Por OSCAR VARDÉ PRESIDENTE DE LA ACADEMIA NACIONAL DE INGENIERIA
En las últimas décadas el universo de ingenieros nacionales ha disminuido en forma alarmante dentro del ámbito universitario.
Informes recientes señalan que el interés de los estudiantes argentinos se refugia en las carreras de Economía y Administración, Abogacía, Medicina y Psicología, cuyos egresos son muy superiores a los de Ingeniería.
Por año y por cada millón de argentinos egresan de las universidades nacionales 484 profesionales de las facultades de Economía y Administración, 351 de Abogacía, 141 de Medicina, y 112 de Psicología.
De la facultad de Ingeniería sólo lo hacen 87 por año.
Preocupa sobremanera que el déficit afecte particularmente a las carreras universitarias de las Ciencias Aplicadas (Arquitectura, Bioquímica, Farmacia, Ciencias Agropecuarias, Industrias, Informática, Ingeniería), porque esa tendencia habla de un desbalance lamentable en la conformación del cuerpo del conocimiento y el trabajo.
Mientras en Ciencias Sociales el reclutamiento de nuevos estudiantes supera los 150.000, en las Ciencias de Aplicación el registro apenas supera los 85.000.
La base de sustentación de una sociedad en evolución radica en las capacidades y talentos de sus integrantes. Los grandes países del mundo, mucho antes de arribar al podio del desarrollo y la supremacía, advirtieron sus necesidades internas, estudiaron sus posibilidades de crecimiento, eligieron sus caminos evolutivos, planificaron y estimularon la potencialidad de las ciencias que iban a conducirlos al éxito como naciones pujantes y productivas .
Es tan pernicioso para un país carecer de profesionales de las ciencias aplicadas, como asistir al exceso de egresados de una carrera que al ingresar en el ámbito de la competencia sólo encuentran frustración y falta de trabajo.
El interés de esta reflexión lejos está de pretender siquiera rozar la libre elección del desarrollo personal.
Sí, en cambio, aspira a alertar sobre la necesidad de estímulos estatales al ingreso de estudiantes en las ciencias duras que el país a todas luces reclama para su crecimiento productivo.
