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(Opinión) ESTENSSORO: "EL VACIAMIENTO DE YPF, UNA POLÍTICA DE ESTADO". BLAUSTEIN (MIRADAS AL SUR): RAZONES DE LAS BRONCAS CON REPSOL. GADANO: "NACIONALIZAR NO ES LA SOLUCIÓN"
27/02/2012
María Eugenia Estenssoro

El vaciamiento de YPF, una política de Estado

La Nación
Hasta hace muy poco eran mejores amigos, casi de la familia, los Kirchner y los Eskenazi. Eran tan amigos que gracias a Néstor y Cristina, "Enrique, Sebastián y Matías" (como los llamaba cariñosamente la Presidenta en actos públicos) se convirtieron en dueños del 25% de YPF, la mayor empresa del país, sin tener experiencia alguna en la industria petrolera y sin poner un peso. Un gran ejemplo de "la nueva burguesía nacional que necesita el país, aunque algunos nos critiquen", decía la Presidenta, radiante. Y ellos la miraban emocionados.

Pero ahora la furia de Cristina Kirchner y del Gobierno les ha caído encima, a ellos y a los españoles de Repsol, por la dramática pérdida del autoabastecimiento energético del país. Es verdad, en los últimos años se desplomaron las reservas y la producción de gas y petróleo de YPF, pero lo mismo ocurrió con toda la industria. Durante 108 meses seguidos, en los casi nueve años que lleva este gobierno en el poder, las reservas de gas cayeron 55% y las de petróleo, 15%, cuando en el mundo y la región hubo una gran expansión.

La enmarañada política energética kirchnerista es un modelo similar al que se aplica en trenes y aeronavegación: precios fijados oficialmente por debajo de los costos de producción, subsidios cruzados, negocios para los amigos y mucha corrupción. A esto hay que sumarle retenciones móviles de más del 100%, que generaron fabulosos ingresos fiscales y destruyeron las reservas del país.

Durante estos nueve años el Gobierno negó la crisis energética, pero ahora, con una cuenta creciente de más de US$ 12.000 millones al año para importar energía a precios siderales (que amenaza con comerse gran parte del superávit comercial), Cristina y sus funcionarios buscan culpables. a gritos.

La Presidenta podrá hacerse la sorprendida con YPF, pero el vaciamiento de la mayor empresa del país, y la consiguiente depredación de sus yacimientos, es el resultado directo del acuerdo de "argentinización" diseñado personalmente por Néstor Kirchner, que siempre estaba en todo, y refrendado por los funcionarios del actual gobierno, el secretario de Energía, Daniel Cameron, y Roberto Baratta, director estatal en YPF.
Contrato

El contrato societario firmado por Repsol y el Grupo Eskenazi el 21 de febrero de 2008 -publicado desde entonces en la página de la Comisión Nacional de Valores (CNV)- obliga a los accionistas a distribuir el 90% de las utilidades anuales, cuando lo usual es el 25 por ciento. Este mecanismo permitió que "el amigo argentino" comprara su parte en la empresa con los dividendos de la propia compañía.

Yo misma lo denuncié en el Congreso en junio de 2008: "Los estados financieros que presentó YPF a la CNV, en los primeros meses de este año, muestran que Repsol y Eskenazi como accionistas han retirado utilidades extraordinarias y anticipadas por US$ 1800 millones, cuando la empresa prevé solamente tener una utilidad de US$ 1200 millones para todo el año. Esto no se llama inversión. Esto se llama descapitalización. Y esto, en criollo, se llama vaciamiento".

La cláusula 7.3 del acuerdo societario es tan explícita como perversa: "Las partes acuerdan distribuir en forma de dividendo el noventa por ciento (90%) de las utilidades de la compañía; que serán satisfechos en dos (2) pagos cada año. Las partes votarán a favor de los acuerdos sociales necesarios para que la compañía acuerde la distribución de un dividendo extraordinario de ochocientos cincuenta millones de dólares estadounidenses (US$ 850.000.000) que será pagado: (i) un 50% durante 2008 (25% durante el primer semestre y 25% durante el segundo semestre); y (ii) el otro 50% durante 2009 (25% durante el primer semestre y 25% durante el segundo semestre)".

Pregunto: si se acordó retirar prácticamente el total de las ganancias cada año, ¿con qué dinero se esperaba financiar la reposición de reservas y la ampliación de la producción?

Repsol aceptó el acuerdo sin protestar, porque así emprendía la retirada con los bolsillos llenos y silbando bajito. Además, esta práctica depredadora la utilizó en la Argentina desde el inicio. Entre 2003 y 2007 repatrió el 97% de las utilidades de la empresa. Toda esta información está en los balances públicos.

