En el simplificado debate actual sobre qué tipo de capitalismo funciona en el país, se repite que la diferencia entre su forma actual y la pasada es que ahora el Estado tiene mayor participación y control sobre la economía. De este modo se estaría construyendo en el país un nuevo tipo de capitalismo.
¿Es esto así realmente?
La literatura que compara las distintas variedades de capitalismo es un poco más compleja. En ella, se estudian y comparan los modos de organización empresarial, los sistemas de educación y de desarrollo tecnológico, las formas de organización sindical y de negociación capital-trabajo, las formas de representación política, los modos de inserción internacional, etc. Lo que se analiza son las relaciones entre estos elementos que construyen “ventajas comparativas”para alimentar el proceso de acumulación de capital y de distribución de recursos entre la población.
Una de las peculiaridades detectadas en países latinoamericanos, y en Argentina en particular, es la preponderancia de los llamados “grupos económicos”. Estos grupos se caracterizarían porque: i) son controlados por personas y/o familias, de modo que la propiedad no se diversifica en los mercados abiertos de capitales; ii) no se especializan sino que permanentemente buscan ampliar y diversificar los sectores donde actúan; iii) sus relaciones con los agentes del sistema político son claves para el desarrollo y la rentabilidad empresarial.
Estas características, sin desconocer honrosas excepciones, determinan que los grupos económicos no obtengan ventajas comparativas ni rentabilidad por inversión, innovación, calificación de recursos humanos, calidad de productos, etc., como suponen muchos textos de economía. Las ventajas comparativas y rentabilidades se obtienen habitualmente conquistando otras empresas (generalmente en otros sectores de actividad) y ocupando nichos de mercado protegidos.
En esta estrategia lo que interesa son las ventajas comparativas de la relación de los grupos económicos con el sistema político.
Los grupos no nacen, crecen o se achican por mayor o menor eficiencia económica, sino por el sistema de relaciones que establecen con el sistema político . Acceso privilegiado a la información, privatizaciones, concesiones de áreas de servicios públicos, proveedores del Estado, subsidios, obras públicas, entre otras. Esto hace que no se preocupen mayormente por la especialización sino por la diversificación, incluso en áreas en las que no se tiene experiencia ni conocimiento .
Las corporaciones multinacionales son los otros grandes jugadores de esta variedad de capitalismo autóctono. Estas corporaciones sí son especializadas a nivel internacional. Su incursión local busca ventajas naturales y acceso al mercado doméstico , para lo cual tejen alianzas con grupos que aportan sus relaciones con el sistema político.
Las corporaciones internacionales tampoco se preocupan por invertir, innovar o calificar recursos humanos más allá de ciertas necesidades operativas. Esto se hace en sus casas matrices de donde se importa bienes de capital y tecnología . Su eventual aporte a universidades u otras entidades científicas, educativas o de servicios sociales, es para legitimar su presencia y lograr apoyos.
Este rasgo estructural del capitalismo dinamizado por “ventajas comparativas políticas” derivadas de las relaciones entre grupos locales, corporaciones multinacionales y sistema político, explica la persistencia de problemas que vuelven a aparecer en la coyuntura actual del país , como la falta de inversión, los estrangulamientos del intercambio comercial externo, el escaso desarrollo tecnológico local, la inserción internacional vía commodities, la concentración económica, la aparición de personajes desconocidos en actividades donde no tienen la más mínima trayectoria, la disputa pública entre distintas grupos por apropiarse de empresas con el aval o no del poder político.
También se corresponde con peculiares morfologías y formas de funcionamiento de otros elementos de la organización social, como las negociaciones empresarios-trabajadores, el régimen laboral, el funcionamiento de partidos políticos, el sistema educativo, etc.
Esta variedad de capitalismo perdura en el país pese a los cambios en los últimos años de políticas económicas y gobernantes.
Es una variedad de capitalismo en el cual, tanto en su etapa pro-mercado como pro- Estado, los agentes económicos determinantes del proceso de acumulación y distribución no se dinamizan por ventajas comparativas económicas sino más bien políticas. Obvia decir que se trata de un capitalismo ineficiente y conservador de estructuras concentradas de poder; por lo tanto, incapaz de generar progreso y bienestar sostenible para la sociedad.