Por Daniel Montamat
En los diez primeros meses del año 2010 la balanza comercial energética todavía era superavitaria en más de 800 millones de dólares; en el 2011 fue deficitaria en 3588 millones de dólares. El déficit total del año 2011 rondará los 4000 millones de dólares (se incluye la electricidad). Para el corriente año es posible que ese déficit se duplique, transformándose en una amenaza para el equilibrio de las cuentas externas.
La nueva administración ha decidido reducir de manera drástica los subsidios a la energía reconociendo el impacto de los mismos sobre las cuentas públicas. El subsidio energético con impacto presupuestario, que en el 2011 fue de alrededor de 45.000 millones de pesos, representa más de un 40% de los subsidios totales. Si se suma al energético, el subsidio al transporte, la cuenta asciende casi al 60% del total de subsidios. El crecimiento exponencial de los subsidios energéticos a partir del año 2005 es una de las principales causas que explican la licuación del superávit presupuestario y la desmesura en el aumento del gasto público con el consiguiente impacto inflacionario. La reducción de subsidios planteada por el Gobierno puede contribuir a mejorar el balance de las cuentas públicas del presente ejercicio, pero como los precios de la cadena energética siguen sin variación y sujetos a políticas discrecionales, la oferta nacional seguirá declinando y la brecha se suplirá con mayores importaciones. Como la reducción de subsidios implica un alza de las facturas de gas y electricidad para los usuarios de esos servicios, es esperable que las nuevas tarifas tengan algún impacto sobre los consumos residenciales (efecto elasticidad precio del consumo energético). También es previsible que una economía cuyo crecimiento tiende a desacelerarse sea menos demandante de energía. Por lo tanto, asumiendo una declinación productiva del gas natural doméstico de unos 5 millones de metros cúbicos día y un aumento moderado del consumo de entre 4/5 millones de metros cúbicos día, va a ser necesario incrementar la importación de gas de Bolivia (para el año próximo está previsto que el abastecimiento boliviano alcance los 13 millones de m3/día) y aumentar la importación de gas natural licuado. El Gobierno ya lanzó y abrió a fines del año pasado una licitación para la compra de GNL por 80 barcos metaneros para este ejercicio (un 33% más de las cargas contratadas en el 2011). El rubro de importaciones de productos derivados también seguirá creciendo, sobretodo gasoil, aunque a menor ritmo que en los dos últimos años, debido a las perspectivas de ralentización económica. Todavía habrá un saldo favorable en el balance de petróleo debido a la exportación de crudos pesados y a la falta de un régimen de importación de crudos livianos que permita optimizar la capacidad de refinación local. Si el déficit de la balanza comercial energética del 2012 trepa a 8000 millones de dólares, será traumático para la balanza de pagos.
Como lo planteamos desde hace años: la inconsistencia de la microeconomía energética contribuye a dinamitar los superávits gemelos que dieron consistencia a la macroeconomía de la posconvertibilidad. Los vasos comunicantes de la energía y la economía han retroalimentado un circuito explosivo: 1) la declinación productiva local se traduce en crecientes importaciones de energía que demandan divisas y reducen el saldo de la balanza comercial; 2) los productos importados (gas natural y derivados petroleros) tienen precios internacionales mucho más caros que los precios que permite absorber la canasta de precios y tarifas internas. La diferencia se ha cubierto con subsidios presupuestarios crecientes que han deteriorado las cuentas públicas; 3) el costo fiscal de esos subsidios que antes se financiaba con recursos impositivos, ahora requiere financiamiento con emisión inflacionaria de dinero; 4) El aumento de la inflación abarata el dólar, que a su vez se usa como ancla para evitar subas mayores del nivel general de precios; 5) el dólar barato penaliza la producción local y promueve las importaciones. A su vez, alienta la especulación y promueve la fuga de capitales añadiendo dudas sobre la solvencia de la balanza de pagos; 6) La política de reducción de subsidios puede contribuir a equilibrar las cuentas públicas y a reducir la inflación para frenar la apreciación cambiaria, pero no implica recomposición de precios y tarifas para la industria energética; 7) Las importaciones energía siguen creciendo, minando el equilibrio de las cuentas externas y retroalimentando el circuito.
Es un sector donde los anuncios de “sintonía fina” no cierran. Se requieren replanteos fundamentales de la política vigente.