Emulando a la Primavera Arabe o a los Indignados de España, quienes ven con desagrado la conducción y el rumbo político del país han terminado arrastrando ayer a anémicos políticos opositores a una ruidosa manifestación que hubieran soñado con idear o liderar. Un insoslayable hecho político que la Casa Rosada y su sistema de opinión deberá digerir y previsiblemente saldrá a contragolpear
Radicales, socialistas, seguidores de Pino Solanas amanecieron hoy preguntándose cómo capitalizar, si es que se puede hacerlo, semejante protesta cuyo autor intelectual no ha sido otro que el kirchnerismo II, cuyo usos y costumbres del último tiempo preocupan porque comenzaron a sobrepasar las cuestiones formales, la retórica de la confrontación, para impactar de lleno en la vida de miles de argentinos.
Venezuela, Chávez, son leit motivs de esta protesta en la cual se juntan la Bibilia y el Calefón, pero que tiene, en su diversidad, un denominador común: no soportar a Cristina. Tampoco la soportan varios miles de peronistas que se preguntan qué tienen que ver ciertas medidas con la construcción que venían disfrutando desde el nestorismo. Nestor no es Cristina, pero Cristina no está tan lejos, dicen unos y otros, en un cabildeo permanente de oficialistas y antikas bastardeado por “el 2013” o el “2015”.
Mientras unos y otros hacen cálculos electorales, la ciudadanía que ayer protestó sufre un estado de cosas, políticas y económicas. Y como en una carrera contra el tiempo, intelectuales del poder imaginan otra argentina y van poniendo sus garbanzos para una nueva trilogía de representación política y derechos civiles y económicos. Son los que pergeñan hoy una nueva Constitución. “No sólo queremos la reelección de Cristina, vamos por otra Carta Magna”, dicen.
Pequeños adelantos que interesan, y cómo, al mundo empresario, son el cepo cambiario, los ensayos sobre la mutación del sentido de la propiedad privada, o los mensajes de La Cámpora a las empresas de que tienen que entrar “en una senda de rentabilidad razonable”.
Se vienen tiempos duros y debates profundos entre quienes están decididos a capturar más poder y regular y controlar todo y quienes desearían otro diseño de país. Estos últimos ya tienen base social, como se vio ayer, y también una indudable crisis de representatividad.