En la economía no hay compartimentos estancos. La dependencia de la energía importada en un país que sólo cuenta con las divisas del saldo del comercio exterior que proporciona la soja inhibe las posibilidades de crecimiento. El cepo energético augura nuevas complicaciones para el cepo cambiario.
Según trascendidos de fuentes oficiales, la balanza comercial energética (petróleo, derivados y gas natural) de este año cerrará con un déficit de unos 6.000 millones de dólares. El doble del déficit del año pasado. Pero la economía el año pasado creció alrededor de un 7% y este año está estancada. A principios de año, Carta Energética proyectó el déficit en un rango de entre 5.000 y 6.000 millones de dólares, según la economía se estancara o creciera alrededor de un 4% como lo pronosticaban la mayoría de las consultoras.
Nuestra previsión se quedó corta. Aun con la economía es- tancada ya se habla de 6.000.
¿Por qué subestimamos la dependencia económica de la energía importada? Hay una elasticidad que relaciona el crecimiento de las importaciones con el crecimiento del producto. Por cada punto de crecimiento del producto las importaciones tienen que cre- cer tantos millones de dólares.
Cuando esa relación se traslada a las importaciones de energía, tenemos que por cada punto de crecimiento del PBI en el 2010 se necesitaron importar 200 millones de dólares de energía; en el 2011 la cifra aumentó a 800 millones de dólares.
Pero este año el producto casi no creció y, sin embargo, las importaciones de energía siguieron aumentando. El año pasado las importaciones fueron de 9.400 millones de dólares y este año superarán los 11.000 millones. La estructura económica argentina se hace cada vez más dependiente de la energía importada, ya no sólo para crecer, sino también para operar.
Sucede que la producción nacional de petróleo y gas sigue decli- nando y obliga a establecer otras sensibilidades para proyectar la magnitud del déficit comercial energético.
Los nuevos cálculos pueden deparar sorpresas para algunas proyecciones de crecimiento.
En un escenario de reactivación económica moderada (3/4%) que muchos proyectan para el año próximo (soja mediante y Brasil mediante), los dólares comprometidos por el déficit energético pueden llegar a superar con creces las estimaciones de unos 10.000 millones de dólares adicionales que provendrían del complejo sojero.
Si esto se tradujera en nuevas especulaciones de tensión cam- biaria, lo más probable es que el Gobierno refuerce la política de cuidar los dólares comerciales controlando importaciones y reduciendo el ritmo de actividad de un aparato productivo que intercambia dólares de soja por dólares de importación energética. Con este patrón de insumoproducto, el desarrollo suena a quimera y el crecimiento roza sus límites. Así como al final de la convertibilidad cambiaria las posibilidades de crecimiento sucumbieron por el agotamiento del financiamiento externo, en las postrimerías de esta década de convertibilidad energética el crecimiento cede frente al agotamiento de los stocks, la caída productiva y la dependencia de la energía importada.
¿Y si hubiera una recupera- ción de la producción nacional de energía? Los datos de producción de petróleo y gas del primer semestre animaron algunas expectativas favorables. Mientras la producción acumulada de gas siguió declinando (-0.9%) respecto al semestre del año pasado, la producción acumulada de petróleo creció un 2.5%.
Pero la producción petrolera de esos meses se compara con valores afectados por una huelga que paralizó los yacimientos de Santa Cruz el año pasado. La producción de petróleo de esa provincia en el primer semestre de este año creció un 42% respecto a la del año pasado (un 140% en el segundo trimestre).
Aislado el efecto Santa Cruz, las expectativas de repunte productivo se desvanecen. A no engañarse, ni YPF, ni el conjunto de las empresas que operan en la Argentina, están en condiciones de revertir la declinación productiva con la política vigente. El país tiene recursos para autoabastecerse y exportar.
Debe desarrollar Vaca Muerta y Los Molles (no convencio- nales) y tiene que explorar mucho más (incluido el mar continental). Podemos revertir la declinación de la producción y aumentar las reservas, pero necesitamos cambiar la política energética. Hoy la energía condiciona la economía. La "cola" energética mueve "el perro" económico. Pero también es cierto que la política económica condiciona los cambios de política energética.
Con otra política económica, la política energética debe ser un capítulo en el plan de desarrollo económico y social de la Argentina.