OPINIONES K: ATILIO BORON. "ESPAÑA, ¿CUÁL ESPAÑA?". ALFREDO ZAIAT. "CHISTE CATALÁN". MARIO WAINFELD. "UN REGRESO NECESARIO"
Atilio A. Boron
España, ¿cuál España?
Página 12
El entredicho entre el gobierno argentino y la empresa Repsol YPF ha desencadenado una virulenta reacción de funcionarios del gobierno ultraconservador español. Las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, de la vicepresidenta del gobierno Soraya Sáenz de Santamaría, y del secretario de Estado de España para la Unión Europea, Iñigo Méndez de Vigo, revelan que a pesar del largo tiempo transcurrido estos funcionarios de la corona todavía no se percataron del resultado de la batalla de Ayacucho, que en 1824 terminó de demoler los restos del imperio español en esta parte del mundo. Tanto su “puesta en escena” –rostros endurecidos de furia, frases altisonantes, dedo índice en ristre de García-Margallo– como el contenido amenazante de sus declaraciones, especialmente la del tal Méndez de Vigo diciendo que la Argentina se convertiría en un “apestado internacional” y sufriría “consecuencias malísimas” en caso de que se afectaran los intereses de Repsol YPF son un oportuno recordatorio de que, lamentablemente, las peores tradiciones del colonialismo español siguen vivas y regurgitan cada vez que sienten que alguna de sus antiguas colonias se aparta del curso de acción fijado por la antigua metrópolis.
La violencia simbólica desatada en estos días se inscribe en el sórdido panorama que presenta la España actual, atribulada por una profunda crisis económica y por el fenomenal retroceso experimentado en materia de derechos ciudadanos y libertades públicas. Hace apenas un par de días que el presidente del gobierno Mariano Rajoy hizo pública su intención de vigilar y maniatar las redes sociales, por lo que toda convocatoria a protestas o manifestaciones políticas de cualquier tipo hecha a través de las mismas será tipificada nada menos que como un delito penal. Todo esto con el afán de impedir que las víctimas del brutal ajuste neoliberal puedan luchar contra la injusticia de un proyecto al que sola y exclusivamente le preocupa salvaguardar los intereses del capital, no el bienestar del pueblo.
El argumento más socorrido por estos enardecidos funcionarios de la corona es que cualquier agresión a Repsol YPF sería un ataque a España y, por ende, a los españoles. No hay que caer en esa trampa. El pleito no es con España o los españoles sino con su burguesía, que explota y desangra a los pueblos tanto fuera como dentro de España, cosa que hoy es evidente hasta para un ciego. Porque España no es esa pandilla de saqueadores profesionales, dignos descendientes de quienes cometieron en nuestras tierras el mayor genocidio de la historia, amparados por la maléfica alianza entre la cruz y la espada. España no son esos especialistas en vaciar empresas y en arrancar pingües ganancias como lo han hecho por toda Latinoamérica y el Caribe bajo la protección de sus padrinos políticos, sean estos Felipe González, José María Aznar o Mariano Rajoy. España no es esa corona nauseabunda y parasitaria, hundida en una ciénaga de escándalos que “la prensa seria” de la península se encarga de disimular. Para nosotros España es la poesía de Miguel Hernández, Rafael Alberti y Federico García Lorca; las pinturas de Pablo Picasso; la música de Manuel de Falla y Pablo Casals; la filosofía de Manuel Sacristán Luzón y de mi inolvidable maestro Adolfo Sánchez Vázquez. España es la extraordinaria labor de los republicanos exiliados en México: Wenceslao Roces, José Gaos y Eugenio Imaz, entre otros, eximios traductores al castellano de El Capital y otros textos de Karl Marx, así como de muchos otros autores del pensamiento clásico. España, por último, es el indoblegable heroísmo de la Pasionaria y los anarquistas y comunistas que lucharon contra la barbarie franquista, de la cual Rajoy, Aznar y el Partido Popular son sus indiscutibles herederos. Estos energúmenos, tardíos sobrevivientes de un conjuro medieval, representan con sus exabruptos de hoy lo peor de España. Son los perros guardianes de los filibusteros de traje y corbata que siembran miseria dentro y fuera de España. La lucha es contra esa España, no contra los españoles ni mucho menos contra la otra España, con la cual nos sentimos hermanados.
