Rojo en el balance energético
Clarín
Las mayores importaciones de gas y gasoil, así como la suba del precio del petróleo, provocarán este año un déficit en el sector, que se sumará a otros factores que desalientan las inversiones y condicionan el desarrollo económico.
Por
Daniel Gustavo Montamat
EX SECRETARIO DE ENERGIA Y EX PRESIDENTE DE YPF
La Argentina se encamina este año a tener una balanza comercial energética deficitaria y un explosivo aumento de los subsidios presupuestarios a la energía. Mientras los precios del petróleo en el mundo escalan al compás de los acontecimientos del Norte de Africa y el Medio Oriente, la inflación doméstica deteriora aún más los precios y las tarifas que habrá que recomponer. Todo un espejismo de corto plazo que cierra con mayores importaciones a precios internacionales, y con un deterioro paulatino en la confiabilidad y seguridad del suministro energético.
Las importaciones de gas de Bolivia y de GNL (gas por barco) en el 2010 ya representaron el 10% del consumo total. Este año todo apunta a que se dupliquen. El año pasado ingresaron a Bahía Blanca 22 barcos con gas natural licuado; este año, con la inauguración de la planta de Escobar se espera recibir más del doble. De Bolivia están ingresando unos 6/7 millones de m3/día de gas natural, pero una vez terminado el gasoducto en construcción Juana Azurduy (previsto para Mayo de este año) se prevé importar unos 5/6 millones de m3/día adicionales. Las últimas licitaciones de GNL convalidan precios de más de 13 dólares el millón de BTU. El promedio de las cuencas argentinas es de 2.6.
En el 2010 se importaron 3.1 millones de metros cúbicos de gasoil. Este año, el régimen de desgravación de impuestos ("importación con cupo") prevé la importación de más de 4.5 millones. Como el precio del producto importado no cierra con los precios administrados del mercado local, el importador se queda con los impuestos.
El país ya empezó a importar naftas el año pasado, y este año consolidará la dependencia importadora de este combustible.
El saldo de la balanza comercial energética en el 2010 todavía fue positivo en unos 1000 millones de dólares (incluyendo la electricidad). Este año, por las mayores cantidades a importarse, y por la suba del precio del petróleo (que repercute en toda la canasta energética importada) la balanza comercial será deficitaria (con datos proyectados del primer cuatrimestre, el déficit del año puede superar los 3000 millones de dólares). El cambio de signo en la balanza comercial del sector es un problema para las comercial energético se proyecta en 20.000 millones de dólares hacia el 2025. Toda una señal para los que tienen memoria y recuerdan las recurrentes crisis de balance de pagos, y las explosiones devaluatorias que le sucedieron.
El precio de la soja ha permitido hasta ahora mantener balances comerciales y de cuenta corriente superavitarios (y financiar la fuga de capitales). Casi todos los pronósticos asumen que los términos de intercambio seguirán favoreciendo a la Argentina.
En el 2010 la soja proveyó divisas por casi 20.000 millones de dólares (incluidas harinas, aceites y biocombustibles) y, además, aportó al Tesoro ingresos fiscales a través de las retenciones, por el equivalente de US$ 6600 millones. Puede que este año aporte más. Pero la soja dependencia es parte de la debilidad de nuestro balance externo, aún cuando los buenos precios hayan llegado para quedarse. Y la cuenta energética de crecientes importaciones se cierne como una amenaza capaz de complicar la holgura de divisas.
La dependencia de importaciones más caras tiene su correlato en subsidios más onerosos para sostener precios y tarifas internos que no recuperan costos. Esos subsidios energéticos que el año pasado treparon a 26.000 mil millones de pesos, este año pueden llegar a duplicarse consicuentas externas: la energía antes proveía dólares, ahora los demanda. En el 2005, la mitad del saldo comercial total del país fue provisto por las exportaciones de energía (6.400 millones de dólares). Si este año la balanza es deficitaria, el golpe a las cuentas externas se magnifica por el cambio de signo. Pero el problema recién empieza.
Bajo estas reglas de juego, la dependencia derando lo sucedido en el primer trimestre. Como ahora se financian con impuesto inflacionario, se han transformado en un engañapichanga. Para mantener la ficción de la energía importada va a crecer exponencialmente todos los años. De persistir la tendencia, aún asumiendo a futuro un crecimiento económico moderado de un 3% acumulado anual, el déficit del balance de los precios y las tarifas congeladas, las políticas populistas licúan el poder de compra del salario con más inflación. En un país que necesita desarrollarse e invertir más (alcanzar una tasa anual de un 25% del producto), las restricciones energéticas son disuasivas de nuevas inversiones productivas. El problema energético condiciona la consistencia macroeconómica. Es tiempo de asumir el fracaso energético y de articular una política de Estado en el sector.