Las fiestas de fin de año, lejos de sumergir a Cristina Fernández de Kirchner en la ilusión de algún sueño navideño, la sorprendieron entregada a una dolorosa resignación.
La Presidenta dedicó las últimas horas de 2012 a atender dos dificultades cada vez más severas de su gestión: la deuda en default y el déficit energético. Las estrategias que venía adoptando para estos problemas la llevaron, en cada caso, a una encerrona. La negativa a negociar con los holdouts , penalizada por la justicia neoyorquina, puso al país al borde de una nueva cesación de pagos, esta vez con los bonistas que habían ingresado en los canjes de 2005 y 2010. Y la reticencia a reconocer mejores precios a los productores de hidrocarburos hizo caer a pique la oferta de petróleo y gas, poniendo en crisis el abastecimiento de combustibles y amenazando con un fracaso muy precoz a la gestión del Estado en YPF. Antes de brindar por la llegada del nuevo año, la señora de Kirchner ordenó al ministro de Economía ofrecer a los tenedores de deuda en default -los malditos fondos buitre- una negociación sobre la base de las reestructuraciones anteriores.
Reunida con el más importante petrolero argentino, Carlos Bulgheroni, la Presidenta dispuso extender a toda la industria los aumentos en el precio del crudo y el gas que había otorgado a YPF.
Bulgheroni consiguió que el barril de petróleo pase de 42 a 70 dólares. Y que la nueva producción de gas cotice a 7,50 dólares el millón de BTU. A cambio de esa conquista, de resultados tangibles e inmediatos, prometió que Pan American Energy (PAE) -de la que es propietario en asociación con la china Cnooc y British Petroleum? invertirá 3500 millones de dólares en exploración en los próximos cinco años.
Después de sellar este acuerdo con la Presidenta, Carlos Bulgheroni y su hermano Alejandro se reunieron con Miguel Galuccio. Anunciaron que su empresa familiar, Bridas Energy Holding, invertirá con YPF 1500 millones de dólares en Vaca Muerta para perforar 130 pozos shale gas y shale oil en los próximos dos años.
En el mercado energético se especula con que Bulgheroni también podría comprar algunas áreas petroleras a un íntimo de la familia Kirchner. Pero son versiones hipotéticas.
Estos acuerdos son otra demostración de la legendaria destreza atribuida a Carlos Bulgheroni por sus colegas. Esperó a que la oferta energética estuviera al borde del colapso, y la gestión de Galuccio arrinconada, para reclamar el aumento que esperaba desde febrero pasado, cuando la Secretaría de Energía suspendió el programa Petróleo Plus. A cambio prometió invertir en una actividad aleatoria, como es la exploración.
Cuando entró en el despacho presidencial, Bulgheroni también estaba contra las cuerdas. El gobernador de Chubut, Martín Buzzi, hizo aprobar un nuevo marco regulatorio para la explotación de hidrocarburos cuyo principal objetivo es renegociar las concesión de Cerro Dragón, el yacimiento más valioso de PAE. Aliado con el kirchnerismo nacional, Bulgheroni se propone encuadrar a Buzzi, a quien acusó de promover una ley inconstitucional.
Dominar YPF
Bulgheroni dio, además, otro paso hacia aquel objetivo que, en un inusual arrebato de sinceridad, confesó en marzo de 2010: dominar YPF. La inversión en Vaca Muerta es una operación familiar, de la que no participan los británicos, y en la que no se sabe si entrarán los chinos. Tampoco se conoce qué parte de los 1500 millones de dólares prometidos corresponde a Bridas y qué parte a YPF.
Quienes suponen que Carlos Bulgheroni fue uno de los impulsores de la estatización de YPF, sobre todo desde aquella entrevista con Cristina Kirchner, siempre negada, que se realizó días antes de la salida de Repsol, tienen ahora más argumentos a favor de su sospecha. Los Bulgheroni vuelven, a su manera, a YPF, la empresa de la que obtuvieron el primer envión para su incalculable fortuna, como tantos otros industriales.