Alfredo Zaiat
Chiste catalán
Página 12
Argentina perdió el autoabastecimiento energético con necesidades mayores de importación de combustible para alimentar un ciclo de crecimiento inédito, por duración y magnitud. Así se expresa el agotamiento del modelo energético de desregulación y privatización de un sector estratégico de la economía. Definir una nueva estructura de la propiedad de las acciones de YPF es un comienzo para recuperar el autoabastecimiento como parte de una política energética global que acompañe el desarrollo de las fuerzas productivas. Para lograr ese objetivo, los españoles de Repsol son parte del problema; no una opción de solución. Las cifras de producción, reservas, ganancias y distribución de utilidades desde que tomaron el control de la petrolera nacional son elocuentes.
Repsol adquirió casi la totalidad de las acciones de YPF en 1999 desembolsando 15.169 millones de dólares, cuando el precio del barril de crudo había alcanzado un mínimo de 10,75 dólares a comienzos de febrero de ese año, con una media de 12,28 dólares en 1998; hoy cotiza arriba de los 100 dólares. Desde entonces su estrategia productiva fue principalmente extractiva. Esto significa explotar al máximo los pozos de petróleo y gas existentes sin realizar inversiones significativas para recuperar o mantener reservas, violentando la lógica del negocio de las petroleras. Esta consiste en extraer recursos y reponer reservas con inversiones para de esa forma mantener el valor de la compañía. Repsol no aplicó con YPF esa norma esencial de funcionamiento de las petroleras. Los fondos obtenidos devastando los pozos de YPF fueron desviados para su expansión global, orientando inversiones hacia Norteamérica (Alaska), Brasil, Golfo de México, el Caribe y el norte de Africa (Argelia y Libia). Argentina no figuró en esos planes pese a los publicitados y reiterados anuncios de inversiones de los españoles.
El crecimiento de Repsol en otros mercados fue con capital obtenido de las ganancias de YPF. Como se mencionó, siendo Repsol una petrolera de escasa relevancia a nivel internacional, se endeudó para comprar YPF por 15.169 millones, y en el período 2001-2006 distribuyó dividendos en efectivo por 8200 millones de dólares. En apenas seis años Repsol recuperó casi el 55 por ciento de lo que había desembolsado. En el lapso 2007-2010 el giro de utilidades sumó unos 5100 millones de dólares. Las del año pasado, equivalentes a 1200 millones de dólares (5296 millones de pesos), no pudieron remitirlas por la oposición del gobierno de CFK. En total, desde que tomó el control de YPF los españoles repartieron entre sus accionistas 13.300 millones de dólares, que si se agregan a las que fueron detenidas suman casi lo mismo que habían pagado para adquirir la ex petrolera estatal. Es lo que se conoce en libros de historia como depredación de recursos naturales por parte de multinacionales.
Todas esas inmensas ganancias remitidas a la casa matriz en Madrid restaron fondos para invertir en exploración y explotación de las áreas hidrocarfuríferas que posee en Argentina. El resultado fue la caída de la producción y reservas de petróleo y gas, que explica en gran parte la pérdida de la categoría de país con autoabastecimiento energético. La producción de petróleo y gas a partir de la administración de YPF por Repsol se basó en la extracción de recursos existentes antes de 1998, es decir, descubiertos bajo la administración estatal.
El especialista Ricardo De Dicco ofrece datos contundentes de esa conducta de la firma española. La declinación de los volúmenes de extracción de crudo fue de -27,8 por ciento en 2011 respecto a 2003; y la de gas natural fue de -36,8 por ciento desde el pico de 2004 en comparación con 2011. La refinación alcanzó su máximo en 2007, para luego descender y en relación a 2011 bajó 18,7 por ciento. “Con respecto a las inversiones de capital de riesgo en exploración por parte de YPF S.A., durante el período 2003-2011 fue de apenas ocho pozos. La comparación es impresionante: durante la década del ’80, YPF estatal había alcanzando un promedio anual de 117 pozos de exploración”, señala De Dicco.
La descapitalización de YPF realizada por Repsol ha sido impresionante, en línea con lo hecho por sus colegas españoles de Iberia, primero, y el Grupo Marsans, después, con Aerolíneas Argentinas. Para recuperar la línea de bandera vaciada se pagó simbólicamente un euro. Según los números de la propia compañía que presentó en la Bolsa de Nueva York, su pasivo a fines de 2011 ascendía a 8351 millones de dólares, lo mismo que hoy vale YPF en el mercado bursátil luego de la caída de la cotización desde comienzos de año. La descapitalización se originó en la distribución de todas las ganancias entre los accionistas, en el endeudamiento para mantener en funcionamiento la empresa, y en la reducción de su patrimonio por la perdida de reservas de petróleo y gas debido a pobres planes de inversión en exploración de hidrocarburos.
