El panorama energético actual
La Mañana de Neuquén
Por Humberto Zambon
A partir de la revolución industrial iniciada a fines del siglo XVIII, la energía ocupa un lugar preponderante en la vida cotidiana de los hombres. Hasta ese momento la energía utilizada era la humana y la animal, con participación menor de otras fuentes, como la hidráulica, a orilla de ríos y canales. La revolución industrial implicó la utilización masiva del hierro y del carbón, permitiendo –a partir de las innovaciones de Watt- la conversión del vapor en movimiento circular, haciendo así posible su aplicación en la industria y en los transportes, ferroviario y marítimo. Para el siglo XIX el carbón fue la fuente energética básica.
En el siglo XX se produce una especie de explosión en el uso energético. Como dice Roberto Kozulj, profesor de la Fundación Bariloche y de la Universidad del Comahue, “durante el siglo XX, como nunca en la historia humana, la energía pasa a ser el recurso mas importante en las modernas economías y, por ello mismo, no sólo objeto específico de estudio, sino también de disputas por su apropiación”(1) . Y lo demuestra con un dato indiscutible: en 1900 el consumo de energía por habitante en nuestro planeta era de 0,28 toneladas equivalentes de petróleo; en el año 2000 era de 1,61 toneladas por habitante; es decir, el consumo per cápita se había multiplicado por 6; pero como el total de habitantes pasó de 1.650 millones al comienzo del siglo a 6.124 millones al final, la producción y consumo de energía en ese lapso se multiplicó por 21.
En el siglo XX el petróleo fue la vedette. Hasta los años ’70, mientras el recurso fue muy barato hubo un consumo creciente e irracional (recuerden los autos norteamericanos de los años ’50 y ’60, cada vez más grandes y “coludos”, con motores tan potentes que llegaban a consumir un litro de nafta cada 4 kilómetros); a partir de la crisis del petróleo y de la suba de su precio, así como de la paulatina toma de conciencia del posible agotamiento de los recursos no renovables y de los efectos negativos al medio ambiente que producía la emanación de gases de los motores a explosión, la tasa de crecimiento del uso energético disminuyó. De todas formas, al final de siglo la dependencia respecto al petróleo sigue siendo muy grande: las fuentes, en una aproximación estimada en el año 2000 es la siguiente: petróleo 38%, gas natural 23% (lo que hace que los hidrocarburos representen el 61% del total), carbón 25% y otros (hidroeléctrica, nuclear, etc.) el 14%.
Los grandes países industrializados (Estados Unidos, Europa occidental, Japón) dependen de la importación de petróleo para la subsistencia de su economía, a los que se ha sumado recientemente China e India. En estos momentos Estados Unidos y China juntos suman el 60% de la demanda mundial.
El caso de Estados Unidos es particularmente preocupante: consume el 25% de la producción global pero produce sólo el 10% y sus reservas apenas alcanzan el 3% del mundial. Del otro lado están los países exportadores, que por lo general pertenecen al tercer mundo. Sobre esto hay un dato esencial: entre Medio Oriente y los países de la cuenca del mar Caspio reúnen el 70% de las reservas mundiales.
Estos datos permiten explicar gran parte de la historia contemporánea. Por ejemplo, la presencia de bases militares norteamericanas en Turquía, Arabia Saudita y otros países de la región, la intervención en Libia o los conflictos bélicos en Afganistán e Iraq y la política de enfrentamiento con Irán; también la activa política de acercamiento comercial de China con Irán, Venezuela, Rusia y los países africanos.
Los datos respecto al futuro energético son, por lo menos, preocupantes. El especialista norteamericano King Hubbert desarrolló un modelo matemático ampliamente utilizado del ciclo productivo de un pozo petrolífero, que toma la forma de campana: la producción es creciente hasta el punto máximo (Peak Oil) que coincide con el punto en que se ha extraído la mitad de las reservas originales; a partir de ese punto la producción declina. De esta forma, con muy pocos datos empíricos, se puede estimar la producción futura y los plazos de vida de un pozo, sistema que también puede generalizarse para un yacimiento o un país. Según lo datos existentes, Estados Unidos llegó a su pico productivo en 1970 mientras que hay estudios que sostienen que el mundo, tomado globalmente, también lo ha superado alrededor del año 2010.
Es decir, estamos en el umbral de un cambio obligado en la forma de vida de la sociedad actual. Jorge Beinstein en un documento de trabajo titulado “Evaluación prospectiva del contexto global de Argentina, 2007-2010”, transcribe un informe de la Agencia Internacional de Energía (que agrupa a naciones de alto desarrollo) de febrero de 2005; ante la posibilidad de la caída de la producción petrolífera o de aumentos muy grandes de sus precios plantea un programa para la reducción de la demanda energética: fuertes restricciones en el uso de automotores privados, promoción del uso del transporte colectivo, inclusive en forma gratuita, fomento del trabajo domiciliario o reducción de la semana laboral, etc.
Mientras la humanidad busca fuentes energéticas alternativas que reemplacen la dependencia respecto al petróleo, así como formas racionales de su uso, evitando el daño ambiental, el enorme riesgo actual es que continúe lo que (según refiere Beinstein) denunciaba Richard Heimberg en 1979 en su “Plan Guerra”: que los más fuertes buscan apropiarse de los recursos escasos, militarismo mediante, para súper explotarlos hasta su agotamiento. Eso sin importar naciones, pueblos ni naturaleza.
(1) Roberto Kozulj “La energía en el siglo XX” (VEINTINUNO, Juan Quintar comp., EDUCO. 2011), pg.84