Más allá de la discusión sobre si la Argentina está en recesión o en desaceleración de su economía, lo cierto es que ésta se ha frenado.
Cuando ello sucede, los efectos tienen tiempos diferentes entre la mitad de la sociedad que tiene trabajo registrado o en blanco y la que vive en la informalidad, el subempleo y el desempleo.
Se trata de la frontera más nítida entre lo que es la inclusión y la exclusión social . Quienes viven en la formalidad laboral tiene protección en su trabajo, obra social y crédito para el consumo.
Los que viven fuera de ella , además de tener un ingreso que en promedio es aproximadamente la mitad, no cuentan con protección laboral, carecen de cobertura de salud y no pueden acceder al crédito para el consumo.
Además, los trabajadores formales están representados por los sindicatos, los que con sus virtudes y defectos los defienden en el reclamo salarial, el pedido de elevación del mínimo para el pago del impuesto a las ganancias o para incrementar el monto salarial a partir del cual se cobran las asignaciones familiares.
Los llamados movimientos sociales tienen un rol en la representación de desempleados y la población que recibe planes sociales. Pero el grueso del 34% del trabajo en relación de dependencia que es informal-que llega al 40%, porque la encuesta que lo determina se realiza sólo en centros urbanos- no tiene representación alguna.
Cuando la economía se frena, quienes tienen trabajo formal -los 2 de cada 3 de ellos que trabajan en el sector privado, dado que en el sector público no está en riesgo el puesto de trabajo- sufren primero disminución de horas extras, después puede venir adelanto de vacaciones y suspensiones y el despido es una instancia que se demora y hasta puede ser evitado, existiendo además sistemas como el Repro, por el cual el Estado puede hacerse cargo transitoriamente del pago de una parte del salario. Además está el seguro de desempleo -irracionalmente congelado su monto en 400 pesos-, que contribuye a paliar la situación en caso de pérdida del puesto de trabajo.
En cambio, en el mundo informal, la reacción es inmediata.
El empleador se limita a decir al trabajador que no venga más o que venga menos tiempo, y ello se hace efectivo.
De esta forma, cuando la economía se frena como está sucediendo ahora, el efecto inmediato lo sufren quienes menos tienen , que son los trabajadores informales, mientras que quienes tienen trabajo registrado cuentan con distintos mecanismos a través de los cuales se amortiguan o se postergan los efectos.
Es así como en países como la Argentina con alto porcentaje de informalidad, al frenarse la economía se acentúa la desigualdad, ya que sufren más quienes menos tienen.
La siguiente es una nota de opinión que Clarín podría publicar en su edición del 30 de enero de 2057.
Se cumplen hoy 50 años de un hecho que tuvo significativo impacto en la historia de los argentinos aunque seguramente hoy casi nadie lo conoce. El 30 de enero de 2007 se disponía el desplazamiento de la entonces Directora del área de Precios al Consumidor del INDEC y se iniciaba una etapa signada por la manipulación y tergiversación de las estadísticas oficiales . Lo que comenzó con el Indice de Precios al Consumidor rápidamente generó una metástasis –al decir de otra de las directivas desplazadas- que abarcó a la casi totalidad de las estadísticas del organismo.
Carente de información estadística confiable, el país se asemejaba a un avión cuyo piloto hubiera desconectado los instrumentos.
En julio de 2012 un ex directivo del organismo escribía en este diario: ¨de acuerdo a la información del INDEC los salarios crecieron en Argentina entre junio de 2007 y mayo de 2012 un 187%; en el mismo período los precios al consumidor se incrementaron en tan solo un 52,8%. Ello implica que, según el INDEC, el salario real creció un 87,8% o sea ¡un 17% anual! Esto es, en 5 años el poder de compra de los asalariados se habría casi duplicado y los salarios reales habrían crecido el doble que el PBI; debería ser considerado un candidato al libro de récords de Guinness … de los disparates estadísticos¨.
Desgraciadamente, la entonces Presidenta de la República creía a pie juntillas la información que le suministraba el INDEC . Por ello no podía entender cómo en tal escenario paradisíaco la CGT convocaba a un paro general y se multiplicaban los conflictos gremiales. Tampoco sabía que mientras según el INDEC el índice de pobreza había caído al 6,5% y la indigencia al 1,7% volvían a proliferar las personas en situación de calle, se multiplicaban las filas en las iglesias y comedores comunitarios que ofrecían un plato de comida a los indigentes y proliferaban como en 2002 los cartoneros en las calles de Buenos Aires y otras ciudades.
Mientras el INDEC proclamaba el fin de la pobreza y la indigencia, cerca de 2 millones de hogares recibían la asignación universal por hijo o sea casi cuatro veces los 584.000 hogares pobres que computaba por entonces el INDEC.
Esto implica que dicho subsidio alcanzaba a familias con un total de cerca de 8 millones de personas, guarismo coincidente con la estimación de la Encuesta de la Deuda Social Argentina que llevaba cabo la Universidad Católica Argentina y que calculaba en 21,9% el índice de pobreza, equivalente a más de 8,5 millones de personas.
En su afán de no quedar rezagadas frente al INDEC, las otras reparticiones gubernamentales lo emulaban en la producción de buenas noticias. Así, en los papeles las viviendas crecían como hongos, la repitencia en primer año bajó a cero merced al arbitrio de prohibirla por resolución ministerial y hasta hubo una provincia que medía la desnutrición infantil por el talle de los delantales escolares más vendidos. Casualmente era la misma provincia donde se había denunciado que la reducción en la mortalidad infantil se había logrado con el expediente de registrar como no nacidos a los niños que, habiendo nacido vivos, morían inmediatamente. Es que las distintas reparticiones oficiales eran urgidas a generar material que luego se difundía a través del programa Fútbol para Todos (por un resabio machista no se incluyó el aditamento ¨y para Todas¨).
Es conocido cómo terminó esta etapa de la historia argentina y se inició el largo período de convivencia democrática, desarrollo económico y equidad social que se extiende hasta el presente. Fue entonces que se aprobó la reforma constitucional que abolió el régimen presidencialista y se instauró el régimen parlamentario. También entonces se sancionó la inclusión en el juramento ministerial del párrafo “velar por la veracidad y transparencia de la información pública” y se creó la actual Oficina Nacional de Estadísticas que reemplazó al desprestigiado INDEC. Cabe recordar que en aquella época se había convertido en moneda corriente utilizar la expresión “más mentiroso que el INDEC” para descalificar al oponente en una discusión.
También se generalizó el apotegma “la única verdad es la realidad” adicionándole “y la verdadera inflación es la del changuito”.
Afortunadamente, todo esto es historia. Pero cada tanto conviene recordarlo para evitar tropezar otra vez con la misma piedra, costumbre que en Argentina fue durante mucho tiempo bastante frecuente.