Según la fábula de los hermanos Grimm hubo un solo flautista de Hamelin, no fueron varios. Pero imitadores sobraron, sigue habiendo. Este año no se presenta en calma y hay indicios que las cosas pueden empeorar.
Sin embargo, los optimistas siguen empecinados en demostrar que una mejor cosecha de soja en 2013 y un crecimiento importante en Brasil permitirían sortear las dificultades de arrastre. De vuelta con las dependencias. Como alegres flautistas de Hamelin creen que la Historia se escribe con cuentos para niños.
La realidad es compleja y el Gobierno mira para otro lado.
En la Argentina sigue sin resolverse un problema esencial, que es la inflación, cercana al 26 por ciento anual, la más alta en todo el continente, de norte a sur. Esa inflación negada oficialmente impacta en el bolsillo de los menores ingresos y de la clase media. Y ya se trata de un círculo vicioso e inacabable: el déficit fiscal, los compromisos de la deuda y otras fealdades llevan a utilizar demasiado tiempo la “maquinita” de hacer dinero.
Hemos llegado a un comienzo de 2013 que demuestra que hay escasez de dinero en los bolsillos, las vacaciones se acortan considerablemente y los gastos en las zonas veraniegas son menores. En Buenos Aires están sobrando autos y gente en este mes de enero, tradicionalmente sereno y poco transitado porque se trata del momento más elegido para descansar fuera del cemento. Y ya, a muy corto plazo se vienen las paritarias; todos los dirigentes gremiales (oficialistas y no oficialistas) se niegan a que les fijen techos (como desearía la Casa Rosada) de demanda salarial y todos se han puesto de acuerdo para exigir la modificación de la carga del Impuesto a las Ganancias.
Se esperan, entonces, exigencias de mejoras salariales de hasta el 30 por ciento.
¿Qué hará el Estado ante esta presión? ¿Cómo resolverá la situación de sus propios empleados y los gritos de socorro de algunos empresarios cuyos sectores no terminan de ser rentables? ¿Alguien puede estar sereno ante esta perspectiva?