Repsol, además, aprovechó la euforia generada por la "argentinización", para separar los activos del holding español de los de la petrolera estrictamente argentina. En el proceso, se quedó con todos los yacimientos que YPF había comprado en los 90 en Brasil, Perú, Ecuador, Estados Unidos, Indonesia y Rusia, cuando era una multinacional argentina controlada por el Estado nacional. Esos yacimientos hoy valen una fortuna, porque los compró a US$ 20 el barril de crudo, que hoy está a US$ 100.

La "argentinización" fue una puesta en escena para ocultar una gran estafa. Los accionistas de YPF distribuyeron casi US$ 5000 millones en ganancias, endeudaron a la empresa en US$ 2300 millones, mientras las reservas y la producción cayeron sin parar. En estos cuatro años los Eskenazi recibieron cerca de US$ 1000 millones. Con eso ya repagaron gran parte de los US$ 2235 millones que Repsol y un consorcio de bancos europeos les prestaron para financiar el 25% de la petrolera. Si era gratis, ¿por qué no la compró el Estado?

Sugestivamente, este consorcio estuvo liderado por el Credit Suisse, el banco donde Néstor Kirchner depositó los más de US$ 600 millones que se fugaron de Santa Cruz cuando él era gobernador. La provincia recibió ese dinero en 1999, cuando Kirchner decidió venderle a Repsol -todo queda entre amigos- el 5% de las acciones que la provincia tenía de YPF. Enrique Eskenazi fue el banquero que gestionó la fuga de los dineros públicos a través del privatizado Banco de Santa Cruz, de su propiedad. Y Daniel Cameron, actual secretario de Energía, fue el director de YPF durante la década del 90. Como vemos, un grupo de amigos que desde hace mucho saben muy bien cómo hacer negocios privados con el patrimonio público.

La Presidenta se podrá hacer la indignada pero, con todo respeto, no es creíble. Toda la operatoria fue avalada por documentos públicos que fueron refrendados por los funcionarios y organismos responsables. El Gobierno no ha sido la víctima, sino el victimario.

La autora es senadora nacional por la Coalición Cívica

Razones de las broncas con Repsol

Miradas al Sur

Por Eduardo Blaustein

 

Crecen las presiones oficiales para que la empresa incremente la producción, pero por ahora no se ven los resultados. Los problemas estructurales desde la privatización. La pregunta sobre las reservas que quedan.

Ocho años después de su creación en octubre de 2004, Enarsa se dispone a encarar un desafío bien concreto, la importación a gran escala de gasoil, en un marco de emergencia en el que se destacan la caída dramática en la producción de petróleo y gas argentinos y el enfrentamiento a cara de perro entre el Gobierno e YPF-Repsol, que argumentó que no puede hacerse cargo de esa importación por trabas impuestas desde el Estado. El enfrentamiento volvió a expresarse el jueves pasado cuando tres altos funcionarios –entre ellos el representante estatal ante YPF, Roberto Baratta– fueron impedidos de participar en una reunión de directorio de la empresa. Antonio Brufau, el titular español de Repsol, había viajado especialmente desde Madrid para participar de esa cumbre. Es la segunda vez consecutiva en poco tiempo que de su presencia en nuestro país sólo surgen gruñidos.


La necesidad del gasoil es más que acuciante: de él no se abastecen sólo nuestros vehículos sino casi todas las centrales térmicas. El viernes se reunieron nuevamente gobernadores de las provincias productoras y reclamaron a las empresas que se incremente en un 15 por ciento la producción de crudo y gas “a cada operadora de su jurisdicción y desagregado por yacimiento concesionado”.


La escalada de enfrentamientos entre Gobierno y petroleras, muy especialmente YPF, tiene como disparador estructural la baja de la producción y su impacto en la caída del superávit comercial. “Acá hay un conjunto muy delicado de cuestiones en juego: jurídicas, económicas, diplomáticas, comerciales. Si no hay un cambio de posición en alguno de los dos actores se va a producir una colisión; eso va a ser inevitable”, dice el especialista Marcos Rabasa, ex director del Ente Nacional Regulador de Electricidad (Enre) e integrante del Foro de los Servicios Públicos y del Petróleo. Rabasa añade que el proceso abierto entre Repsol y el Gobierno “es complejo, sin direccionalidad, de final incierto, de tanteos mutuos. Además no se conoce alguna declaración o lineamiento a futuro expresado por el Gobierno, que tiene un estilo válido, con el que no le fue nada mal, de ir resolviendo las cosas a medida que van sucediendo. Pero al no planificar no hay líneas directrices y eso se nota mucho en el sector petrolero”.


