POR RUBÉN LO VUOLO ECONOMISTA, INVESTIGADOR DEL CENTRO INTERDISCIPLINARIO PARA EL ESTUDIO DE POLITICAS PUBLICAS
La destrucción del sistema estadístico nacional desde la intervención política del INDEC corroe cada vez más el debate público. Un ejemplo claro es la reciente discusión entre la Presidenta de la Nación y el gobernador de la provincia de Santa Fe acerca de las tasas de crecimiento económico comparado de cada jurisdicción.
Justamente, la comparación tuvo como blanco a una de las provincias cuyo instituto estadístico ha tratado de preservar la construcción de sus indicadores económicos y sociales.
En contraste, es conocido que la tasa de crecimiento del país está sobrevaluada, entre otras cosas, debido a que el índice de precios utilizado no refleja el comportamiento de los mismos en ninguna jurisdicción. Este tipo de comparaciones son improcedentes y más bien reflejan la inconsistencia de las estadísticas públicas en el país .
A esto se suma otra cuestión importante: la pretensión de medir el éxito de una gestión tomando en cuenta la tasa de crecimiento merece muchos reparos . Los sistemas estadísticos más avanzados y los organismos internacionales especializados están haciendo muchos esfuerzos e invirtiendo muchos recursos para la elaboración de nuevos indicadores sobre el progreso social y el bienestar de la población que complementen y eventualmente reemplacen la tasa de crecimiento económico. Hay cuatro razones principales que a mi juicio avalan la pertinencia de un sistema de indicadores alternativos.
Primero, el crecimiento económico se puede “inflar” con mecanismos que elevan su valor contable pero que nada aportan a la creación de riqueza en actividades sensibles al bienestar de la población. Segundo, la tasa de crecimiento económico no tiene en cuenta gran parte de la erosión y la degradación de la riqueza utilizada para crecer , lo cual implica costos no registrados adecuadamente en la contabilidad nacional. Tercero, el crecimiento económico es un promedio que no considera desigualdades ni en la distribución de costos ni en la de los beneficios de ese crecimiento. Cuarto, la contabilidad nacional no registra toda la riqueza que se crea ni todo el trabajo que se realiza para crearla , sino sólo el que se intercambia en ciertos mercados.
Por estas y otras razones, la tasa de crecimiento económico puede servir de pantalla para ocultar fenómenos que atentan contra el progreso social como son, entre otros, la concentración económica, la desigualdad social, la descalificación de recursos humanos, el sobreempleo, el trabajo impago, la falta de reproducción de infraestructura productiva en cantidad y calidad adecuadas, la ausencia de capacidad tecnológica autónoma, degradación ambiental y las desigualdades regionales.
Mucho de lo enumerado es evidente en Argentina . Basta mirar indicadores como la caída de las reservas de hidrocarburos, la degradación de los suelos, los costos ambientales de la escalada de la extracción minera, la necesidad de importar cada vez más para proveer de insumos y bienes de capital a un sistema productivo que no muestra un adecuado balance de inversión reproductiva y consumo, la inflación, la especulación inmobiliaria, la persistencia de flagrantes desigualdades en el trabajo y el bienestar de las personas, etc.
La tasa de crecimiento económico es un indicador importante, pero reduce y hasta distorsiona el análisis de la realidad económica y social; mucho más cuando su valor es manipulado desde el poder político . Argentina reclama con urgencia la elaboración de un sistema de indicadores económicos y sociales adecuado a las complejidades de las sociedades contemporáneas.
