La CGT Balcarce se queja de que el Gobierno no le da bolilla, pero tiene en sus manos la posibilidad de que Cristina Kirchner le dé todo lo que quiere: sus dirigentes sólo deben animarse a ir a verla disfrazados con una careta de José de Mendiguren .
Es mucho más que una broma. Así como la central obrera K no consiguió aún que su fidelidad se traduzca en anuncios sobre los temas que la preocupan, el titular de la UIA ejerce tanta influencia sobre la Presidenta que, por ejemplo, logró convencerla de impulsar la reforma de la ley de riesgos del trabajo que quería el empresariado. Todavía no trascendió, pero De Mendiguren también obtuvo el apoyo presidencial para frenar en Diputados un proyecto que encarecería los costos laborales de las empresas al fijar un 100% de recargo en el sueldo de los empleados que trabajen desde el mediodía del sábado hasta la última hora del domingo. La iniciativa, de los senadores peronistas por La Pampa Carlos Verna y María de los Angeles Higonet, había sido aprobada por el Senado en agosto de 2010 y estaba a punto de ser considerada por los diputados hasta que la capacidad de persuasión del jefe de la UIA la detuvo.
Lo mismo había conseguido De Mendiguren con el proyecto de participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, que fue el emblema de Hugo Moyano cuando todavía no se había peleado con el kirchnerismo ni con Héctor Recalde, a cargo del diseño de gran parte de la legislación laboral sancionada en los últimos tiempos.
No es un secreto que hay mucha afinidad entre la Presidenta y el titular de la UIA. Ella lo escucha, hace suyas algunas de sus ideas y hasta le soporta ciertas críticas . En el caso de la reforma laboral, surtió efecto el alerta de De Mendiguren acerca de cómo la tasa de incidentes en el trabajo (accidentes y enfermedades) bajó un 22% desde el inicio del sistema y la tasa de muertes por siniestros en el lugar de trabajo se redujo un 56%, pero, entre 2004 y 2012, la cantidad de juicios creció 16 veces (de 3.878 a 67.970), a un ritmo de 42% por año.
Aun así, estudios como el de Adriana Séneca, que utilizan en la Asociación de Abogados Laboralistas, afirman que las ART sólo han aceptado un porcentaje mínimo de las enfermedades profesionales (menos del 2%) y que rechazaron un 15% de los accidentes de trabajo, y brindan cifras que relativizarían esta “industria del juicio”: “Si entre 2002 y 2008 se compara el total de 61.000 juicios iniciados respecto al total de siniestros rechazados por las ART, el índice es del 2%, es decir que el 97,9% de los damnificados no cubiertos por el sistema no inició juicio. Comparado con el total de siniestros denunciados por las ART, el índice es 1,7%”.
La prédica de De Mendiguren no siempre es tan eficaz : el martes por la mañana mantuvo un áspero diálogo telefónico con Moyano sobre el proyecto que al día siguiente aprobó Diputados. “Te felicito, che. Me enteré que los empresarios brindaron con champán. Esta ley es un traje a medida para ustedes. Se nota que es un premio que les dio la Presidenta, ¿no?”, le habría comentado, irónico, el líder de la CGT Azopardo. El empresario, que lo había llamado para debatir sobre el tema en la TV, ni siquiera llegó a comentarle sus dudas sobre si invitarlo o no a la conferencia anual de la UIA, el 27 y el 28 de noviembre, en la que hablarán Cristina y Dilma Rousseff. Y más interrogantes le habrán quedado luego de que el camionero terminó la charla con una sugestiva frase: “Cuando seamos gobierno discutiremos estas cosas de otra forma”.
Moyano construye su proyecto político siguiendo los clásicos preceptos de “Mostaza” Merlo: paso a paso . Suma fotos que sólo buscan crispar los nervios de la Presidenta (y que también provocan pavor en sus propias filas), como la que lo unió con Mauricio Macri, pero asegura que ni piensa en aliarse al jefe de Gobierno porteño. Y apuesta a una estructura política propia , y no a la que está armando su amigo Gerónimo “Momo” Venegas, con la cual se presentaría en las elecciones de 2013 aliado a otras fuerzas.
En la suma de golpes de efecto para construir su imagen de gran opositor, en estas horas medita cuándo será el mejor momento para que su hijo Facundo pegue un portazo al bloque de diputados K y, aunque no lo reconocerá en público, le dará libertad de acción a sus gremios afines para que se movilicen, sin identificarse como tales, durante el cacerolazo del 8 de noviembre. Su apuesta fuerte es la huelga nacional con movilización a la Plaza de Mayo que hará con la CTA de Pablo Micheli en la segunda quincena del mes próximo. “El paro es inevitable”, les advirtió a algunos dirigentes. Para la misma época, la CGT Balcarce planea una reunión con la Presidenta. Su misión (¿imposible?): convencerla de anunciar cuanto antes el aumento del mínimo no imponible y la liberación de fondos para las obras sociales.
El jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, recibió a los sindicalistas K, presididos por Antonio Caló, pero se limitó a escucharlos y a tomar nota de sus reclamos. Y lo hizo, para colmo, luego de haberlos mantenido durante 24 horas en un freezer por la molestia de la Casa Rosada ante el virtual ultimátum que dio Oscar Lescano, de Luz y Fuerza, para que en 40 días se solucionaran los descuentazos de Ganancias.
En la central obrera K empieza a germinar el malestar por tanta indiferencia y también por la agenda de contactos que maneja Caló (“¿para qué verlo a Abal Medina si es un funcionario que no decide nada?”, se quejan algunos). Pasado mañana, cuando se reúna su conducción en la sede de Smata, podría marcar el comienzo del debate acerca de qué deberían hacer si el Gobierno mantiene el cepo sobre sus principales reclamos.
Ya hubo un inquietante anticipo: el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, estuvo llamando a los gremialistas de la CGT Balcarce para sugerirles que organizaran un acto en homenaje a Néstor Kirchner, pero la molestia es tal que nadie movió ni un dedo.
Alianza. Antonio Caló, de la CGT oficialista, e Ignacio De Mendiguren, de la UIA.
