Las tensiones cambiarias del verano llevaron a dirigentes de la oposición y economistas de la city a recomendar desde una devaluación hasta la aplicación de una política monetaria y fiscal contractiva. Contra ese discurso dominante, el economista Héctor Valle –también director de YPF por el Estado– defiende la estrategia oficial de controles a la venta de divisas y reclama no dar marcha atrás. Apunta que existen cuestiones a revisar, como la falta de abastecimiento de moneda extranjera a turistas que viajan al exterior, pero enfatiza que la pelea de fondo es otra: lograr una desdolarización de la economía que permita consolidar el desarrollo de un modelo productivo. En esta entrevista con Página/12, uno de los referentes de la heterodoxia económica advierte que detrás de los movimientos del dólar blue se montan maniobras desestabilizadoras con fines políticos.
–¿Se puede seguir con este esquema de un dólar paralelo con oscilaciones bruscas?
–En primer lugar quiero plantear una premisa: la administración cambiaria es una pieza central de la política económica. La tenencia de dólares para pagar los servicios de la deuda, para disponer de un nivel razonable de reservas con que atender los compromisos de importaciones, de remisión de utilidades y servicios es un prerrequisito para que este modelo funcione. Hay que descartar absolutamente que el Gobierno pueda y menos que quiera salir de un sistema de administración cambiaria como el actual.
–Las restricciones cambiarias buscaron detener la fuga de capitales. Ese objetivo se logró.
–Sí, la fuga se cortó abruptamente. También se perdieron los depósitos en dólares en caja de ahorro, pero el objetivo principal era evitar la sangría de reservas del Banco Central cuando la Argentina tenía que pagar 13 mil millones de dólares de deuda. Había que tomar decisiones drásticas frente a un sistema que permitía alegremente la fuga de capitales, porque cada persona podía ir y comprar dos millones de dólares en el mercado. Quizás es una medida que se tomó demasiado tarde, pero eso ya es contrafáctico. Lo cierto es que gracias a los controles, con toda la desprolijidad que se quiera plantear, la Argentina pudo atender sus pagos de deuda externa. Se pagaron 13 mil millones de dólares y las reservas cayeron sólo 2 mil millones. Algo de virtuoso tuvo ese sistema por más que ponga nerviosos a quienes están en la especulación financiera.
–Una de las críticas es que tuvo impacto en el nivel de actividad.
–Tuvo impacto en la construcción, que era obvio que iba a ocurrir, y en segundo lugar las restricciones a las importaciones afectaron más de lo necesario a la producción industrial. Este segundo tema se está corrigiendo casi en su totalidad. El primero está muy vinculado con valores culturales y con la necesidad de que existan alternativas de inversión en pesos.
–¿Es una situación de transición?
–Sin duda, estamos en una transición, pero sería terrible dar marcha atrás. En este punto la Argentina no se puede dar el lujo de dar marcha atrás y multiplicar los mercados o acelerar la devaluación o preocuparse por lo que dicen los medios ligados a la especulación financiera. Si estamos convencidos de estas políticas tenemos que perfeccionarlas, modernizarlas, generalizarlas, pero en ningún momento dar marcha atrás. No creo que ocurra, además.
–Esa transición, si el proceso resulta exitoso, llevaría a una desdolarización de la economía.
–La idea básica es desdolarizar la economía y disponer de los recursos en dólares para financiar grandes proyectos de inversión, así como antes se los dispuso para el desendeudamiento. Se comprobó que las reservas no desaparecieron, se comprobó que la Argentina es un país que paga sus deudas. Pero la Argentina todavía tiene que afrontar el tema del Club de París, tiene que enfrentar los temas del Ciadi, tiene permanentes desafíos que lo obligan a cuidar el nivel de reservas. Para mí, ése es el dato central de la política económica. Yo descarto que el Gobierno entre en el juego de a cuánto cerró el dólar blue, que ni siquiera se sabe cuál es la dimensión de ese mercado. Pero tiene un peligro potencial: qué va a pasar cuando haya que liquidar la cosecha y en qué medida puede haber una tentación de subfacturar exportaciones. Ahí los controles tienen que funcionar.
–¿Cuál es el motivo de la brecha entre el dólar oficial y el blue?
–Si es porque la gente que viaja al exterior no puede acceder fácilmente al dólar, bueno, ahí el Gobierno tendrá que revisar si la administración tributaria está funcionando con eficacia. En segundo término, si lo que ocurre es que hay una apuesta a que la Argentina va a perder el juicio contra los fondos buitre en Nueva York, en su momento se sabrá el resultado. Yo creo que lo que está detrás de esta movida es un proyecto desestabilizador del Gobierno que excede largamente la cuestión económica. Si efectivamente es así, como existe una legislación que castiga a la actividad especulativa, hay que aplicar la ley con todo rigor para reprimir este tipo de maniobras.
–Otros economistas agregan la hipótesis del atraso cambiario.
–Probablemente, pero hay que advertir que el conjunto de las monedas de la región se está apreciando y que la relación entre el peso y el real no varió significativamente. Puede haber algún atraso cambiario, pero no me parece que sea de la magnitud que justifique esta movida. Lo que sí hay es experiencia histórica de que cuando los gobiernos tratan de adaptarse o reconocer estas presiones cambiarias terminan volcándose a la política económica neoliberal, que es lo peor que nos puede pasar a los argentinos. En general los que están reclamando ceder a las presiones son personas vinculadas con aquel viejo proyecto. Lo peor que podemos hacer es dilapidar las reservas del Banco Central tratando de combatir la especulación contra el peso. Es preferible utilizar las herramientas que da la ley para castigarla. Intentar “sincerar” el tipo de cambio del mercado negro tendría un efecto devastador en términos de inflación y en términos de redistribución del ingreso en favor de los sectores más concentrados de la economía.
