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Debate
(Opinión) VILLALONGA: ELLOS O NOSOTROS
18/05/2012
Juan Villalonga

Ellos o nosotros

Gaceta Mercantil

Daniel Scioli cayó en la trampa. La presión de los “cristinistas”, en particular la del vicegobernador Gabriel Mariotto, dio sus frutos. Después de meses de hostigamiento, el gobernador bonaerense admitió que tiene la pretensión de ser candidato a Presidente dentro de tres años. Lo dijo a su modo: “Yo tengo mis aspiraciones presidenciales de cara al año 2015. Pero ahora es momento de gobernar, de apoyar a la Presidenta”.

De inmediato, a coro, salieron a responderle el ahora senador Aníbal Fernández (“Es obsceno hablar de candidaturas”), el diputado nacional de Nuevo Encuentro, Martín Sabbatella (“Scioli no representa la continuidad del modelo”), el presidente de la Cámara baja, Julián Domínguez ("No es tiempo de discutir cosas menores, como tampoco es tiempo de candidaturas") y el propio Mariotto (“Quien hable ahora de candidaturas está viendo otro canal”).

La secuencia previa mostró un “in crescendo” de declaraciones cruzadas. La ministro de Gobierno bonaerense, Cristina Álvarez Rodríguez, de habitual bajo perfil, acusó a Mariotto de “poner palos en la rueda”. La mecha se había encendido cuando la Legislatura provincial aprobó un pedido de informes al Ejecutivo sobre la distribución de la pauta publicitaria oficial. Lo hizo con una inusual alianza del radicalismo y el kirchnerismo. Una virtual declaración de guerra.

Lo cierto es que el “raid” de declaraciones concluyó con lo que el kirchnerismo de paladar negro quería, que Scioli “saltara” y admitiera su vocación presidencialista.

El argumento más estructurado fue el de Aníbal. “A esta hora, si pensamos que van 176 días desde que comenzó la nueva gestión y faltan 1259 para que se vaya a elecciones nuevamente, suena obsceno hablar de este tema”, disparó. En efecto, “habiendo tantos temas prioritarios, cómo se le ocurre a Scioli salir a hablar de una apetencia personal. Un desubicado”, añaden ahora con malicia los “ultraK”.

Desde el sciolismo hay quienes creen que la nueva victimización del mandatario provincial les suma. “En la polarización, gana Daniel”, aseguran.

Verdaderamente, está por verse que sea así. La apretada de los “cristinistas” es un juego de pinzas que incluye cuestiones más crematísticas, como por ejemplo la notable caída de la velocidad del envío de fondos de la Nación para obras públicas en territorio bonaerense. Un mayor ahogo financiero es un horizonte indeseado por Scioli.

Antes en el tiempo, el sciolismo había anunciado el lanzamiento de una agrupación, “La Juan Domingo”, en respuesta al activismo “antisciolista” de “La Cámpora”, exhibido ya en varios actos públicos.

Scioli tiene su cuero político curtido después de decenas de batallas con el kirchnerismo. Su estrategia ha sido siempre la de esperar y, aunque sus voceros dicen que a esta altura no tiene que dar examen de lealtad, Cristina opina exactamente lo contrario.

Los aprestos reformistas de la Constitución pusieron en alerta al sciolismo, que cuando el hostigamiento del Gobierno nacional se hizo más ostensible alternó acciones privadas hostiles (como el acercamiento a Hugo Moyano, que luego hizo público su apoyo al gobernador) con zarpazos públicos contra el Ejecutivo (como las declaraciones de sus ministros contra Mariotto). Una nueva redacción de la Carta Magna, con un perfil parlamentarista, enterraría no se sabe hasta cuándo la pretensión presidencial de Scioli. Incluso aunque la Presidente se autoexcluyera de una nueva reelección, porque los modelos en los que piensa el oficialismo le dejan al cargo de Presidente muy pocas atribuciones, al estilo alemán, y concentran todo el poder en el primer ministro, que naturalmente es elegido por el Parlamento, en donde el oficialismo aspira a acrecentar su presencia en los comicios de mitad de término, el año próximo.

Pero a este proyecto larvario aún le esperan grandes obstáculos. El principal es que depende de la performance del “cristinismo” en las próximas elecciones legislativas. Y en las siguientes, si la reforma constitucional eventualmente se produce.

El beneficio de un proyecto semejante, para el oficialismo, es que un buen resultado electoral pondría en el ejercicio del poder a cualquier candidato instalado a dedo por la líder del movimiento. Es decir, Cristina podría “retirarse” a un escaño en el Senado para continuar conduciendo el “modelo” en el poder más allá de 2015.

Solo si el rediseño no obtuviera el respaldo necesario para convocar a una Constituyente (los dos tercios de la Asamblea Legislativa), cosa que cada día parece menos imposible, las acciones de Scioli volverían a estar en alza y podría enfrentar con alguna posibilidad la elección interna en el Justicialismo ante algún candidato “cristinista” puro. Para cualquier eventualidad, el "limado" siempre sirve.

Hasta aquí, algunas de las especulaciones que atraviesan la ajetreada vida política argentina. En el plano de lo real, el enfrentamiento entre “cristinistas” y sciolistas ganó temperatura cuando el diario “Clarin” publicó, el domingo pasado, que el asesor presidencial Juan Carlos “Chueco” Mazzón había dejado de lado su lealtad histórica a la Presidente para pasar a trabajar con el gobernador bonaerense.

Interesante la jugada político-mediática, una más del multimedio, lanzado en un ostensible operativo de destrucción del oficialismo. La cuestión es hacer eje en las contradicciones internas del kirchnerismo para romperlo. “Somos ellos o nosotros”, parece decir la estrategia que despliega el grupo de Héctor Magnetto por estos días. Así fue como embarcó a la casi totalidad de los “anchors” (estrellas mediáticas) que trabajan en el multimedios bajo la batuta de Jorge Lanata con el objeto de reclamarle al Ejecutivo que realice conferencias de prensa para dar cuenta de su acción de Gobierno. El conductor ya no es lo que era y en su decadencia encontró a un grupo raleado, que no cuenta con figuras de prestigio y, menos, con comunicadores creativos. Sus programas de los domingos muestran a un Lanata que ya fue “comido” por la televisión, por un sistema de producción con cada vez más dosis de entretenimiento e impacto, y menos de periodismo duro y puro. No se trata, ésta, de una crítica de un programa de televisión sino de la caracterización política de un personaje que no ha dudado en poner su carisma al servicio de cualquier causa, con tal de permanecer en el medio televisivo. Lanata es “lanatista” y en sus intercambios con el poder pretende que él nunca se mancha, aunque a esta altura ya no alcanzaría ni una tintorería industrial.


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