Nada que deba sorprender. Este pacto de Año Nuevo es otra instancia de una trayectoria de tratativas con gobiernos y fascinación por el poder que en Bulgheroni lleva, desde su juvenil amistad con Raúl Lastiri, más de 40 años. Gracias a la foto en la que miran al titular de Bridas con una sonrisa extasiada, Cristina Kirchner y Julio De Vido ingresaron a un álbum infinito. En esa colección hay, para escándalo de la sensibilidad media del Gobierno, infinidad de militares, algunos incorporados a la empresa en el retiro; aparecen ascendentes jóvenes de la Coordinadora radical; está Carlos Menem, de quien Bulgheroni se sintió ministro durante una tarde, cuando hubo que reemplazar a Miguel Roig, muerto en circunstancias nunca ventiladas; están varios ministros de Menem, que prestan servicios ahora como abogados o asesores en la petrolera; figura, fugaz, Graciela Fernández Meijide, acompañada en 1998 a un foro de Davos, y pasa el último De la Rúa, a quien el empresario quiso rescatar, trasladando a Buenos Aires a Felipe González para una mediación con el peronismo que evitara la caída.
En el álbum de Bulgheroni aparece también Néstor Kirchner, quien apenas llegó al poder suspendió los acuerdos extrajudiciales que Menem había autorizado para zanjar los innumerables conflictos entre Bridas y el Estado.
Sería injusto reducir la personalidad de este empresario a la de un habilidoso lobbista, que sorprende por la jerarquía y variedad de sus contactos internacionales. Nadie puede desconocer la inteligencia de Bulgheroni para concebir los negocios, ni su audacia para invertir. Pero en la jugada del jueves pasado apareció, otra vez, la astucia. En su acuerdo con Cristina Kirchner, Bulgheroni consiguió marginar a Axel Kicillof. El responsable de la negociación fue De Vido. No se trata de una exclusión anecdótica. El acuerdo con los Bulgheroni es un golpe conceptual contra las recetas energéticas que intentó imponer el viceministro de Economía. La Presidenta, influida por De Vido y Galuccio, renunció a la tesis según la cual los precios de los hidrocarburos eran suficientes para asegurar una rentabilidad razonable. Y fracasó también la hipótesis de que, estatizada, YPF pasaría a "servir al automovilista argentino": el jueves pasado la compañía fijó otro aumento del 6% para las naftas, en un mercado desabastecido por la caída de producción y el exceso de demanda.
En el área financiera, el paso atrás de la Presidenta también ha sido muy notorio. Cuando el 7 de noviembre pasado Lorenzino le propuso abrir una negociación con los holdouts , ella lo echó del despacho. Anteayer le ordenó adoptar esa estrategia. ¿Será fácil encontrar a los legisladores que defiendan una corrección de la ley que prohíbe toda transacción?
El objetivo
No habría que caer en confusiones sobre cuál es el objetivo. Suponer que el voraz Paul Singer, titular del Fondo Elliott, considerará el ofrecimiento, es una ingenuidad. Singer consiguió que el juez Thomas Griesa obligue a la Argentina a pagar al contado el doble del valor nominal de sus bonos, es decir, 200 dólares por cada título. La célebre columna Deal Professor, de The New York Times, premió el martes pasado a Singer y sus abogados por ese triunfo: "Consiguieron que en la charla cotidiana se hable de pari-passu", bromeó Steven Davidoff.
Si los holdouts aceptaran una reestructuración similar a la de 2010, estarían recibiendo un menú de bonos cuyo valor de mercado equivaldría, según el economista Nicolás Dujovne, a 60 dólares. El Gobierno no puede ofrecerles más, sin compensar con la misma mejora a los bonistas que ingresaron a los canjes.
El cambio que habilitó la señora de Kirchner es jurídico, no financiero. Al ofrecer reabrir el canje intenta dejar a los holdouts y a la Justicia neoyorquina sin uno de los argumentos en el que se fundaron las condenas: que el Gobierno actuó de mala fe haciendo aprobar una ley que le ata las manos para pagar su deuda.
Ese reproche no es nuevo. Apareció en las primeras audiencias judiciales. ¿Por qué la Presidenta decidió neutralizarlo recién ahora, cuando los tribunales ya se pronunciaron en contra del país? Por la misma razón que la llevó a aumentar el precio de los hidrocarburos cuando ya se empezaba a quedar sin gas y sin petróleo. Es decir, por la carencia de pensamiento estratégico, por la imposibilidad de incorporar a sus decisiones la dimensión del futuro.
Sería un error aventurar que Cristina Kirchner comenzó a corregir ese déficit. En las relaciones con los holdouts y en la gestión energética apenas está tratando de reducir los daños cuando éstos ya ocurrieron. Nada autoriza a apostar a que en otras áreas de su administración sea capaz de girar unos metros antes del fracaso.