El que se hubiera tomado el trabajo de seguir la evolución política de Venezuela desde el advenimiento de Chávez al poder hasta su muerte podría haber anticipado cómo iba a ser la evolución política de la Argentina desde el advenimiento del kirchnerismo al gobierno nacional.
También lo podría haber hecho si observara la evolución política que sufrió Santa Cruz desde la asunción de Néstor Kirchner.
Si ajustamos la comparación a lo ocurrido en Venezuela, vamos a ver que ambos países gozaron de la excepcional oportunidad que les brindaron los precios internacionales de sus principales comodities. El petróleo en Venezuela y los productos agrícolas, especialmente la soja, en la Argentina.
De la misma forma, Venezuela tuvo en sus inicios un régimen con la legitimidad de origen que le otorgó un amplio triunfo electoral al chavismo, lo cual hizo que se sintiera con derecho a avanzar por sobre los distintos poderes del Estado, transformando al Parlamento en una mera dependencia encargada de aplaudir toda iniciativa que emanara del Ejecutivo y convalidar cada uno de los avances que éste perpetrara contra las instituciones.
La lista de rasgos complejos se nutre con la pretensión de reforma constitucional autorizando la reelección indefinida del líder, en Venezuela concretada; terminar con la independencia del Poder Judicial; apropiación de la mayoría de los medios de comunicación independientes; corrupción impune y graves ataques a los pocos medios de comunicación no sometidos.
Estos son diferentes hitos que asemejan a los regímenes de los dos países.
Una economía que avanza estatizando diferentes empresas con el correlato de la ineficiencia de los que pasan a gerenciarlas. Una inflación que compite por los primeros lugares en el mundo, un cepo cambiario que aleja cada vez más el dólar oficial del dólar paralelo y el desfasaje del dólar oficial, con los costos internos que determina la pérdida de competitividad de las producciones nacionales, constituyen otras semejanzas.
La abolición de todos y cada uno de los mecanismos de control de gestión del Estado es lo que garantiza a perpetuidad la posibilidad de hacer negocios oscuros a costa de los dineros públicos, con la consiguiente impunidad posterior a cargo de un Poder Judicial sometido.
El tratamiento que ha recibido en nuestro país la denominada democratización del Poder Judicial es uno de los últimos avances para consolidar un modelo que ha perdido toda relación con una democracia sana. No sólo se ha avanzado para lograr conseguir una justicia dependiente, sino que, negando el debate y aprobando a tambor batiente la pretensión del Poder Ejecutivo, el oficialismo demuestra que ha perdido hasta el pudor que tenía para esconder su pretensión hegemónica.
Tanto en Venezuela como aquí, desde los gobiernos se instó a la fractura de la sociedad tratando a los opositores como enemigos a destruir.
Miremos un minuto más el espejo de Venezuela. La nutrida oposición al chavismo percibió que solo les quedaba un arma para resistir el modelo autoritario y su consolidación definitiva, y éste era unirse en torno a un solo frente opositor.
Allí confluyeron tradicionales adversarios como Acción Democrática y COPEI, y partidos de signos ideológicos opuestos como el marxista Bandera Roja y el centro derecha que representa UNIR.
Juntos, le asentaron un golpe brutal al modelo hegemónico de Chávez.
No sabemos quién ganó realmente la elección, pero es seguro que una luz de esperanza se abre en una Venezuela en tinieblas.
Antes, una multitud pedía en nuestra patria que “se vayan todos”. Hoy, el pedido es que se unan todos. Invitados por la multitud que marchó contra el autoritarismo kirchnerista, estuvimos juntos representantes de todos los partidos políticos que creemos y queremos la vigencia de la Constitución Nacional y de las garantías de la democracia.
¿Sabremos leer el ejemplo de Venezuela y escuchar el pedido de nuestra ciudadanía con un espíritu abierto a buscar los consensos y postergar, frente a la urgencia, lo que nos separa?