El periodista y escritor Alvaro Otero acaba de publicar un interesante ensayo sobre el 6 de setiembre de 1930, fecha en que se cruzaron los destinos de los dos políticos más influyentes del siglo XX en la Argentina: Irigoyen y Perón.

“La revolución de los palanganas” analiza aquel momento histórico. Confusa como muchas otras épocas de la política argentina, nos muestra al presuntamente nacionalista Irigoyen llegando a un buen acuerdo con el Reino Unido, que envió a América del Sur una delegación importante, encabezada por el vizconde lord D’Abernon, un hombre importante entre los ingleses.

El acuerdo no se pudo implementar. El socialista (independiente) Federico Pinedo, quien iba a comandar la economía en el gobierno de Agustín P. Justo, explicó la oposición de su bloque – coincidente con la de los conservadores – señalando que el gobierno no contaba con un solo grano de trigo que negociar. Cuando, pocos años después, se cerró el mercado británico para quedar abierto sólo a los dominios (Canadá y Australia en especial) se tomaron en cuenta antecedentes que en el caso argentino eran menores porque no se aprobó aquel proyecto de acuerdo. Quizá el retroceso argentino – que muchos consideran autoinfligido - partió de aquel rechazo.

El título del libro está inspirado en una frase de Irigoyen. Su ministro de Guerra, Dellepiane, le comentó los nombres de quienes conspiraban contra el gobierno de la República. Irigoyen (que había sido su compañero en la revolución de 1890) le dijo al ministro que eran todos unos palanganas. Este adjetivo ya no se utiliza, pero alude al hecho de que la palangana tiene una gran boca y poco contenido. Acertó, pero igual perdió el gobierno.