El valor real del dólar oficial no se corresponde con la productividad del país ni con las condiciones de oferta y demanda, ni con lo que la gente opina que debería valer. El mínimo no imponible para el pago de ganancias es objetado por parte de la clase media profesional y los sindicatos de sueldos más altos. La asignación universal por hijo para una familia con dos hijos que es hoy de $ 540 debería estar -para proteger su poder adquisitivo- en $ 630. Los topes a partir del cual el Estado deja de pagar las asignaciones familiares están demasiado bajos excluyendo a una parte importante de los trabajadores.
La valuación de los inmuebles , urbanos y rurales está, según provincias y municipios, muy alejada de los valores de mercado por largos años de no modificación en un marco de alta inflación. Las tarifas eléctricas están desajustadas y parte de las empresas prestadoras, al borde de la convocatoria de acreedores y sin realizar inversiones. La nafta no se corresponde mínimamente con la evolución de costos. Las tarifas de transporte han producido la estatización de hecho del sistema, viven del subsidio, la inversiones son nulas y la calidad del servicio, un desastre.
Según el Gobierno, los derechos de importación son muy bajos y por eso ponen obstáculos al ingreso de productos. El campo piensa masivamente que los derechos de exportación están demasiado altos y afectan la producción y las exportaciones. Las tasas de interés de los depósitos, las reales, son negativas y desalientan el ahorro La presión fiscal ha crecido enormemente y afecta al sector privado, tanto a los propietarios y a los trabajadores. El gasto público crece por encima de los ingresos y el déficit y el endeudamiento vuelve a aparecer en el Gobierno nacional y en las provincias.
Por este camino podríamos seguir y seguir. Todos tienen buena parte de razón. Estamos frente a una economía en falsa escuadra . Una economía donde todos los precios y variables monetarias están desajustados.
La combinación de inflación no reconocida y políticas “parche” ha creado esta situación . El resultado es que datos vitales de la economía están lejos de lo que debería ser un conjunto de “precios relativos” racional para un país mediano con productividad intermedia, que necesita mantener tasas de crecimiento y de inversión altas para poder crear trabajo digno, trabajo estable y en blanco, acorde a la evolución de su población, en particular la más joven. Un país que necesita de ese crecimiento para avanzar en una distribución de ingreso con un genuino sesgo de justicia y mejoramiento social.
Esa falsa escuadra tiene sus costos. Hay, siguiendo el orden del enunciado inicial, menos capacidad de competir en nuestro propio mercado y en el exterior que lo necesario. Hay más pobres de lo que la equidad y el equilibrio sociopolítico reclama. Hay menos impuestos directos y más impuestos al consumo (regresivos) de los que debería haber. Los servicios públicos directos o concesionados son antiguos, inseguros, de bajísima calidad, sin mira de cambiar mientras no haya fondos para invertir y mientras se distribuyan subsidios a grupos concentrados y/o a sectores de la sociedad que no los necesitan ni reclaman.
Hay una folclórica pero dañina prohibición de importación de equipos, maquinarias, partes y piezas que agravan los problemas de productividad y empleo. Hay desestímulo a la producción y a la libre comercialización del principal generador de divisas fuertes del país como es el agro y la agro industria. Hay ahorro en moneda nacional insuficiente y escasa capacidad de financiamiento. Hay una insaciable voracidad impositiva que convive con grandes bolsones de evasión y elusión fiscal. Hay un gasto público insostenible, pésimamente distribuido.
Lo que es peor, hay de parte del Gobierno una tentación de, vía medidas de corto plazo, contradictorias e inorgánicas, arreglar los temas de a uno, con intervenciones crecientes, volátiles, autoritarias, discriminadoras, con discursos que son pura cáscara sin contenido, finalmente vacíos. Pero sobre todo hay fracasos cada día más perceptibles por el ciudadano, fracasos progresivos, desgastantes y paralizantes.
Mientras el Gobierno desprecia la realidad que los contradice, en algunos cenáculos iluminados aparece el sueño que este mismo Gobierno o algún otro haga un “rodrigazo”.
¿Se acuerdan de 1975, un gobierno de una presidenta peronista? Todo junto, todo rápido, supuestamente para “ordenar” el caos de precios relativos, que como no podía ser de otra manera desató una guerra distributiva. Y después … lo sabemos.
Una economía es como un mecanismo de relojería. No se lo arregla a los martillazos. No se lo arregla tirando las piezas al aire, ni viéndolas aisladamente. Se arregla con extremo cuidado. Cada engranaje es de por sí un tesoro insustituible, tiene un valor en sí mismo y debe calzar exactamente con los otros para que el mecanismo funcione y para que las agujas no se muevan en el sentido opuesto a la marcha del tiempo, de la historia, del futuro.