Por Julio Godoy
Proveedores de electricidad y constructores de plantas nucleares europeos sufren las consecuencias del tsunami que en marzo destruyó la central atómica japonesa de Fukushima.
Poco después de la fusión accidental en el núcleo de los reactores de la central de Fukushima Daiichi, el gobierno de Alemania decidió eliminar de forma gradual su red de energía nuclear.
El director general de E.ON, uno de los principales proveedores de electricidad y operadores de una central energética, alertó al público que el balance financiero de la industria se vería afectado por los "extraordinarios costos causados por los cambios de mercado y las normativas".
Datos presentados por la Universidad Libre de Berlín sugieren que cada una de las ocho centrales atómicas, de haber seguido operativas, hubieran generado un ingreso neto de 1.300.000 dólares al día para E.ON y otros proveedores.
A principios de este mes, E.ON y los otros tres proveedores de electricidad alemanes, RWE, Vatenfall y EnBW, anunciaron su plan de eliminar 20.000 puestos de trabajo y de prepararse para la pérdida de miles de millones de dólares.
E.ON pronosticó una depreciación sin precedentes del valor de la compañía, de unos 3.900 millones de dólares, y dijo que se vería forzada a reducir 11.000 puestos de trabajo en todo el mundo en los próximos meses.
Las otras tres compañías también indicaron que habrían de sacrificar otros 10.000 empleos en 2012 para compensar las pérdidas operativas, lo que hace prever un éxodo de trabajadores calificados y semicualificados de la industria.
Por su parte, la compañía estatal francesa Areva, especialista en la construcción y la gestión de centrales nucleares y la principal operadora de minas de uranio y plantas de desperdicios atómicos, también anunció pérdidas multimillonarias y recortes considerables de personal.
En noviembre declaró que las pérdidas ascendieron a 2.000 millones de dólares en 2011 y pronosticó que alcanzarían los 3.100 millones de dólares el año próximo.
Las pérdidas son producto de las inversiones no rentables de Areva en minas de uranio en países como Namibia y Sudáfrica, informó un portavoz de la empresa.
También estimó que invertiría unos 195 millones de dólares en la central nuclear finlandesa de Olkiluoto con un reactor de agua presurizada (conocido por siglas en inglés EPR, de European Pressurised Reactor), sistema que se convirtió en sinónimo de enormes riesgos económicos asociados con la energía nuclear.
Areva comenzó su construcción en 2005 con un costo previsto de 3.900 millones de dólares. Pero demoras y problemas de gestión podrían llegar a duplicar la cifra, que alcanzaría los 8.600 millones de dólares.
Otro proyecto de Areva con un EPR, ubicado en la noroccidental comuna francesa de Flamanville, se comenzó a construir en 2007 con un presupuesto estimado de 4.500 millones de dólares, y estaba previsto que se terminará en 2012.
Pero en julio de este año, Électricité de France (EdF), socia de Areva, anunció que el costo se había disparado a 7.800 millones de dólares y que la fecha de terminación había sido pospuesta para 2016.
Además, la larga asociación lucrativa de Areva con la gigante alemana de electrónica Siemens terminó este año, cuando esta última puso fin a su unidad de energía nuclear tras las protestas que siguieron al accidente de Fukushima.
Pese a que pocas corporaciones consideraron públicamente al accidente de la central japonesa como la principal grieta en los cimientos del sector nuclear, especialistas como Stefan Schurig, director de energía climática del World Future Council, están convencidos de que "Fukushima es otro paso hacia el fin de la industria".
"La catástrofe japonesa confirmó las dudas existentes sobre la seguridad en el sector nuclear", indicó Schurig. "Es una cuestión de tiempo antes de que todos los países empiecen a abandonar la energía atómica", añadió.
Schurig señaló que las persistentes tragedias causadas por el accidente de Fukushima, como la contaminación generalizada del área circundante y del océano con cesio-137 y los alimentos producidos por granjas envenenadas que ya no se pueden comer, son problemas cuyas consecuencias se sentirán durante varios años.
"Toda la zona quedará inhabitable durante años", observó Schurig.
Muchos observadores creen que la catástrofe japonesa tuvo un impacto más profundo en el mercado energético que otros desastres ambientales anteriores.
"El derrame petrolero en el Golfo de México, causado por una explosión en la plataforma de Deepwater Horizon en 2010, no tuvo efectos sensibles ni duraderos en el uso de combustibles fósiles", observó.
"Pero Fukushima terminó con el mito de que los países muy industrializados, como Japón, podían garantizar la absoluta seguridad y control sobre la producción de energía nuclear", señaló.
Además, la catástrofe de Fukushima expuso los costos ocultos y posibles déficit de la energía atómica, añadió.
El operador japonés de la planta nuclear de Fukushima, Tepco, es objeto de reclamos de indemnización, que ascendieron a más de 44.300 millones de dólares en 2011.
En cambio, las fuentes de energía renovable, como la eólica, la solar y la biomasa, son considerablemente menos caras y lo serán aun más con el desarrollo de la tecnología, subrayó Schurig.
Como confirmando esa afirmación, E.ON anunció este mes que, además de reducir su participación en la industria nuclear, invertiría 9.100 millones de dólares durante los próximos cinco años en fuentes renovables, en especial en parques eólicos marinos y tecnología termosolar.