Prácticamente todas las crisis energéticas argentinas, principalmente las del Sector Eléctrico, estuvieron de uno u otro modo ligadas a crónicas subestimaciones de la demanda, lo cual en algún momento justificó procesos de subinversiones (inversiones insuficientes), con lo cual cíclicamente se produjeron problemas de abastecimiento de la demanda.
En buena medida, esas subestimaciones de la demanda han tenido que ver con la concepción de “país chiquito”, permanentemente enanizado en sus potencialidades, en sus proyecciones y en modelo de país - estancia, que por un siglo y medio fue el miope paradigma de los sucesivos gobiernos de concepción económica liberal.
Este tema lo analicé con mucho mayor detalle y con los debidos basamentos históricos, en mi tesis de maestría, la cual está en el proceso de ajustes formales finales. Un detalle histórico que analice la recurrencia de las causas de las sucesivas crisis energéticas argentinas, excede la breve extensión de un artículo, por lo que a ese efecto me remito a dicha tesis y sus antecedentes documentales.
Cabe señalar como brevísima síntesis histórica, que la pregonada sobreabundancia de la oferta eléctrica argentina (la supuesta amplísima existencia de Potencia Instalada de las usinas eléctricas argentinas), fue utilizada como falaz argumento -en épocas del “reinado” de Cavallo- para fogonear la exportación de la totalidad de los importantes volúmenes de energía eléctrica de Yacyretá y Salto Grande, negociado que escondía la maniobra de dejar el mercado interno argentino totalmente en manos del monopolio gasífero - petrolífero, que de esa forma hubiese maximizado la utilización de las usinas alimentadas con esos hidrocarburos, lo cual habría incrementado aún más las sobre utilidades obtenidas por los curiosos “libreempresistas de riesgo cero” (con ganancias aseguradas a costa del erario público) según contratos prohijados en la nefasta era del menemato y del delarruato.
Bajo las mismas falsedades de la supuesta “sobreoferta eléctrica” pretendieron en esos mismos aciagos años, montar la operatoria de construir la hidroeléctrica de Corpus…pero condicionada a exportar toda la energía a Brasil. Positivamente, hoy las pautas priorizan el mercado interno.
Además esos nada inocentes proyectos de exportar los grandes volúmenes de generación hidroeléctrica, hubiesen profundizado la nociva dependencia argentina respecto al gas natural.
Esa falsa “sobreoferta eléctrica” fue otra de las clásicas patrañas liberales, montada sobre un análisis de cortísimo plazo y previendo falsamente un muy reducido crecimiento de la demanda eléctrica argentina. En la realidad ningún análisis energético serio y coherente puede tener un horizonte menor a una década, y preferentemente debería abarcar un plazo mínimo de dos a tres décadas, dadas las magnitudes, las complejidades técnicas de las inversiones y las diversas variables en juego.
A la vez, se omitió todo análisis de la evolución de la demanda eléctrica, la cual en Argentina sigue creciendo aún en épocas de recesión económica, tal como sucedió en los años ‘80 y en la reciente crisis del 2008.
Con todos esos antecedentes, y muchos más que no cito aquí en mérito a la brevedad, resulta discutible que contra toda lógica, se sigan efectuando análisis de prospectiva eléctrica (estimaciones de crecimiento de la demanda eléctrica), en base a presunciones de muy bajo crecimiento futuro de la demanda, siendo también preocupante que las estadísticas oficiales de generación, consumo e intercambios eléctricos, se realicen en base a datos de CAMMESA, empresa que omite todo lo que no entra en sus operatorias de intermediación en la operatoria eléctrica mayorista nacional. Por ello sus estadísticas son incompletas, y con ello sesgadas.
Es una constante que la demanda eléctrica crece a tasas muy superiores que el incremento del PBI, criterio corroborado por análisis comparativos entre las curvas de Potencia Instalada, Generación Bruta Anual y PBI, desde 1930 en adelante. Cito al respecto mi trabajo publicado en el Boletín Nº 12 de la Comisión Nacional de Energía Atómica (año 2003), en el que predije la crisis eléctrica que estalló en 2006. Coinciden con ese criterio -la demanda energética crece fuertemente por encima del crecimiento del PBI- analistas energéticos españoles y el economista norteamericano Lester Thurow, entre otros.
Por otra parte, es contundentemente innegable el muy fuerte crecimiento económico, que las proyecciones a mediano plazo apuntan a estimular, con tasas de crecimiento del PBI del orden del 5 %, e incluso posiblemente el 6 % a.a.(*); siendo por otra parte absolutamente deseable que se continúe en esa senda de desarrollo que nos ubica como una de las nuevas E 12 (doce potencias emergentes); por ello es insostenible el criterio aplicado por la Secretaría de Energía de la Nación, que en sus planificaciones a mediano plazo presupone tasas de crecimiento de la demanda eléctrica que llegan a un escuálido 3 % a.a., e incluso menos.
Claro está que es sabido que la citada Secretaría quedó conformada predominantemente por tecnócratas de orientación liberal, en los años ‘90, y esa situación fáctica no se habría modificado en lo esencial. Y es bien sabido que los liberales desde siempre fueron inductores del estancamiento económico, disfrazado bajo pautas de “prudencia” y de “achicamientos”.
Inclusive algunas evaluaciones realizadas por profesionales del Comité Argentino de Presas (disertación en el 6º Congreso en Tucumán - 2008-, revista Presas & Desarrollo Nº 4 - Agosto de 2011), realizaron prospectivas con escuetas tasas del 3% y de entre el 4 % y el 5 % a.a., respectivamente.
Con un país previsiblemente volcado al desarrollo, la tecnología y la industria, con crecientes índices de utilización eléctrica per cápita (con crecimiento poblacional del 1,5 % anual acumulativo), el piso de crecimiento real de la demanda eléctrica puede estimarse en el orden del 6 % al 8 % a.a.
Ello implica duplicar la demanda cada década, o incluso más. Subestimar el crecimiento de la demanda, nos llevará con seguridad a otra perniciosa crisis eléctrica, de las tantas que hemos padecido.
(*) a.a. = anual acumulativo.