En un informe elaborado en estos días por la consultora Econométrica, firmado por Alieto Guadagni (secretario de Energía durante la presidencia de Eduardo Duhalde), se llama la atención sobre varios puntos en los que coincide no sólo el establishment energético: que los problemas de desabastecimiento de gas son graves en la medida en que ese hidrocarburo “satisface nada menos que la mitad de nuestro consumo total de energía” (el 51 por ciento, más exactamente), que la Argentina pasó de la energía “abundante, barata y exportada” a la energía “escasa, importada y… cara”, que las importaciones gasíferas podrían implicar de ocho mil a diez mil millones de dólares gastados en importación hacia el 2014.


Argentina es el país con más vehículos impulsados por GNC, la generación eléctrica depende muy fuertemente del gas, que es también la principal fuente de calor y combustible de las empresas y los hogares. La producción viene bajando fuertemente (hoy es un 13,2 por ciento inferior a la de 2004, el año de mayor producción), al igual que la de petróleo (33 millones de metros cúbicos en 2011 contra 44 en 2000). Hay que decir que a lo largo del ciclo kirchnerista se multiplicaron los niveles de demanda y consumo de energía. Esos números permitieron sostener a las industrias y éstas a la recuperación del empleo, a los transportes subsidiados en que pudieron viajar los trabajadores, a los aires acondicionados y plasmas del boom de consumo. Esto tuvo su impacto en términos de reservas probadas de gas y petróleo. Las de petróleo cayeron casi un 18 por ciento entre 2000 y 2010. Las de gas descendieron en el mismo período nada menos que un 54 por ciento, según las cuentas de Guadagni, que citan como fuente a la Secretaría de Energía y alertan que a este ritmo de producción y consumo nos queda gas para apenas ocho años.

Laissez faire. Más allá de las reiteradas presiones oficiales sobre las petroleras para que incrementen de manera urgente la exploración y producción, la gran discusión gira en torno de las razones que llevaron a que las empresas no hicieran lo que se supone que debían: precisamente explorar y producir. Para algunos sectores se trató siempre de falta de incentivos, políticas erráticas, tarifas bajas, “capitalismo de amigos”. Marcos Rabasa, que se define como simpatizante del modelo kirchnerista, dice algo muy distinto, aunque es crítico de lo hecho: "YPF, como todo organismo, se comporta por estímulos y no la obligaron a competir. Desde la privatización fue el laissez faire, laissez passer. Los contratos de concesión de las áreas fueron muy flojos en exigencias. Pero también fueron flojos los controles, por ejemplo a la hora de reponer reservas, algo estrictamente previsto por ley. Así fue que la empresa obtuvo sus máximas ganancias y mandó la plata afuera. No hubo una política nacional petrolera, sino sólo el despliegue de un modelo extractivo. No hubo, por ejemplo, creación de industrias paralelas para fabricar equipos, como en Brasil". Dicho de un modo más abarcador, Rabasa dice: "Lo que pasa hoy en Argentina es que no se asume el fracaso de las privatizaciones, se trate del transporte, la energía o la minería".


¿La reactivación de la Ofephi, el organismo que articula a las provincias petroleras, puede ser una de las respuestas a esta coyuntura crítica, a la hora por ejemplo de imponer condiciones a las empresas? ¿O la creación de empresas provinciales o mixtas? Un técnico en prospección que trabajó para diversas petroleras adelanta una primera preocupación. Aceptando algo que otros matizarían, que "la administración de concesiones para exploración y explotación petrolera es responsabilidad de las provincias", este geólogo de profesión llama la atención acerca de los ruidos que se generaron desde el principio mismo de las privatizaciones por la diversidad de disposiciones legales que se entrecruzan: "Cada provincia gobierna, por ejemplo, su porción de la cuenca Neuquina. Pero nadie gobierna la cuenca Neuquina como un todo".

 
Aclaración: la cuenca Neuquina atraviesa Neuquén, Río Negro, La Pampa y el sur de Mendoza; así como la del Noroeste abarca Salta, Jujuy, Formosa y continúa en Bolivia. Así, puede ocurrir que "con algunas concesiones asignadas a una misma compañía, parte de las mismas esté en una provincia y parte en otra". O que cuando "se solicita permiso para perforar un pozo, de acuerdo a la provincia pueda ser necesario solicitar el permiso a dos o tres organismos distintos dentro del gobierno provincial de que se trate".


Esto que podrían parecer enredos burocráticos no significativos, si bien atentan con criterios de racionalidad, es retomado de otra manera por Rabasa, quien opina taxativamente que "es un error estratégico darles protagonismo a las provincias. No es cierto que la Constitución diga que los recursos son de las provincias, son de la Nación. La política petrolera no puede ser sino nacional, y basarse en un criterio de soberanía".


