Guillermo Moreno tendrá mucho más poder, en el nuevo turno de Cristina Kirchner. Aquí no habría ninguna novedad, pero en apariencias. El gran cambio es que, con un decreto de días atrás y la consecuente captura de atribuciones que antes correspondían a la Cancillería, al Ministerio de Industria y a la AFIP, su espacio fue ampliado considerablemente y, además, institucionalizado.
Apremiado por la insuficiencia de divisas, el sólo formalmente secretario de Comercio Interior ya regula los pagos de importaciones, presiona por el adelantamiento de exportaciones y administra las operaciones cambiarias. En los hechos, invade otras áreas y seguirá haciéndolo.
La diferencia es que, en adelante, Moreno contará con refuerzos pesados.
Uno toca a Beatriz Paglieri, su álter ego en el operativo sobre Papel Prensa. La persona que en 2007 él había puesto a manejar el índice de precios del INDEC, ahora dirigirá la flamante Secretaría de Comercio Exterior, una función que debió entregar la ministra de Industria, Débora Giorgi. El otro refuerzo son las enormes facultades que acaba de otorgarle el decreto.
El tándem Moreno Paglieri intervendrá en toda la política de comercio exterior; en los procesos de integración económica y comercial "subregionales, regionales y hemisféricos" y podrá impartir directivas a los agregados comerciales de las embajadas argentinas.
También entran en el paquete los subsidios y las denuncias de prácticas desleales contra el país, o sea, aplicar derechos antidumping por el ingreso de bienes del exterior a precios inferiores a los de su lugar de origen. Más accionar sobre cualquier importación, entre ellas, las energéticas; sobre los reintegros impositivos a las exportaciones y hasta la promoción de inversiones extranjeras.
La lista sigue e implica, llanamente, colocar en las manos de Moreno y Paglieri el control del comercio exterior completo. Y tal cual fue armada la cadena de mandos, puede decidir uno u otro: para el caso, lo mismo.
Los dos dependen del ministro de Economía, Hernán Lorenzino. Pero se sabe de sobra que, en ese territorio y en otros, cuenta poco el rango de los funcionarios.
El achicamiento del espacio del canciller Héctor Timerman quedó reflejado en el cambio de nombre de su Ministerio: antes era de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto; ahora, de Relaciones Exteriores y Culto. No sólo ha resignado reparticiones enteras, con los funcionarios incluidos. Dejarlo sin atribuciones sobre los agregados comerciales implica, para los embajadores, perder una pieza clave de su tarea.
Es posible, si no seguro, que a Timerman le preocupe mucho más mantener el puesto que ceder facultades. Pero debe sobrellevar un gran revuelo, en el interior de lo que el ambiente diplomático llama La Casa.
Con varias frases recientes, Cristina Kirchner ha definido la cancha en la que actuarán Moreno y Paglieri. Así sea de cumplimiento imposible, les dijo a los empresarios que la consigna es "no importar ni un clavo". También, que se trabajará "actividad por actividad, empresa por empresa".
Queda claro, por donde se mire, el margen de maniobra que detentarán el secretario de Comercio Interior y la secretaria de Comercio Exterior. Puede definírselo con unas pocas palabras, salidas del sector empresario: discrecionalidad y centralización de las decisiones, la firma en sus manos.
Viene a cuento, una enigmática y reciente frase de Paglieri: "Ya no existirán varias ventanillas". ¿Se habrá referido a las que autorizaban ciertas importaciones con llamativa celeridad respecto de otras? A pesar de los superpoderes ahora institucionalizados, hay costumbres que Moreno conservará. Por ejemplo, resolver que un pago al exterior o una importación pueden ser frenados con un simple llamado telefónico y sin el amparo de una norma específica.
Casi ni hace falta decir que los modales del funcionario no son, precisamente, los de un diplomático. Pero eso que para él vale nada, puede traer cola en algunas circunstancias.
Una atraviesa el manejo de las negociaciones y las relaciones comerciales regionales. Posibilidad bien cercana serían los choques con Brasil, por las importaciones que llegan del socio del Mercosur.
