POR FRANCISCO OLIVERA
Daniel Cameron recibió en estos días varias cartas de empresas y entidades. Todas pedían lo mismo: que el secretario de Energía intercediera en medio de las dificultades para importar insumos porque, de lo contrario, se haría imposible trabajar. La francesa Total, por ejemplo, reclamó repuestos para plataformas petroleras; el Comité de Administración del Fondo Fiduciario para el Transporte Eléctrico Federal, provisión de materiales que no se fabrican aquí, un requerimiento parecido al de Atucha II. YPF fue sólo una más.
Cameron hizo en todos los casos lo mismo. Lo consultó con su jefe, Julio De Vido, e hizo partícipe de los planteos a la Secretaría de Comercio Interior. Ayer, por primera vez, la cartera hizo pública una de esas cartas. La reacción se parece bastante al hartazgo. Desde que Guillermo Moreno fue ungido por la Presidenta para conducir la economía, un tendal de funcionarios, como Ricardo Echegaray o Amado Boudou, viene expresando malestar en silencio. Pero lo de Cameron es más antiguo.
El 28 de junio de 2007, en el peor momento de la crisis energética, en un invierno en que se aplicaron cortes rotativos de electricidad a empresas grandes y medianas durante 8 horas diarias en el transcurso de 69 días, el secretario de Energía y Moreno se trenzaron en una pelea que casi termina a los golpes. Fue en el despacho de Cameron, mientras miraban los subsecretarios Roberto Baratta (Coordinación) y Fabián López (Recursos Hídricos).
Era todavía el mandato de Néstor Kirchner y discutían por el agua en el Comahue. El ingeniero estaba a favor de la norma técnica que indica que, cuando el nivel de un embalse está bajo, esa central debe salir de servicio y evitar riesgos. Moreno, en cambio, intentaba evitarle a Kirchner costos políticos antes de las elecciones. "¡No te voy a permitir que perjudiques al Presidente!", decía Cameron, y sus gritos se oían en los pasillos, por los que deambulaba el chofer de Moreno. Créase o no, quien apaciguó la contienda fue el economista de la UADE. Pero el líder de Energía se quedó con una bronca que después tuvo que tragar: ese invierno, Kirchner delegó en Moreno la gestión de la crisis. Y ganó en octubre las elecciones.
A diferencia de entonces, la contienda es ahora estructural. Moreno viene culpando a De Vido del déficit que obliga a importar energía justo cuando faltan dólares. Ha dicho incluso entre empresarios que el arquitecto trabaja mal. Y sus argumentos parecen haber convencido a la única persona que a De Vido le preocupa: Cristina Kirchner. Es el motivo de la pelea con YPF. ¿Cómo puede ser que paguemos a los productores locales el gas a 2 dólares el millón de BTU y lo importemos a 17?, se pregunta Moreno delante de la Presidenta, funcionarios y hombres de negocios, y todos lo juzgan razonable.
Sólo una persona podría contradecirlo: Néstor Kirchner, el ideólogo de una política energética que consistió, al revés de lo que pregona el peronismo clásico, en "sustituir exportaciones". No era extraño, entonces, que los funcionarios se hubieran habituado a defenderla.
Por ejemplo, en julio del año pasado, en Mendoza, Amado Boudou: "A nosotros nos parece importante generar energía y, si hablamos de importar, tiene que ver con el crecimiento del país, con la necesidad de abastecer a nuestras industrias", dijo. Dos meses después, De Vido insistía a Télam: "Está claro que, si sólo el consumo de gas y electricidad residencial creció casi 59% en 8 años, cifra inédita en la Argentina, obviamente las importaciones de combustibles se deben al crecimiento geométrico de la demanda".
Pero Néstor Kirchner ya no está. Pocos lo han entendido mejor que YPF.
POR JORGE OVIEDO
La guerra por el petróleo" que lanzó el Gobierno y que tiene como enemigo al ex aliado y socio YPF tiene varias razones. La más obvia es el desabastecimiento energético al que ha llevado el ruinoso Plan Energético del ministro Julio De Vido.
Las provincias productoras se han vuelto socias porque descubren que ha llegado la oportunidad de salir del nivel miserable de regalías al que las sometió el Gobierno para impedir que hicieran caja propia y pudieran tener cierta independencia.
El Gobierno ya no tiene pesos para seguir subsidiando la costosísima y oscura importación de productos energéticos, le faltan dólares para sostener el desbalance comercial del área y tampoco cuenta con recursos para auxiliar a las deficitarias provincias, a las que aconsejó e impuso un "ajuste a la griega".
El estallido en Santa Cruz sólo dos meses después de que Cristina Kirchner ganó allí con más del 60% es una muestra de lo rápido que pueden cambiar las cosas.
¿Una salida posible? Que las provincias sigan tomando deuda para encubrir su crónico déficit, que no cesa ni siquiera cuando el Estado nacional les otorga otro año de gracia por lo que le deben por varios rubros.
Pero en las circunstancias actuales las tasas pueden ser horribles. Técnicos del equipo del gobernador bonaerense, Daniel Scioli, estuvieron estudiando posibilidades en los últimos días. La tasa era del 14%, el doble del nivel que dispara todas las alarmas para Italia, por ejemplo. Para las provincias con petróleo la solución puede resultar sencilla. Quitar concesiones de áreas petroleras a empresas acusadas de no invertir, ponerlas a cargo de firmas energéticas provinciales (algunas ya las tienen) y hacer un contrato de explotación con un privado. Dicen que hay muchos haciendo cola, entre las empresas de más bajo perfil. Serían norteamericanas las más interesadas.
¿El dinero llegaría de a poco y tardaría en solucionar los problemas? No. En el sector financiero dicen que la fórmula es fácil. Apenas diseñado el sistema los gobernadores podrían endeudarse con garantía de regalías y las tasas bajarían dramáticamente. "Es un esquema sencillo, se arma rápido, en la medida en que las provincias tengan problemas de caja." Los tienen.
No son los únicos problemas en el sector energético. En el rubro eléctrico hay empresas que aseguran que sin recomposiciones tarifarias tendrán problemas muy pronto. Los aumentos que ya pagan los usuarios son para arreglar problemas del Gobierno, no del servicio. La salida de Alejandro Mac Farlane de la conducción de Edenor fue vista en el sector como un dato que presagia falta de soluciones: "Abandonó, perdió las esperanzas de que haya recomposiciones, parecería que se equivocó al creer que el Gobierno ayudaría o por pensar que este gobierno no duraría cuatro años más".