Han pasado cinco meses desde la catástrofe de Japón y, aunque el común de los mortales está ya desde hace tiempo a otra cosa llamada crisis de deuda soberana, lo cierto es que las consecuencias del tsunami están marcando el cambio del sector energético mundial.
En pleno debate sobre la energía nuclear, Japón, que a día de hoy sólo cuenta con 18 reactores funcionando de los 54 que tiene -el viernes tuvo que parar temporalmente otro en Ohi por un problema técnico-, lo tiene difícil para cambiar de modelo, dado que el 30% de la energía que consume es nuclear y la insolvencia económica para asumir los elevados costes de una reconversión.
De momento, toda la capacidad eléctrica nuclear perdida ha sido sustituía por las centrales de ciclo combinado, que trabajan a pleno rendimiento generando energía a partir del gas natural licuado. De hecho, el consumo de este tipo combustible aumentó en junio en un millón de toneladas métricas frente a 2010 y eso que la generación de energía nipona cayó un 5,4% interanual ese mismo mes.
“La sobrecapacidad del gas natural en el mercado ya se ha absorbido el 50%”, explica Daniel Lacalle, gestor de Ecofin, a Cotizalia.com. “A largo plazo, la situación dependerá de si finalmente el país adopta una postura antinuclear o decide mantener este tipo de energía”. En este sentido, las encuestas apuestan por la segunda opción dadas las dificultades que tiene llevar a cabo un desarrollo viable de energías renovables.
“Creemos que los reactores nucleares no van a permanecer cerrados por mucho tiempo teniendo en cuenta, primero, los efectos negativos que ello tiene para la producción industrial y segundo, por la calidad de vida de los ciudadanos”, aseguran desde el departamento de análisis de Nomura.
El banco justifica su argumento en el hecho de que alargarse en el tiempo la inactividad de las centrales, el coste de los combustibles sustitutivos deberá asumirse vía impuestos, en tanto que las grandes compañías del sector no pueden asumir el aumento de los costes mediante un recorte de gastos.
Además, Nomura añade en su informe del mes de junio sobre las perspectivas para el restablecimiento de los reactores que si finalmente la actividad nuclear se suspende y el total de los costes de los combustibles alternativos se traslada a la población vía tasas, las tarifas se deberían incrementar entre un 20% y un 30%.
Japón no tiene dinero y, de hecho, uno de los daños colaterales de la catástrofe, que puso en jaque al mundo entero con la crisis nuclear de Fukushima, ha sido el sector de las renovables. La nipona representa el 8% del total de la demanda global de paneles solares y la pérdida de esa demanda ha provocado el desplome del sector en bolsa, que ya de por sí estaba sobresaturado.
Y es que a pesar de la intención del Partido Socialista nipón en la oposición de acabar con la energía nuclear en 2020 y que toda la producción energética en 2050 proceda de renovables, la verdad es que el país no puede permitirse, ni de lejos, soñar con otro tipo de producción que no proceda de combustión de gas natural o de una fusión del núcleo.
Para hacerse una idea basta tener en cuenta que el coste de montar una planta de ciclo combinado que generar 500 mw de energía es una cuarta parte de lo que cuesta montar una plataforma de producción de energía eólica marina que produzca 250 mw.
“La energía eólica marina es muy complicado que acabe siendo una solución porque en cuanto sales de aguas poco profundas es muy cara de mantener y está lejos de ser una alternativa real”, explica Lacalle. “Mientras que el problema de la eólica terrestre y solar es que Japón es muy pequeño”, asegura el gestor.
“Está claro que la energía base va a ser el gas y que el resto de alternativas van a ser de añadido”, afirma Lacalle. “Lo más probable es que en los próximos dos o tres años la demanda energética japonesa se quede dónde está y no haya una subida”, concluye