La Argentina enfrenta un déficit en el comercio bilateral que ha devenido en estructural y llegó a US$ 5.377 millones, entre enero y noviembre. Si a Moreno se le ocurriese dar vuelta esa relación a su manera, bloqueando la entrada de productos, allí habría un problema: los riesgos de un encontronazo político al más alto nivel y de represalias.
Aquí pesa un desequilibrio serio, que venía de antes y no fue resuelto durante la era kirchnerista. Pasa que la industria local presenta grandes agujeros en la cadena de producción que, inevitablemente, deben ser llenados con bienes e insumos del exterior. Y, entre otros, Brasil es la expresión de semejante cuadro.
Es evidente que la Presidenta pondera la capacidad del secretario todoterreno y a todos los fines. Aunque no ha sido muy eficiente con la inflación, lo ha convertido en su verdadero ministro de Economía; a menudo, en su jefe del Banco Central. En los hechos y no en las sombras.
Así de potente es, también, la necesidad de recortar importaciones y preservar reservas que dejaron de lucir holgadas.
Puesto de otra manera, se endurecerán los controles sobre el comercio exterior y el mercado de cambios, apoyados en el decreto y en una ley próxima a salir, que pone la lupa en los actores de cualquier transacción financiera. Más de lo mismo, pero en dosis mucho mayores.
Moreno y Paglieri, en el acto en que asumieron sus cargos, la semana pasada.
El paisaje económico se alteró y es probable que en adelante se asemeje más al del período noviembre-diciembre que al de enero-octubre de 2011 antes de la reelección presidencial . Controles cambiarios para custodiar las reservas; dólar y comercio exterior "administrados"; quitas de subsidios ; crédito más dirigido y menos fluido; cierta cautela en el consumo y un paulatino enfriamiento en la actividad serán parte habitual de una fisonomía que se hará notar una vez que pasen las fiestas de fin de año y las vacaciones de verano.
La perspectiva marca un contraste con el acalorado clima de fiesta de consumo y gasto público que imperó hasta el 23 de octubre, cuando parecía que la Argentina había descubierto la fórmula de perpetuar la cadena de la felicidad y la inflación era apenas una molestia causada por consultores privados, a quienes el Gobierno se encargaba de multar, enjuiciar y silenciar. Para complicar el cuadro, la crisis externa está salpicando a la Argentina con menores precios de la soja y una incipiente devaluación del real brasileño. Nada demasiado grave por ahora, aunque encienda otra luz amarilla para productores, exportadores y recaudadores.
Sin embargo, para el Gobierno y muchos dirigentes empresarios que ya se resignan a aquel paisaje menos amigable, la atención pasa por otro lado. Al inaugurar su segundo mandato, Cristina Kirchner aportó dos datos clave: no habrá un plan económico integral para bajar la inflación, ni adherirá al "club de los devaluadores". A partir de ahí, los términos inflación y devaluación desaparecieron por arte de magia del léxico de la UIA, en una suerte de causa común con el mensaje presidencial.
Que ahora haya quedado en claro lo que no va a hacer el Gobierno no significa que alguien sepa lo que piensa hacer. La única pista que anticipó CFK es que los problemas de competitividad (por la suba de costos en dólares), serán atendidos a través de "mesas sectoriales tripartitas", con la participación del Estado, empresarios y sindicalistas. No se trata ciertamente de un anticipo muy preciso. Pero, en principio, es una forma elegante de insinuar que por el momento quedó descartada la idea de un Pacto Social amplio, quizá por la ausencia de un plan macroeconómico pero también de un interlocutor confiable en la vereda sindical. Después del pase de facturas del ex aliado Hugo Moyano en el estadio de Huracán, esta última hipótesis cobra fuerza.
Aun así, este cuadro no resuelve el dilema que más preocupa a la Casa Rosada: cómo evitar que futuros los aumentos salariales presionen sobre la inflación y los costos con un dólar frenado; o que la actual tasa inflacionaria (del orden de 22/24% anual) sea un piso para un año 2012 que se perfila más complicado que este exuberante 2011 próximo a finalizar.
