Por Miguel Grinberg
El Reino Unido acaba de inaugurar en el medio del mar de Irlanda, que se halla entre la isla homónima y la de Gran Bretaña, la mayor granja eólica offshore (costa afuera) del mundo. Denominado Walney Wind Farms, el mega emprendimiento abarca un área de 73 kilómetros cuadrados y sus plataformas están divididas en dos bloques donde se asientan 102 turbinas con una capacidad total de 367 megavatios. Como culminación de la ceremonia inaugural, el sistema fue íntegramente conectado a la red eléctrica nacional y ha sido ponderado como una fuente de “energía verde renovable” que abastecerá a 320 mil hogares británicos.
En la oportunidad, el secretario de Estado británico, Ed Davey, expresó que, “Gran Bretaña, con un creciente crecimiento en el sector eólico offshore, tiene mucho para enorgullecerse. El tremendo recurso natural de nuestra isla, nuestra base investigativa y nuestra orgullosa historia ingenieril convierten a la energía eólica en un destino prioritario para la inversión.”
Con un presupuesto neto de 1000 millones de libras esterlinas (1580 millones de dólares) el proyecto fue desarrollado por varios titanes energéticos europeos, entre ellos la empresa eléctrica británica SSE (Scottish and Southern Energy) y la Dong Energy de Dinamarca, a la par de un bloque de compañías financieras e inversoras privadas que administran cuantiosos fondos de pensión. Cada turbina posee una capacidad generadora de 3,6 megavatios: las aportó la empresa germana Siemens Wind Power. Gran Bretaña tiene actualmente una capacidad instalada de energía eólica offshore de 1,5 gigavatios, y planea elevar tal capacidad a 18 gigavatios hacia 2020.
En términos financieros, este proyecto es propiedad de un consorcio de firmas que encabeza DONG Energy (50,1%), SSE (25,1%) y OPW (24,8%), una compañía que es propiedad conjunta de PGGM (administradora danesa de fondos de pensión) y la inversora Ampère Equity Fund (operada por Triodos Investment Management). Walney, campeona actual de la “energía limpia”, ha sido la primera granja eólica offshore británica que recibió inversiones de un proveedor de fondos de pensión antes de haber sido construida.
El Banco Triodos es una entidad especializada en “negocios verdes” y financia organizaciones rentables que van desde la agricultura orgánica y otros cultivos comerciales hasta empresas de energías renovables, compañías de reciclaje y proyectos de conservación de la naturaleza. La firma alega que en el área de energía y clima, sus inversiones contribuyeron a la reducción de más de 1.309.916 toneladas de CO2 e incrementaron el suministro de fuentes de energías sostenibles en 1114 megavatios.
Asimismo, sus balances sostienen que en el sector de “agricultura ecológica y alimentación sostenible, logró mejorar la calidad de la producción y el consumo de productos alimenticios”.
Según la consultora internacional BTM Consult, más de 16 GW (gigavatios) de capacidad adicional serán instalados de aquí a 2014 y el Reino Unido y Alemania “se convertirán en mercados líderes de la energía eólica. Se espera que la capacidad eólica offshore alcance un total de 75 GW a nivel mundial hacia 2020, con significativas contribuciones de China y Estados Unidos.”
Este panorama, despegado de las convulsiones financieras que agitan actualmente al Viejo Mundo, indica la existencia de una gama de realidades laterales adscriptas a las políticas de economía “verde” que promueven las naciones industrialmente avanzadas.
En sus albores, los pioneros de las energías “renovables” (mayormente la eólica y la solar), las concebían como herramientas de descentralización energética y de autonomización de las dinámicas comerciales referidas a la energía eléctrica, históricamente ceñidas a los intereses de los monopolios petroleros del ramo.
La primera reacción de las corporaciones transnacionales vinculadas al negocio petrolero, consistió en “congelar” el mercado solar mediante la adquisición veloz de las mejores patentes tecnológicas de ese tipo de energía, en particular las más rentables (y más autónomas).
Ahora, con las perspectivas de una merma en la producción mundial de petróleo (no olvidemos que para funcionar como funciona, el mundo actual consume 87 millones de barriles diarios de oro negro), y con las presiones jurídicas internacionales para limitar las consiguientes emisiones de gases carbónicos por la quema de combustibles fósiles, el flamante Capitalismo Verde apunta a la macro producción de electricidad a partir de las antaño postergadas energías “renovables”, ya que entonces se privilegiaba la energía atómica, hoy atascada tras el percance radioactivo de la central japonesa de Fukushima y la discontinuidad de tal sistema en Alemania.
Tan prioritario es el negocio de la mega producción de electricidad eólica en Gran Bretaña, que pronto el núcleo Walney dejará de ser el mayor exponente del sistema, pues se halla en construcción un nuevo enclave offshore de 630 turbinas, denominado London Array off Kent, cuya inauguración está programada para fines del año en curso.
Se prevé que estos proyectos serán empequeñecidos por otras mega granjas eólicas cuyo montaje ya fue planificado, a saber: Dogger Bank (9,000 MW) Norfolk Bank (7,200 MW), y otra en el Mar de Irlanda (4,200 MW).
Para apreciar la magnitud de los generadores eólicos en danza, basta visualizar que el diámetro del rotor de las turbinas mide 107 metros en el bloque Walney 1 y 120 metros en Walney 2, lo cual exige una altura de más de 150 metros sobre el nivel del mar para la punta de las aspas de los super-molinos.
No todas son alabanzas en Gran Bretaña, pues más de 100 miembros del Parlamento han presentado un escrito al primer ministro, reclamando que se reduzcan los subsidios que el gobierno asigna a la industria eólica debido a su ineficiente e intermitente producción energética, y a las concretas contingencias económicas del país. En octubre pasado, el gobierno británico anunció que las granjas eólicas offshore sólo recibirán subsidios hasta 2015.