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Debate
LINDENBOIM: CURIOSIDADES E INTRIGAS DE LAS CIFRAS OFICIALES
27/02/2013

Economía: curiosidades e intrigas de las cifras oficiales

Clarín/ Por Javier Lindenboim DIRECTOR DEL CEPED E INVESTIGADOR DEL CONICET

Acabamos de enterarnos de que el crecimiento del Producto en Argentina fue, en 2012, de casi el 2%. Llamativo, por cierto, dado que el INDEC había informado que tanto la industria como la construcción registraron caídas significativas. Aparentemente, vaya paradoja, la mejora del Producto en un año -por demás crítico tanto dentro del país como en el mundo- se debería al sector servicios, en particular al sector financiero. Esto es, se repetiría en este aspecto lo que teníamos como dato característico de los años noventa.

¡Vaya noticia!

Seguramente habrá quien esté en mejores condiciones de explicar estas singularidades estadísticas y, mejor aún, vincular estos desaguisados con cuestiones más amplias en términos de transparencia en la gestión estatal y de acceso a la información.

Entre tanto, veamos algunas otras afirmaciones oficiales, que no dejan de llamar la atención.

En la treintena de aglomerados en los que se realiza la Encuesta de Hogares (EPH) y excluyendo a los beneficiarios de planes, entre el tercer trimestre de 2003 y el cuarto de 2011 hubo un importantísimo incremento del empleo: 2.3 millones de personas. Esa cifra, llevada al total de la población nacional, equivale a algo menos de cuatro millones. Dicha cuantía (aunque lejos de los pregonados cinco millones de nuevos empleos) no deja de ser un monto extremadamente auspicioso.

Lo que no suele observarse con atención y debiera preocuparnos sobre manera es que en verdad t amaño incremento en ocho años se explica principalmente (dos tercios) por los primeros tres años.

El tercio restante requirió de cinco años para acumularse. Esto significa que el dinamismo económico y ocupacional de los primeros años no pudo continuarse. En 2009 se supone que la responsable fue la sequía interna y también la crisis externa. En 2012, se sostiene, también los factores externos habrían podido afectar negativamente la actividad y el empleo. Aun así, los cuatro años restantes (2007, 2008, 2010 y 2011) que según las cifras oficiales fueron de altísimo crecimiento, no lograron dinamizar el mercado laboral. Parece ser que, a este respecto al menos, los malabarismos de coyuntura no han mostrado incidencia favorable alguna para recuperar las buenas épocas iniciales de la salida de la convertibilidad.

En todo el lapso 2003-2011 el sector con mayor aumento porcentual del empleo ha sido (nueva paradoja) el financiero, seguido de restaurantes y hoteles. En tercer término, la rama de la construcción y a continuación la administración pública. Dentro del conjunto de sectores registrados por la EPH, la industria aparece en el lugar número 13. En la creación de riqueza (PBI) las ramas que más crecieron fueron la construcción, el transporte, las finanzas y el comercio. Luego aparece la industria. Queda pendiente la explicación del bajo desempeño ocupacional, eventualmente basado en un impresionante aumento de la productividad laboral en ese sector.

Sobre la calidad del empleo las cifras tampoco son nítidas como sería de desear. Por un lado la EPH indica que más del 90% de los nuevos trabajos son de asalariados y, dentro de ellos, el 90% son protegidos.

Pero, siempre hay algún pero, es extraño que en el período de mayor dificultad ocupacional, en este caso el trienio 2006-2009, haya habido una disminución absoluta del empleo precario, lo cual contradice la teoría y la experiencia acumulada. A la vez, en el período de recuperación ulterior no sólo no siguió cayendo el empleo desprotegido sino que, aunque escaso, mostró un incremento. Dicho todo esto para aludir a las intrigas que arrojan algunas de las cifras proporcionadas oficialmente.

Si pasamos a los salarios (sin entrar en la discusión de cuál fue la verdadera variación de su capacidad de compra) llama la atención que después de esta década de crecimiento económico los trabajadores precarios siguen ganando, en promedio, la mitad que los asalariados “en blanco”. O sea la misma relación de salarios (protegidos y precarios) de los noventa se mantiene en los dos mil. En aquel decenio la mayoría de los puestos creados eran precarios. Ahora ocurre lo contrario. Sin embargo, la retribución media de ambos tipos de asalariados conserva la posición relativa.

Con estas pocas cifras se pone en duda: a) la perduración de las buenas épocas en materia de creación de empleo; b) la postulada disminución de la distancia entre los niveles salariales de empleos protegidos y precarios; c) la afirmación de que el acontecer de estos años deba recibir la denominación de industrialista, entre otras cuestiones relevantes.

Parece prudente apuntar a la formulación de una estrategia de mediano o largo plazo dentro de la cual se inscriban las acciones compatibles de la coyuntura. Seguir el camino inverso -querer tapar los agujeros del momento y luego buscar alguna justificación atractiva- parece no habernos conducido exitosamente. La restricción a las importaciones, la arbitrariedad en el manejo de la demanda de divisas, el “congelamiento” de precios son malos ejemplos de ello. Nada de esto implica, por supuesto, descreer de las virtudes de los logros alcanzados. Todo lo contrario. Se trata de discutir cómo podemos evitar que se debiliten significativamente o -inclusive- que puedan verse en peligro.


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