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Debate
(Opinión) POLENTA (ITBA-MIT): ENERGÍA NUCLEAR ¿SÍ O NO?
07/09/2011

Energía nuclear: ¿sí o no?

El Cronista
Por Héctor Polenta, profesor del ITBA e ingeniero nuclear en el Massachusetts Institute of Technology (MIT)

Cuando la energía es materia de estudio, lo que se aprende esencialmente es a cuantificar costos y beneficios de cada opción energética posible. Sólo a través de esta base es posible comparar las distintas alternativas sobre una base matemática común. De esa comparación, luego, se extraen conclusiones acerca de cuál es la fuente más conveniente para satisfacer la demanda. Este estudio debe ser análisis completo y detallado de las variables en juego. La comparación debe ser cuantitativa y abarcar todos los aspectos de interés humano también.
En el caso de la energía nuclear, el estudio debe incluir a todos los costos y riesgos, desde que se mete la pala en la tierra para extraer el Uranio, pasando por la construcción y operación de centrales, la gestión de los residuos generados, el daño causado por la explotación al ambiente, el costo y los riesgos de la energía sustitutiva en caso de no-disponibilidad. Requiere un análisis de toda la cadena de variables.
Los estudios mencionados dependen de ciertos datos clave que el analista debe fijar para la comparación y lo mejor es que las partes interesadas se mantengan al margen durante este período. Estos estudios arrojan conclusiones sobre, por ejemplo, el costo de acceso a las materias primas -en particular observan el costo de todas las fuentes contra la extracción del petróleo-, la inversión, el tiempo que demanda la construcción, la dimensión de la obra, entre otros. Todas estas variables son motivo de acaloradas discusiones, según las preferencias de cada analista, basadas en su nacionalidad, orientación política, sexo, formación, empleador, por ejemplo.
Aún con la incertidumbre incorporada, los estudios suelen concluir en que la energía más barata es la que se obtiene a partir del gas, seguida por el petróleo. El precio de este último es el que suele determinar la competitividad de las demás fuentes energéticas. Así, la energía nuclear se torna competitiva cuando el precio del crudo supera los u$s 40 ó 50 por barril, cosa que ocurrió en los últimos años y que llevó a un resurgir de esta fuente energética.
El renacimiento de la energía nuclear para la generación de electricidad tiene, entonces, varias razones para ser tomada en cuenta en el momento de analizar alternativas. En primer lugar, su competitividad económica; en segundo lugar, es la única fuente capaz de sustituir al petróleo para satisfacer, hoy mismo, la alta demanda eléctrica de la sociedad; en tercer lugar, su muy alta tasa de disponibilidad, típicamente por encima del 80%, dado que sólo se detiene la producción cuando debe realizarse el mantenimiento programado y el recambio de combustible, que pueden preverse con mucha anticipación; y, finalmente, el hecho de no producir gases de invernadero, ni arrojar otros contaminantes al medio ambiente.

No se puede exigir a una central que
resista cualquier fenómeno natural
La pregunta que desvela es: ¿puede lograrse que la energía nuclear sea segura? ¿Puede construirse una central nuclear capaz de resistir un terremoto de 9 grados y un subsiguiente tsunami de 10 metros? La respuesta es decididamente afirmativa, pero el costo va a aumentar notoriamente y se correrá el riesgo de repetir Fukushima si esa planta segura, sufre un terremoto de 10 grados.
La Tierra es un planeta vivo. Los volcanes erupcionan, los terremotos y tsunamis ocurren. Y el hombre suma su parte: bombardea reactores o prueba nuevas tecnologías de impacto ambiental en nuestro hábitat. La “seguridad” completa entonces es un concepto que no existe. Más sensato es hablar de “riesgo”, que debe ser gestionado para lograr el mínimo impacto. Mientras la única fuente energética, capaz de sustituir a los combustibles fósiles en la generación eléctrica, sea la nuclear, deberían aceptarse sus riesgos y aprender a gestionarlos.
¿Qué posibilidades tenemos de contar con energías renovables como la eólica o la solar? Es necesario perseverar en su desarrollo hasta llevarlas al punto en que sean competitivas, pero nuevamente, sobre una base cuantitativa y completa. Hace unos días paseaba por una isla sometida a viento fuerte. En las cimas de los cerros, se veían gran cantidad de generadores eólicos. Groseramente cada uno de ellos podría alimentar a uno o dos de los edificios de departamentos de una ciudad mediana o grande. Pero, mientras observaba estos aerogeneradores, me preguntaba: ¿Qué pensará quien confió en la energía generada por esta máquina para subir al noveno piso? Seguramente, insistirá en que se le provea energía de otra fuente, para no subir nueve pisos por la escalera. Tal vez una central nuclear. Este es un ejemplo sencillo de lo que significa el análisis cuantitativo “de la cuna a la tumba”, considerar todos, pero todos los costos.
El pueblo japonés tiene un muy alto estándar de vida, según cualquier métrica que utilice para evaluarlo. Si irresponsablemente se desactiva una fuente energética vital sin haber previsto un reemplazo adecuado y funcional, ese nivel de vida descenderá y, lamentablemente, se habrá hecho un daño irreparable a ese pueblo.
Debe primar la racionalidad. No se puede exigir a una central nuclear que resista cualquier fenómeno natural. Si bien son muchos los aspectos que deben mejorarse, Fukushima resistió bastante bien un fenómeno extremo, no habiendo causado víctimas fatales entre la población civil, cuando el terremoto/tsunami original mató a más de 20.000 personas. Si no se desea correr riesgos, debería evacuarse a todos los sufridos japoneses de una isla que es afectada por terremotos a diario.

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