Los investigadores Andrés Asiain y Agustín Crivelli en “La explotación de hidrocarburos en Argentina. Estudio de caso: YPF S.A.” explican que “se observa una lógica predatoria que se encuentra muy lejos de un comportamiento racional para una empresa petrolera”. Si las reservas son el principal activo de una compañía petrolera, YPF se está descapitalizando. ¿Cómo se entiende entonces la estrategia de Repsol sobre uno de sus activos más importante? Asiain y Crivelli responden: “No, justamente ahí reside la gravedad del problema. No se trata de una mala administración de los yacimientos argentinos por parte de la empresa española. Este comportamiento se inscribe en la estrategia global que el grupo Repsol se ha venido trazando en los últimos años”. Los españoles no están dispuestos a asumir riesgos de exploración en las cuencas argentinas. Por ese motivo desde que se hicieron cargo de la administración de YPF no se volcaron a la exploración para incrementar reservas. “La estrategia de negocio en la Argentina se basó, y se basa, en extraer las reservas existentes para, a partir del persistente incremento de los precios internacionales del crudo, generar crecientes niveles de utilidad que luego utiliza para expandirse globalmente”, afirman Asiain y Crivelli.
Argentina requiere de inversiones de largo plazo y de riesgo, un tipo de inversión que no responde al objetivo de alta rentabilidad inmediata que busca Repsol con YPF. Dentro de los planes del grupo español, la empresa argentina aparece como uno de los activos a exprimir para luego desprenderse de ellos, no sin antes extraer toda la ganancia posible para financiar su expansión global. Esta política desplegada con la petrolera nacional YPF tuvo su premio para el presidente de Repsol, Antonio Brufau. Muchos en Argentina lo muestran abrumado por el trato que le dispensa el gobierno de CFK. Es un chiste catalán. No debería ser motivo de preocupación ni su estado de ánimo ni su situación patrimonial. Brufau cobró el año pasado 7,0 millones de euros: 2,4 millones de retribución fija, a la que se sumaron 1,9 millón en variable y 2,7 millones por una gratificación extraordinaria por los resultados de Repsol en 2011. Esos ingresos le significaron cobrar un 78 por ciento más que lo percibido en 2010, cuando embolsó 2,3 millón en retribución fija más 1,6 millón en variable, es decir 3,9 millones. Brufau no estuvo sólo en abultar su cuenta. Los diez miembros de la alta dirección de la petrolera también se vieron beneficiados por ese bono, recibiendo en total 18 millones de euros en 2011, frente a 12,5 millones de euros del ejercicio anterior.
Mario Wainfeld
Un regreso necesario
Página 12
Los gobiernos kirchneristas no tuvieron, desde el vamos, un designio reestatizador. Su “modelo” se pensó reparador de los desquicios de la dictadura y de las políticas económicas noventistas. La reversión de las concesiones de servicios públicos o la recuperación de empresas estatales regaladas o malvendidas no figuraban en su menú inicial. Los objetivos originarios fueron la restauración del poder político y el estatal, la recuperación de la autonomía nacional. Y un programa económico productivista, muy atento a la generación de empleo, al crecimiento del PBI y a incentivar el consumo interno. En ese devenir, el repertorio original dejó de lado revertir concesiones atendiendo a las contrapartidas económicas y (muy especialmente) financieras o de gestión que podían suscitarse. El estado real existente, colonizado y diezmado, contribuía a desalentar iniciativas muy desafiantes.
Como en tantos otros rubros, el kirchnerismo no siguió una estrategia definida. Su devenir futuro enlazó una serie de tácticas y correcciones de rumbo, usualmente impuestas por las circunstancias. A esta altura de la soirée, mientras se esperan inminentes definiciones sobre alguna forma de recuperación de la presencia estatal en YPF, se han sucedido variadas experiencias de corrección del paradigma privatista. No es el objeto de esta nota un recorrido a fondo de los cambios producidos, aunque sí un panorama orientador.
En nueve años se han sucedido reestatizaciones de distinta magnitud, volumen y resultados. La más exitosa es la supresión de las AFJP y la reinstalación del sistema jubilatorio estatal. Un salto cualitativo, que mejoró la ecuación económico-financiera y (hasta ahora, contra todo pronóstico agorero) la ampliación del universo de jubilados, los incrementos progresivos, estipulados por ley, de sus haberes y la cobertura de la Asignación Universal por Hijo (AUH). Una reformulación, virtuosa por donde se la mire, de una de las más insignes estafas del peronismo, en su estadio menemista.