Sintonía caso por caso
De ahí que las apuestas empresarias apunten a la "sintonía fina" prometida por CFK y también a su afirmación de que "no puede haber reglas generales para todas las empresas" para mejorar la competitividad. La ilusión de manejar los problemas económicos con medidas caso por caso, a medida de cada sector o empresa, pasó a ocupar el centro de la escena.
Por ahora, cada cual se las imagina a su manera. En las formas, este mecanismo podría asemejarse al que aplicó el gobierno cristinista cuando convocó a los eslabones de las principales cadenas de valor (agroindustria y sectores manufactureros) para elaborar los planes estratégicos 2020, rebosantes de objetivos y escasos de instrumentos. La diferencia es que para cubrir ahora este déficit instrumental, se daría prioridad a sectores formadores de precios, intensivos en mano de obra, exportadores o sustitutivos de importaciones.
La perspectiva entusiasma a muchos dirigentes empresarios, especialmente a aquellos más pragmáticos o con mayor capacidad de lobby. Pero otros todavía se muestran escépticos, ante la diversidad de problemas a resolver en distintas actividades. Algunas enfrentan mayor competencia externa y otras, trabas para abastecerse de insumos importados; escasez de crédito o de margen cambiario para exportar. También están quienes se quejan por altos costos laborales, impositivos, de combustibles y logística y las pymes temerosas de que la quita de subsidios a la energía les signifique un impacto adicional.
Atacar simultáneamente todos estos frentes requerirá de un importante activismo del Estado para conceder en cada caso protecciones, permisos, compensaciones, exenciones tributarias o subsidios puntuales. Pero, como contrapartida, estarán supeditados al anunciado análisis oficial de rentabilidad y utilidades y también a la exigencia de compromisos empresarios de inversión, exportaciones adicionales; ampliación de personal o precios más regulados.
Así, el sueño oficial de soluciones a medida crea varias incógnitas que podrían convertirse en pesadillas para el sector privado. Una es que con una economía cada vez más "administrada" por el Estado, los controles puedan desembocar en más controles y las regulaciones en más regulaciones dentro de una misma cadena. La dupla Guillermo Moreno-Beatriz Paglieri no se ha caracterizado precisamente por su visión de largo plazo a la hora de actuar. Otras tienen que ver con la transparencia del sistema o con su eficacia. En materia energética, programas caso por caso (como Petróleo Plus o Gas Plus) tienen una supervisión burocrática y sólo han conseguido avances marginales en materia de inversiones y producción, mientras que el más dinámico Energía Delivery logró aumentar la generación térmica a cambio de un alto costo por kilovatio y mayores importaciones de combustibles.
Vinculado con lo anterior también queda por develar la capacidad de gestión estatal para ocuparse de un abanico tan amplio y qué costo fiscal tendrán las mejoras puntuales de competitividad. El Gobierno acaba de habilitar una nueva "caja" proveniente de la quita de subsidios estatales (que hasta ahora equivale a unos 5000 millones de pesos anuales). Pero esta cifra casi insignificante (7%) respecto del total tiene un monto final incierto y con muchos anotados para recibir compensaciones. También es una incógnita cómo se desarrollarán las futuras paritarias en base a la pretensión oficial de fijar una pauta salarial indicativa de 18% el año próximo. Para colmo, las negociaciones se iniciarán en marzo-abril, cuando aumentarán los servicios públicos debido a la eliminación de subsidios y también varios impuestos provinciales y municipales, que ejercerán presión sobre los reclamos.
Si estas condiciones no contribuyen a promover necesarias inversiones privadas en gran escala, tampoco ayudan las leyes con nombre y apellido aprobadas en tiempo récord por el Congreso con su flamante mayoría oficialista. Los casos de Papel Prensa y la estatización del Registro de Trabajadores Rurales (Renatre) demuestran que el Gobierno también puede adoptar decisiones a medida; pero con la falsedad ideológica de presentar como de interés público leyes que sólo buscan tomarse revancha de quienes no se allanan a compartir su visión del pasado, del presente y del futuro.