Si existe un elemento de continuidad en la política exterior argentina desde 1983, este fue la construcción de una estructura triangular que puso al tope de nuestra agenda a Washington y Brasilia-utilizándolos como contrapesos-, en un marco predominantemente cooperativo, dejando de lado las tensiones del pasado.
Las diferencias existieron en los sentidos en los que se utilizó dicho triangulo, con dos tendencias predominantes: la primera, que consistió en buscar márgenes de maniobra en el escenario internacional, como ocurrió durante el gobierno de Alfonsín y los posteriores a la crisis de 2001; y la segunda, que privilegió la relación con la potencia hegemónica, en las administraciones de Menem y De la Rúa.
Para ajustarnos a lo que nos proponemos señalar, no haremos una historia de cómo esa estructura y sus sentidos se vincularon en los últimos treinta años, sino un comentario sobre lo que acontece más recientemente. La combinación entre un alto endeudamiento en default, de alta prioridad para nuestro país, y una peligrosa agenda de seguridad, de alta prioridad para Estados Unidos, fue objeto de una delicada operación técnica y política que permitió hasta el momento, saltar esta situación satisfactoriamente para nuestros intereses. Es decir, lograr que Washington neutralizase a actores que reclamaban el pago total de la deuda, más las acreencias devengadas, y no intervenir directamente ni en Afganistán, ni en Irak, articulando con Brasil muchas de estas cuestiones.
Esta situación permitió llevar adelante una exitosa estrategia de inserción que hoy vemos con preocupación cómo se estaría disolviendo. Para la construcción de autonomía, como lo señaló Juan Carlos Puig insistentemente en sus obras, es necesario leer el escenario internacional, para poder extraer de él, cuáles son los márgenes potenciales y los reales de aquella para operar el mundo.
Dentro de esta ponderación, encontraremos un delicado equilibrio para llegar a la autonomía heterodoxa –punto ideal de la construcción puigiana- y no caer en la autonomía secesionista –que supone un corte con la potencia-. Mientras en la primera uno podía tener un modelo de desarrollo que satisficiese o no la demanda metropolitana, analizar cuándo esta pone en juego sus propios intereses o los de bloque, y, el parámetro crucial, no cruzar la línea estratégica de la Gran Potencia.
En ese sentido Puig llamó a observar el hecho que la puja de intereses con la/s gran/des potencia/s debe evitar que los problemas “cotidianos” se transformen en “estratégicos”.
La prioridad regional y su integración son un soporte ineludible en el pensamiento autonomista, para sustentar los márgenes de maniobra, como la que pretendía este viejo y querido maestro de las relaciones internacionales argentinas y ex canciller de Cámpora.
Tres hechos, y cómo el Gobierno los encaró, llevan a pensar en un trasvasamiento de la autonomía: la situación de la inversión brasileña con motivo de la suspensión de actividades de la empresa Vale en Mendoza, el Juicio llevado adelante en Nueva York por el “fondo buitre” NML Capital, y el Acuerdo con Irán, a propósito de la Causa AMIA.
La decisión de la empresa Vale de no continuar con su proyecto inversión en la Argentina, teniendo en cuenta la participación accionaria del Estado vecino, podría indicar el fin de la “paciencia estratégica” llevada desde los tiempos de Lula Da Silva por nuestro principal socio internacional, ante la acumulación de diferendos.
La segunda cuestión, la adscripción a una retórica oficial, claramente destinada al consumo interno, de “no vamos a pagar a los buitres”, determinó un fallo adverso en Nueva York, donde la aplicación del principio pari passu podría poner en riesgo toda la estrategia de desendeudamiento, y aunque tardíamente reaccionó con una propuesta más lógica, la de reabrir el canje de 2010 para ofrecer las mismas condiciones a todos los bonistas, el resultado de esta cuestión es incierto.
La última cuestión resulta singular. La defensa del gobierno, a partir de 2004, de la llamada pista iraní en la Causa AMIA -sostenida desde los tiempos del Juez Galeano-, resultó útil para establecer una vinculación con la estrategia de lucha contra el terrorismo, patrocinada por Washington desde que George Bush hijo era presidente, y a su vez no adherir al unilateralismo con que era llevado adelante. El viraje actual, dejó lugar a cierta suspicacia acerca de lo actuado por la Justicia Argentina, relativizando los reclamos realizados en diversos foros internacionales; con lo cual se estarían demoliendo los cimientos de una estrategia cooperativa con Washington.
Recapitulando, si el laborioso triángulo encuentra signos de tensión en dos de sus lados, y si los recaudos marcados sabiamente por Juan Carlos Puig, no son tenidos en cuenta, o por lo menos no sabemos cuáles son las estrategias que las reemplazarán ¿no estaremos frente a un cambio de estructura, o a un tercer sentido de nuestro relacionamiento externo?