Compañías en default de hecho. Otras, con patrimonio negativo, alguna directamente en convocatoria de acreedores. Deudas acumuladas con empresas manejadas por el Estado que no se pagan o que el Gobierno acepta que sean saldadas en cuotas. Compromisos pendientes con proveedores y contratistas de final incierto. Y, por todas partes, crujidos en la cadena de pagos.
Hay más para el mismo boletín, pero nada menos que semejante cuadro existe al interior del sector energético. Todo parecido a una película donde las escenas del deterioro se suceden sin pausa o, simplemente, espejo de una crisis que venía cabalgando hace tiempo .
“No se preocupen, la plata es un problema mío ”, es el mensaje que Axel Kicillof, el viceministro de Economía, transmite a compañías enfrentadas a ahogos financieros serios. Es el interventor designado por la Presidente para el sistema energético, desplazando por completo al ministro de Planificación, Julio De Vido.
Aunque después de varios errores parece haber entrado en el ocaso, la última estrella del firmamento K determinará costos, fijará precios y, al fin, impondrá los márgenes de ganancias que considere razonables y hasta el destino de las utilidades.
Entre tantas otras cosas, Kicillof exige a las empresas que le informen sobre los sueldos y honorarios que pagan al personal propio y al contratado. Pretende que, al menos en las grandes, haya un director designado por el Estado . Y plantea que en el país existe capital suficiente como para bancar un aumento de la producción del 15 % en un año y medio, o sea, cree contar con una pericia capaz de dar vuelta rápidamente una tendencia que viene de lejos .
Está ante un trabajo monumental, con alto grado de discrecionalidad aunque de resultado incierto.
Para empezar, en el sector nadie tiene un cálculo fino sobre cuánta plata hay en juego. “Pueden ser 1.500 millones de pesos, 2.000 millones o el monto que Axel estime”, dice un especialista. El punto siguiente, nada insustancial, es de dónde saldrán los fondos , los actuales y los que será imprescible poner en adelante si Kicillof no acierta con una solución.
“Alec”, como lo llama Guillermo Moreno, confía en que con su movida logrará levantar la producción de gas y petróleo y encaminarse, así, hacia la salida del laberinto en el que se ha metido. Sin embargo, los empresarios dudan de que alguien con escasos conocimientos del mercado y sin un plan integral a la vista pueda lograrlo sólo maniobrando números.
Alguno de estos comentarios habrían atravesado las puertas de Olivos .
El panorama canta que entre 1998 y 2011, la producción de petróleo cayó 48% . Gracias a YPF, este año hubo un leve repunte, aunque sin alterar el problema de fondo.
Crucial para el abastecimiento energético nacional, la producción de gas bajó 12% respecto de 2004. Este año, la curva sigue en pendiente y también la de YPF. Así, todo lo que debiera mejorar, empeora .
Es difícil pensar en un resultado diferente, cuando el stock de reservas comprobadas de gas es la mitad del que había en 2000. Y un 20 % menores las de petróleo.
Aquí anida, justamente, la clave: las reservas de hidrocarburos determinan tanto la producción presente como la futura. Y salta evidente que si escasean comprometen cualquier estrategia.
Todo empieza por la ausencia de inversiones o porque las que hubo resultaron claramente insuficientes como para cambiar la tendencia. Podrá discutirse si faltaron incentivos o si la responsabilidad fue de las empresas o del propio Gobierno, lo cierto es que el actual escenario venía gestándose desde mucho antes.
Cuando Kicillof confía en poder salir del laberinto está pensando, precisamente, en direccionar las utilidades hacia la inversión en yacimientos convencionales, al modo como él crea conveniente. Pero así haga valer el poder del Estado, este tampoco suena a final libre de dudas .
YPF, la gran apuesta del Gobierno, enfrenta serias dificultades para conseguir financiamiento e inversores dispuestos a hundir capitales en la compañía, así huela a negocio atractivo. Para colmo, al operativo le cayeron encima el zafarrancho y las secuelas sembradas por el no pago en dólares del bono de Chaco.
Miguel Galuccio, el CEO de la petrolera, proyecta o proyectaba inversiones por impresionantes US$ 37.200 millones, entre 2013 y 2017. Como en el juego de la batalla naval, ese plan parece tocado .En el camino, el país perdió el autobastecimiento y, por falta de producción propia, quedó sumergido en una dependencia del exterior creciente.
Aun tratándose de un año de estancamiento, en 2012 el déficit del balance comercial energético puede rondar 5.000 millones de dólares . Y pasar de largo a los 2.900 millones de 2011, que habían alarmado a la Presidenta y promovieron la estatización parcial de YPF.
Tal cual se habrá advertido, el agujero estructural, la costosa crisis del sector y, ahora, el cepo creado para usar divisas escasas en importaciones de gas y combustibles, corresponden por entero a la gestión kirchnerista . Aquí tampoco hay manera de pasarles la factura a otros.
Autor de un decreto de fines de 2011 que ordenó eliminar complementos salariales en toda la administración pública, Kicillof quedó salpicado por la sonora protesta de gendarmes y prefectos. También sufre los coletazos de la intervención en la actividad energética y los traspiés en YPF.
Ultima versión para este boletín: el Gobierno habría retomado la idea de crear un Ministerio de Energía. Sería una manera de admitir la encerrona y, eventualmente, la puerta de salida para un viceministro que, como un pacman, ha comido funciones de varias áreas ajenas.
Pero el telón de fondo es siempre el mismo: una política que en lugar de resolver los problemas, los patea para adelante y termina agudizándolos . Semejante a la insostenible montaña de subsidios acumulada desde 2005 y a otros desajustes de la economía.