Por Daniel Gustavo Montamat, ex secretario de Energía de la Nación
El valor agregado de todo el sector energético en el producto bruto argentino no es significativo (alrededor del 5%), pero el impacto económico del déficit energético complica toda la economía. O cambiamos la política energética, o la energía se lleva puesta a la economía.
El saldo de la balanza comercial energética en el 2010 todavía fue positivo en unos 1000 millones de dólares (incluyendo la electricidad). Este año, por las mayores cantidades a importarse, y por la suba del precio del petróleo (que repercute en toda la canasta energética importada) la balanza comercial será deficitaria (algunas estimaciones calculan el déficit en 3000 millones de dólares). El cambio de signo en la balanza comercial del sector es un problema para las cuentas externas: la energía antes proveía dólares, ahora los demanda. En el 2005, la mitad del saldo comercial total del país fue provisto por las exportaciones de energía (6.400 millones de dólares). Si este año la balanza es deficitaria, el golpe a las cuentas externas se magnifica por el cambio de signo. Pero el problema recién empieza; bajo estas reglas de juego la dependencia de la energía importada va a crecer exponencialmente todos los años. De persistir la tendencia, aún asumiendo a futuro un crecimiento económico moderado de un 3% acumulado anual, el déficit del balance comercial energético se proyecta en 20.000 millones de dólares hacia el 2025. Toda una señal para los que tienen memoria y recuerdan las recurrentes crisis de balance de pagos, y las explosiones devaluatorias que le sucedieron. La cotización de la soja y otros commodities de exportación pueden servirnos como bálsamo temporario, pero la cuenta energética de importaciones va a complicar los cálculos más optimistas.
La dependencia de importaciones crecientes y más caras tiene su correlato en subsidios presupuestarios más onerosos para sostener precios y tarifas internos que no recuperan costos. Esos subsidios energéticos que el año pasado treparon a 26.000 mil millones de pesos, este año pueden llegar a duplicarse considerando lo sucedido en el primer semestre del año en curso. Como ahora se financian con impuesto inflacionario, se han transformado en un engañapichanga. Para mantener la ficción de los precios y las tarifas congeladas, las políticas públicas licúan el poder de compra del salario con más inflación. Inflación que aumenta la pobreza y deteriora las potencialidades productivas y competitivas del país.
Por último, pero no menos importante, en un país que necesita desarrollarse e invertir más (alcanzar una tasa anual de inversión bruta de un 25% del producto), las restricciones energéticas son disuasivas de nuevas inversiones productivas. Para que crezca la tasa de inversión económica urge despejar la incógnita energética; pero a su vez, para superar el cuello de botella energético urge aumentar la inversión en el sector. Como el sector energético se ha descapitalizado en estos años (depredamos el stock de reservas probadas de gas) la inversión en energía para acompañar una tasa de crecimiento del producto de 5/6% anual requerirá un monto anual de más de dos puntos del producto. Alrededor de 10.000 millones de dólares al año, entre petróleo, gas y electricidad. Para aumentar la exploración y descubrir nuevas reservas, para desarrollar los recursos no convencionales y revertir la caída productiva, para ampliar la capacidad de refinación, y para incorporar entre 1000 y 1200 MW de potencia por año diversificando las fuentes de generación. Todo un desafío para la política de Estado que necesita el sector.
FRASE DESTACADA: Como el sector energético se ha descapitalizado en estos años la inversión en energía para acompañar una tasa de crecimiento del producto de 5/6% anual requerirá un monto anual de más de dos puntos del producto, alrededor de 10.000 millones de dólares al año, entre petróleo, gas y electricidad.