia de comunicación de entrecasa no hubiera sido suficiente, el empresario comenzó a moverse como si ya fuera el dueño de la filial argentina, que le hubiera permitido quedarse con la destilería de Bahía Blanca y completar su red de estaciones de servicio. Incluso le había ofrecido el futuro manejo operativo a Oscar Vicente, histórico ejecutivo de PeCom y actual presidente de la petrolera Entre Lomas (donde Petrobras tiene una participación de 48%), aunque éste supeditó su respuesta a la decisión final de la compañía brasileña.

Todo esto ocurrió sin que del lado brasileño surgiera una sola palabra oficial. Ese silencio ya había sido notorio tras el encuentro, aparentemente ríspido, que mantuvieron las presidentas de los dos países a fin de abril, durante el cual se habrían abordado otros conflictos que enturbian la relación bilateral, como el retiro de la minera brasileña Vale (que suspendió la inversión de 6000 millones de dólares en Mendoza para extraer y exportar potasio y dejó caer 11.000 puestos de trabajo) y las sistemáticas trabas a la importación de productos brasileños que aplica Guillermo Moreno .

No fue tampoco un aliciente para apurar la definición brasileña, que los anuncios oficiosos surgidos desde la Argentina coincidieran con el lanzamiento del controvertido blanqueo de dólares "negros", en medio del escándalo de corrupción y lavado de dinero que involucra a Lázaro Báez, quien –al igual que López y en su momento Eskenazi, antes de caer en desgracia– es otro de los empresario favoritos de CFK. Esa coincidencia desató una tormenta política también en Brasil, con eje en el origen de los fondos del probable comprador de Petrobras e incluso con pedidos de informes en el Parlamento de Brasilia.

López, a diferencia de Báez y Eskenazi, tiene mucha más experiencia en el negocio petrolero. Pero, al igual que Báez, basó su espectacular crecimiento inicial en favores del gobierno de Santa Cruz, que en su momento le adjudicó muchas áreas petroleras con sólo incluir en las licitaciones la discutible exigencia de que las compañías debían tener sede en esa provincia. Incluso, ahora ambos compiten allí por la construcción de las represas hidroeléctricas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, donde también hay grupos brasileños interesados. Otra diferencia es que López aprovechó el calor oficial para diversificarse mucho más en la última década (que, al menos para él, evidentemente fue "ganada"), con negocios en la agroindustria (Indalo); los medios de difusión (C5N) y el juego (casinos), que en este caso planea extender a Miami.

A raíz del revuelo que se produjo en Brasil, el grupo debió salir a aclarar que no pagaría los 900 millones de dólares ofrecidos con fondos "blanqueados", sino con financiación externa de bancos internacionales. Y que planeaba para ello constituir en los Estados Unidos el holding CIC (Centennial International Corp.), con oficinas en Nueva York, para agrupar a las petroleras del grupo y, en una segunda etapa, abrir 30% de su capital para financiar futuras inversiones

Más allá de todos estos avatares, a primera vista surgen dos conclusiones. Una, que con la hiperregulación del sector energético, la Argentina dejó de ser para Petrobras un país atractivo para invertir; pese a haber desembarcado hace once años, cuando desembolsó algo más de 1100 millones de dólares para comprarle la operación al grupo local Pérez Companc (PeCom). Otra, aún más evidente, que Cristóbal López no era un buen socio para la compañía brasileña; y menos cuando la relación entre Dilma Rousseff y CFK tampoco atraviesa por su mejor momento.


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