–¿Se viene algún tipo de reestatización segmentada, por geografías, por pozos?
–No se ve claro qué estatización puede venirse. No se puede nacionalizar por pozo. ¿Quién lo haría? ¿Enarsa? Puede desangrarse de a poco a YPF por áreas en las que no cumplió, lo que seguro llevaría a juicios. Esa salida no me convence… La otra alternativa es agarrar a Enarsa y capitalizarla en serio. Como sea –reitera Rabasa–, la colisión es inevitable.


Estas son las discusiones de fondo que se juegan y cada vez con mayor dramatismo: porque el escenario con que amenazó YPF/Repsol acerca de un posible desabastecimiento de gasoil puede hacerse real, como lo es la importación de otros combustibles. La respuesta del ministro Julio De Vido ante los dueños de las estaciones de servicio del interior, más representantes de los gobiernos provinciales, fue que Enarsa responderá mediante un esquema alternativo que permita distribuir el gasoil que no llegue a través de YPF.

"Nacionalizar YPF no es la solución para los problemas energéticos argentinos"

iEco

E n la oficina de Nicolás Gadano, ex economista jefe de YPF y autor de Historia del Petróleo, hay un cuadro sobre una pared con un aviso publicitario de 1948. Una imagen en blanco y negro dice "YPF es la síntesis de un pueblo que marcha seguro hacia sus altos destinos".

La frase condensa la suerte de la economía argentina y de la empresa en todo este tiempo: ambas fueron de un extremo al otro. YPF, en sus 100 años de existencia, pasó de estatal, aliada del Gobierno y guardiana del autoabastecimiento energético, a privada, enemiga de la Casa Rosada y responsable de las importaciones que atentan contra uno de los pilares macroeconómicos.

"El sector energético aparece hoy como parte del problema macro del país porque pesa mucho sobre las restricciones en la balanza comercial. Y la percepción del Gobierno sobre una crisis macroeconómica se vuelve tan prioritaria que pasa a estar por arriba de otras cosas y genera una volatilidad enorme", dice Gadano a iEco.


­¿Y esto cómo afecta a YPF?
­YPF tiene un peso tan grande en el mercado que sus operaciones podrían quedar subordinadas a la percepción que el Gobierno tenga sobre el futuro de la macroeconomía. En ese caso, la suerte de YPF está atada a la de la macro.


­En ese marco, ¿qué aportaría una eventual nacionalización de YPF?
­Depende de cómo se haga. Si el Estado le compra las acciones al accionista mayoritario y paga el precio justo, significa darle a un extranjero los dólares para que los saque del país. Si se expropia, en cambio, no habría fuga de divisas.


­¿Con la nacionalización ya no habría estrés sobre la balanza comercial? ­

No, porque el sector continuaría siendo deficitario. Además, hay un problema de fondo con YPF y es que el cash flow de la empresa está condicionado por el esfuerzo de la política de dividendos que se hizo bajo este Gobierno. Por esto no se entiende qué podría aportar la nacionalización. Si el objetivo es maximizar la inversión de YPF, el Tesoro no puede hacerlo ni éste ni los próximos años.


­En muchos países se observa una vuelta del Estado en la participación de las empresas, ¿qué pasa en el rubro hidrocarburos?
­El 88% de las reservas de hidrocarburos del mundo está en manos de empresas estatales. Históricamente, los países ricos en estos recursos fueron víctimas de abusos de empresas que explotaban sus yacimientos y encontraron que la manera de asegurarse el control de la renta petrolera era a través de empresas estatales. Hay ejemplos diversos. Pero nacionalizar YPF no es la solución para los problemas energéticos argentinos.


­¿Según la teoría económica, el desarrollo energético debe dejarse en manos del Estado o de los privados?
­No hay consenso. Hay empresas estatales muy buenas como la de Noruega, menos buenas como la de Brasil y muy malas como la de México. Hay empresas privadas muy buenas como la Exxon y otras muy malas. En mi opinión, el tema no es pública versus privada: es si la firma es buena o mala.


­¿En qué supera el Estado a los privados en la gestión del desarrollo energético?
­­Las empresas no tienen por qué preocuparse de la sustentabilidad en el suministro de energía del largo plazo. Si un país fija las reglas, las empresas maximizarán el rendimiento en el horizonte más corto posible sin hacerse cargo de si la economía tendrá la energía suficiente para crecer y crear empleo.


­¿Qué debería hacerse con YPF si no se la puede nacionalizar?
­La Argentina debe dar condiciones para que la inversión privada que ya está encuentre su rol, pueda saber qué puede hacer, cuánto debe pagarles a las provincias, a la Nación y cuál es la rentabilidad de esos proyectos. El Estado argentino no está en condiciones de absorber las responsabilidades de recuperar el sector energético. El sector privado debe poner mucho.


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