Aguas Argentinas es otro caso de recuperación interesante. El ex ministro de Economía Roberto Lavagna, a la sazón en funciones, marcaba distancia con el proyecto pidiendo un vaso de agua “de la canilla” para su interlocutor y lo invitaba a echarse un trago. Destacaba que en muchos parajes de la Argentina podía beberse el agua potable sin resquemor y sugería dudas sobre si subsistiría ese patrón bajo la batuta de los compañeros sindicalistas. Visto a la distancia, eso sucedió y no se conocieron escándalos de gestión ni problemas sustanciales en la prestación del servicio.
El Correo Argentino, un área menos relevante en los tiempos que corren, funciona sin mayor estrépito ni caos.
Aerolíneas Argentinas suscita oleadas de polémicas, en algunos casos promovidas por quienes predican ideologías privatistas. También hay quejas, formuladas por emisores mejor legitimados y sin especial mala leche, acerca de los servicios prestados. La existencia de numerosos sindicatos es un jeroglífico que los privados (saqueadores insignes, por lo demás) no pudieron resolver... también genera canas verdes a la administración estatal. El déficit económico no es un argumento serio en el mundo actual, signado por los costos crecientes de los combustibles. Su magnitud sí debe ponerse bajo la lupa, esfuerzo que trasciende las incumbencias de esta nota y de su autor. Para éstos, lo sustantivo es puntualizar que, entre las recuperaciones para el Estado de servicios o empresas, el promedio es mucho más que aceptable, con un punto altísimo en la Anses.
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Así se llega al actual trance de YPF. O sea, a la corrección en un sentido deseable de la peor medida del gobierno menemista acompañada en tropel por el peronismo. Hubo contadas excepciones que merecen su mención: el Grupo de los Ocho, Fernando “Pino” Solanas, la CTA de Víctor De Gennaro y Germán Abdala y, por su lado, Saúl Ubaldini. Rectificar las defecciones históricas, de buena fe, incluye el deber de valorar trayectorias y no sólo alineamientos actuales. Todos los oficialismos en auge cuentan con el aval de conversos o recién llegados, sayo que le calza al menemismo y también al kirchnerismo.
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Ningún país de la región entregó tanto por tan poco. El estrago se consumó mientras se entonaba la marchita peronista. Su demiurgo fue Roberto Dromi, un paladín de la versatilidad ideológica, hoy acodado del otro lado del mostrador. Las consecuencias son consabidas: pueblos fantasma, miles de desocupados, pérdida de soberanía y de recursos, solo para empezar.
La política energética del kirchnerismo es recusada en block hoy mirando los resultados en materia de producción y de costos de importación. Huelga reconocer que son aspectos híper relevantes pero, entiende el cronista, no agotan la lectura de una política económica compleja. En sus primeros años, el Gobierno potenció el crecimiento a todo trapo, la generación de puestos de trabajo, la batida contra el desempleo, la reconstitución del aparato productivo y de la autoestima de los argentinos. La ecuación, si se permite una metáfora inspirada en las lecciones de Adrián Paenza, es una polinómica con varios factores. El combustible barato alimentaba el motor del “modelo”. Las compras de gas a Bolivia y el intento de generar una red gasífera regional apuntan a finalidades trascendentes: la gobernabilidad en toda América del Sur (máxime en sus eslabones más débiles), la integración con los países hermanos. Lo ideal hubiera sido que eso confluyera con aumento de producción pero esos objetivos adicionales tuvieron un peso singular en la construcción de una nueva era política.
Sin ánimo de fijar una lectura etapista ni una fecha de agotamiento del esquema, es claro que éste empezó a resultar contraproducente con el correr del tiempo. La “argentinización” del capital accionario de YPF con la entrada del grupo Petersen-Eskenazi fue una apuesta fuerte para frenar la decadencia. Presuponía que con empresarios locales sería más fácil articular, negociar, presionarlos si fuera menester. “Kirchnerismo” o hasta “guillermomorenismo” básicos: una idea fuerza simple para cortar un nudo gordiano. Hubo muchos casos en que acciones semejantes arrojaron resultados valiosos, no fue éste. La iniciativa fracasó y generó costos importantes, que ahora hay que subsanar.
