Dice la Real Academia Española que “oxímoron” es la combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido.
Pareciera que el kirchnerismo está experimentando una etapa de creatividad sintáctica al modificar leyes.
La contradicción que conforma este oxímoron resulta, por un lado, en que el Poder Ejecutivo envió una modificación del artículo 1º de la Ley Nº26.095 (Obras de Infraestructura Energética) por medio del artículo 53 del Proyecto de Ley del Presupuesto 2013 donde se introduce la frase que señala que las “importaciones de gas natural y de todo otro insumo necesario que sea requerido para satisfacer las necesidades nacionales de dicho hidrocarburo,... constituyen un objetivo prioritario y de interés del Estado Nacional”. Por otro lado, la Ley Nº26741 (YPF), también enviada por el mismo Poder Ejecutivo pocos meses atrás, reza en su artículo 1º: “Declárase de interés público nacional y como objetivo prioritario de la República Argentina el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos”.
Es decir, que de resultar aprobado el Proyecto de Presupuesto 2013 deberemos convivir con otra flagrante contradicción, el del nuevo oxímoron del “autoabastecimiento importador”, como otra manifestación sintáctica del siempre flexible relato.
Pero vayamos más allá de la contradicción inmediata que mencionamos; pasar de declarar el autoabastecimiento como una cuestión de interés nacional a poner el foco, pocos meses después, en las importaciones, saca a relucir una de las peores caras de nuestra realidad: la Argentina de la urgencia. La Argentina de la Ley de Emergencia Pública, de la intervención de los entes reguladores, del congelamiento tarifario y de las importaciones descontroladas de combustibles.
En nombre de la urgencia se han cometido -y aún se cometen- los mayores desatinos, tanto en cuestiones energéticas como en otros sectores. Esta urgencia, que no es fortuita, sino que es el resultado de años de planificación ausente y soluciones parciales, se retroalimentó resultando en una escalada de desaciertos.
A pesar de las medidas desesperadas tomadas últimamente, el Poder Ejecutivo aún se resiste a reconocer su responsabilidad directa en la persistente degradación del sector energético argentino. Como resultado de esto, los fondos que en los últimos años deberían haber ido a inversiones en el sector, se convirtieron en exorbitantes gastos en combustibles caros, importados y ambientalmente dañinos.
De haber distinguido oportunamente lo importante -el autoabastecimento energético-, no seríamos esclavos hoy de lo urgente. Hasta que la política se ponga a la par del discurso y el autoabastecimiento deje de ser una cuestión meramente enunciativa, seguiremos navegando, errantes, entre objetivos contrapuestos.