–¿Por qué?
–Porque los sectores más concentrados de la economía, por ejemplo los vinculados con la comercialización de granos, calcularon todas sus operaciones a un dólar de 4,80 y de pronto se encontrarían con que están vendiendo su producción a 7 pesos y pico. Tendrían una ganancia extraordinaria fruto de la devaluación, y siempre cuando alguien gana, sobre todo cuando son muy pocos, perjudica al conjunto de la población. Significaría, por otra parte, un brutal encarecimiento de las importaciones, con efectos inflacionarios, y un brutal encarecimiento de la deuda pública. Entonces el Estado caería en un déficit muy grave que nos llevaría al peor de los mundos.
–¿La tensión cambiaria seguirá hasta que se defina el juicio contra los fondos buitre?
–Creo que sí. Está ese factor y puede ser el del turismo, si es que no se está respondiendo a la demanda como corresponde. Cuando pase el verano y se vayan desbrozando las distintas cosas que rondan en torno del mercado del dólar, entonces creo que se verá que el meollo del asunto es una movida especulativa que tiene fuertes connotaciones políticas de carácter desestabilizador.
–Hay quienes proponen desdoblar el mercado de cambios y crear un dólar turista.
–No hay que crear un mercado de dólar turista ni convalidar la especulación financiera. No haber convalidado la especulación financiera en pesos o en dólares ha sido uno de los secretos del éxito del Gobierno en su política económica, entonces por qué va a dar marcha atrás ahora cuando es obvio que este valor del dólar blue no tiene ningún anclaje en la realidad. Eso no significa que no haya que seguir el tema con atención, más cuando a partir de febrero o marzo el Estado empieza a recibir los primeros ingresos correspondientes a la liquidación de las cosechas. Ese es un mercado no demasiado perfecto, controlado por un pequeño grupo de cerealeras y hay riesgos de subfacturación de exportaciones. Tenemos que estar preparados para que no ocurra.
–¿Cuáles serían las ventajas y desventajas de ir a un sistema de tipo de cambios múltiples?
–Hay una pésima experiencia en esa materia. La tendencia lleva a que el tipo de cambio se alinea con el mercado más caro, es inevitable. En todo caso ese desdoblamiento se puede hacer mediante la combinación de medidas fiscales. O sea, modificar la estructura de impuestos sobre la actividad involucrada para generar un tipo de cambio diferenciado. Las retenciones son un típico mecanismo de desdoblamiento, los impuestos sobre las importaciones también. Uno puede hacerlo por esa vía. También puede crear un impuesto extraordinario al turismo, si quiere. O puede poner un impuesto extraordinario a la transferencia de utilidades. Por esa vía es mucho mejor que fijar tres o cuatro tablitas cambiarias, porque eso en la experiencia argentina demuestra debilidad del Gobierno –exista o no– para manejar la política cambiaria. Entonces todas las operaciones se terminan acomodando al valor más alto.
–Economistas de la city y dirigentes de la oposición aseguran que la escalada del dólar paralelo también responde a un aumento de la emisión. ¿Cuál es su lectura?
–La emisión lo que hizo fue convalidar los aumentos de precios que se originaron por las distorsiones productivas que aún tiene el país. Lo que sí es cierto es que la oferta de opciones de inversión en pesos es insuficiente, entonces alguna parte de los pesos va a la compra de dólares. Pero no nos engañemos. El movimiento es básicamente especulativo. Si vamos a mirar por el lado de que existen pesos disponibles para comprar dólares, siempre existieron esos pesos. Hoy hay un factor perverso, un factor tóxico, que es la especulación. No hay que ocultar la verdad objetiva. Si hubiera una política monetaria contractiva igual habría pesos que irían al mercado cambiario, pero además tendríamos desequilibrio de las cuentas públicas y menor financiamiento para las empresas. Eso generaría recesión, y entonces el refugio sería el dólar porque no habría opciones de inversión. Los grandes shocks devaluatorios que hemos tenido en la Argentina fueron en momentos de recesión, no en etapas de expansión o de estabilidad económica como ahora.
–El ejemplo más cercano es 2001.
–Poner la discusión en términos de que existe demasiada plata suelta buscando donde colocarse es infantil. Acá lo que hay es una movida especulativa fuerte con un contenido político indudable dirigido a desestabilizar al Gobierno. Se puede desestabilizar al Gobierno con tapas de Clarín, con denuncias falsas de Carrió, pero también se puede desestabilizar sentando las condiciones para que no podamos recibir todo el ingreso originado en las exportaciones de esta cosecha. Es así.
–¿Cuáles serían opciones de inversión en pesos que permitan preservar el valor de los ahorros?
–Acá hay que entender que la pesificación ha llegado para quedarse. No habrá marcha atrás en la comercialización de bienes o inmuebles en pesos. Entonces es cierto que resulta insuficiente la cantidad de opciones para que el ahorrista pueda invertir en pesos. La experiencia del bono para el financiamiento de YPF que se colocó en el mercado minorista es muy interesante en ese sentido. Demostró cómo la gente responde tomando un papel en pesos cuando aparece una inversión atractiva. Creo que ese ejemplo habría que replicarlo para el conjunto de los grandes proyectos que están en el país. Por ejemplo Atucha, las centrales hidroeléctricas, la renovación ferroviaria, el plan de viviendas. Hay un montón de iniciativas estratégicas que podrían obtener este tipo de financiamiento.
–¿Sería una forma de reactivar el mercado inmobiliario?
–Claro, porque efectivamente el que vende una casa en pesos necesita una opción en pesos más atractiva que guardar los dólares en la caja de seguridad.