No se conoce gobierno que no haya tenido zigzags en sus políticas económicas o sectoriales. El alfonsinismo pasó de Grinspun a Sourrouille y luego a una seguidilla de manotazos de ahogado. El menemismo transitó del Plan Bunge y Born a las destrezas de Erman González, antes de recalar en Cavallo. La Alianza acollaró, sin respirar, a Machinea, el efímero López Murphy y luego, de nuevo, Cavallo. El kirchnerismo reversiona su política petrolera, lo que no excusa sus errores ni dispensa sus responsabilidades ante el pueblo soberano que, hasta hoy, lo viene convalidando. Pero su deber es ser revisionista y el camino que elige es el más razonable y coherente. Lo que no le resta dificultad ni desafíos, de lo que se pasa a hablar.
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Una de las astucias fundacionales de la entrega de YPF fue interesar a las provincias en una política antinacional. La venta de YPF les concedió regalías que aliviaron la asfixia de la convertibilidad. La Constitución de 1994 redondeó el círculo, al reconocerle la propiedad del subsuelo.
De paso, se debilitaba a los interlocutores frente a poderosas multinacionales, diseminándolos en gobiernos locales. Las regalías y la propiedad del subsuelo granjearon apoyos bajo la bandera del federalismo. En el largo plazo, todos perdieron: nación y provincias. De cualquier forma uno de los intríngulis a resolver hoy día es no afectar los intereses económicos de las provincias. Su contingencia financiera es, en promedio, dificultosa. Los bancos locales padecen complicaciones severas. Sea cual fuere el diagrama que proponga la Presidenta deberá contemplar no desbalancear las economías regionales en el corto plazo. Las movidas de estos meses, dinamizadas por los gobernadores y conducidas desde la Casa Rosada, parten de ese supuesto. Ponerlo en acto será uno de los bretes del nuevo diseño.
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Calibrar las reacciones internacionales y en especial las de España integra el paquete. Repsol es la mayor multinacional hispana, lo que unifica en el rechazo al gobernante Partido Popular, al desvaído Partido Socialista Español, a la corona y a los medios de la península. A diferencia de lo que ocurre acá, allá prima la unanimidad nacional. La gran prensa argentina aporta su montaña (que no granito) de arena a ese conjunto de, ejem, indignados VIP.
La furia española se habría desatado en cualquier escenario. La fenomenal crisis económica seguramente agrava esa tendencia y acicatea las amenazas de retaliación. Una salida prolija o negociada aliviaría al Gobierno de réplicas paralizantes, recursos ante tribunales internacionales o domésticos en los que siempre hay un magistrado dispuesto a otorgar una cautelar pro corporativa.
No rendirse ante esos adversarios pero anticipar y mitigar sus represalias es otro reto para el gobierno nacional.
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El jueves se anunció, en medios dominantes y españoles, que sobrevendría el anuncio sobre la implementación. Que está al caer, sin duda, acaso en la semana que empieza mañana. El rumor fue alimentado con la divulgación de un supuesto proyecto de ley de expropiación que habría entrado al Congreso. El paper que lo contiene se propagó como un reguero de pólvora. Bien mirado, parece un anteproyecto pero no era más que eso. Había varios datos que podían poner en duda la veracidad de la operación. El primero es que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner suele reservarse esos anuncios y su explicación. El segundo era la falta de ingreso al Congreso del supuesto proyecto. Como fuera, la especie circuló, se analizó vivazmente en radios y canales de cable del multimedios. La noticia que no fue y su análisis a fondo: otro estadio de la asombrosa etapa mediática argentina. En el ínterin las acciones subieron y bajaron como en una montaña rusa. Algunos vivos habrán ganado fortunas, otros pícaros mordieron el polvo. Los mercados bursátiles son así, casquivanos y costosos como divas.
La expropiación, la compra de parte del paquete accionario, la incorporación del Estado por otras vías están entre las hipótesis posibles. Vano es especular en las vísperas, cuando la respuesta sigue encriptada.
La incógnita se develará pronto. Será entonces el momento del debate público, del análisis prospectivo, de los pronósticos.
En sesgo, ir recuperando la presencia estatal es una decisión adecuada, impuesta por la coyuntura. En el corto plazo no es imaginable, ni aún con gran optimismo, que se reparen las dificultades de producción y el consiguiente impacto deficitario en la balanza comercial. Por decirlo en términos sencillos: en 2012 habrá que afrontar costos económicos y financieros. El corto plazo es peliagudo, la apuesta es al mediano y al largo. Habrá que ver, cuando se conozcan todas las barajas.
Entre tanto, los alineamientos y el camino emprendido ubican al kirchnerismo en su salsa. Una medida audaz, plena de riesgos, en sentido inverso a los errores del pasado (anche de los propios). Y los adversarios de siempre, enfrente. La partida recién comienza. Hagan juego señores.