Los problemas económicos –al igual que muchos problemas de la vida– tienen dos componentes. El primero es el problema en sí mismo: su identificación, origen, causas, consecuencias que tiene, etc. El otro componente es la actitud que se toma frente a ese problema.
Muchas veces los problemas son muy serios y una correcta actitud logra remontarlos sin mayores complicaciones, y muchas veces los problemas no son serios pero una mala actitud los agravar innecesaria y peligrosamente.
Cuando a una persona le diagnostican una enfermedad, puede optar entre dos formas para enfrentarla. Reconocerla, tomarla en serio, hacer las dietas recomendadas, tomar los medicamentos necesarios y cumplir con el tratamiento indicado, de manera de superar la enfermedad y hasta quizás curarse. Sin embargo, esa misma enfermedad puede ser encarada negándola o minimizando sus consecuencias. El fumador es muchas veces una de estas personas, que minimiza los riesgos y consecuencias de su adicción bajo el pretexto de que ‘si yo fumé 20 años y nunca me pasó nada’. Hasta que sí, un día le pasa.
Es decir, el cómo se decide encarar los problemas –en este caso enfermedades– aceleran o retardan sus efectos en el tiempo.
Una economía enferma
El año 2012 marcó el agotamiento del modelo de crecimiento que le imprimió en los últimos 3 años el gobierno nacional. No tiene nada de malo, los ciclos se terminan. El año terminó con inflación más alta que el año anterior y un PBI sin crecimiento.
El tener un escenario de estanflación es un problema serio de la economía. Es una enfermedad que hay que empezar a curar, porque si no el camino seguirá siendo de mayor inflación y menor crecimiento.
Cuando el gobierno asume tal grado de negación de la realidad económica como hoy, que es bastante diferente a la de los últimos 8 años, los problemas económicos tienden a crecer y lo que es un problema manejable puede convertirse –con el tiempo– en uno inmanejable. Esa pérdida de manejo, no por falta de poder, sino de no ver la realidad presente, puede llevar a que el 2013 se convierta en el año del cisne negro.
La base está
Cuando un gobierno habla mucho de los logros del pasado es que tiene poco que ofrecer en el presente y el futuro le resulta incierto.
Los problemas estructurales de la economía de hoy son varios. Hay déficit fiscal que se financia mayoritariamente con emisión monetaria. Hay déficit energético que solo se logra financiar consumiendo reservas. Hay un tipo de cambio cada vez menos competitivo que hace que el turismo y las exportaciones, sobre todo industriales, se retraigan y un control cambiario que ha impactado en forma negativa en la construcción derivando recursos al dólar blue.
Es decir que hay problemas estructurales que está generando la actual situación económica, el valor del dólar blue es solo un síntoma, es como la fiebre, la infección está en otro lado.
Problemas económicos tienen todos los países, como enfermedades sufrimos todos los seres humanos. Lo que muchas veces importa no es solo la enfermedad sino la actitud frente a ella. . Y ante el primer síntoma, hasta las personas que no nos quieren nos bancan y dicen está bien, no es grave. Pero si a los días, la tos sigue, o la fiebre está alta. Ahí sí hay que ir al médico y no seguir diciendo que son síntomas naturales debidos a la actividad física que uno realiza. Es entendible –al principio– minimizar los síntomas, no es entendible negarlos.
Siguiendo esta línea de acción, el gobierno hasta ahora, y con éxito, ha logrado minimizar los síntomas y que los adeptos se lo comprendan. Pero a esta altura los problemas empiezan a ser mayores, por lo tanto la negación del problema comienza a ser cuestionada hasta por los propios amigos. Por bien de todos.
Por supuesto que echarle la culpa de que las cosas no funcionan a otros, es también un clásico de la vida. Ya en administración de empresas te enseñan que si podés tirarle un lío de laburo a otra persona, tu problema está resuelto. Pero nuevamente si los problemas persisten en el tiempo, se pierde la credibilidad en poder encontrar soluciones.
Esta contradicción entre la negación del problema y los efectos negativos que provoca, es que el problema se agrava siendo cada vez más evidente. Y, dado que no se enfrenta, el mismo crece mientras las excusas son cada vez más apasionadas pero menos efectivas.
Cuando los problemas son menores, las negaciones no traen inconvenientes y hasta tienen el acuerdo de los que nos quieren. Pero cuando el problema crece, su negación es peor que el problema en sí.
El cisne negro
Un cisne negro es un evento raro en la vida, no predecible, pero que sucede. Si uno mira las proyecciones de la mayoría de los economistas, el 2013 aparece con crecimiento pobre, gracias a la soja y a Brasil.
La realidad que ha marcado enero, es que esa proyección suponía de un paciente que entendía que tenía un problema y empezaba a actuar para controlarlo. Lo cierto hasta ahora es que el gobierno no reconoce ningún problema, por lo tanto sus políticas –lo único que hacen– es agravar la actual situación.
Enero fue magro en liquidación de divisas, la recaudación creció por debajo de la inflación. La construcción tuvo su peor caída en 10 años, el aumento del mínimo no imponible no conformó ni tranquilizó a nadie. La brecha con el blue creció mientras el gobierno anuncia aumentos del gasto y reducciones de recaudación, que dejan al fisco en una situación más que vulnerable sin resolver su déficit.
Los economistas optimistas están rezando porque el gobierno reaccione y sepa que tiene una enfermedad que está haciendo metástasis en toda la economía que es la inflación. Hasta ahora todo lo que ha hecho ha sido para empeorar su situación por lo que el cisne negro probablemente suceda en el 2013.
Esta columna no es apologética, sino todo lo contrario. Si el gobierno sigue creyendo su discurso y no entiende lo que pasa en la realidad, el cisne blanco de los optimistas será el cisne negro de los pesimistas. Está en el gobierno decidir el camino.